Sin
lugar a dudas la avanzada de una sociedad sin mordazas, con posibilidades de
criticar y construir más allá de la voluntad de una dictadura, está en buena
medida en el nivel de riesgo que los periodistas estén dispuestos a afrontar.
La
labor de informar puede estar sujeta a la censura y quien transgreda esas
disposiciones es sujeto de una sanción gubernamental, aunque hay que reconocer
que en el presente la delincuencia organizada y otros grupos de intereses
especiales también procuran controlar los medios, si consideran que lo que se
va a publicar puede afectar sus intereses.
Bajo
esas circunstancias el ejercicio de informar está sujeto a las limitaciones que
imponen las diferentes fuentes de poder que en una sociedad concurren. Cuando
los periodistas transgreden los límites que imponen los poderosos, se
convierten en el objetivo a destruir para los depredadores, sean estos gobiernos o sicariato.
El
periodista independiente no responde a los patrones informativos que los gobiernos o grupos de poder hayan
impuesto a los laborantes de los medios que controla y administran. La labor
informativa de un comunicador libre está comprometida con notificar sobre los
acontecimientos de interés público independiente a lo que consideren las
autoridades.
Un
periodista, más allá de sus convicciones políticas, ideológicas, y
preferencias, está comprometido con el
deber de informar, de presentar los hechos sin aderezos de ninguna clase, sin
considerar las consecuencias que puedan derivarse de lo que es un derecho en
una sociedad abierta y un acto de conciencia, cuando la información es un
monopolio del estado.
Un
periodista también tiene el derecho de opinar, de evaluar en base a sus
convicciones los sucesos y las
consecuencias, pero dado ese caso debería buscar la forma de hacer notar que lo
que dice o escribe lo hace como ciudadano y no como un profesional de la
información.
La
opinión de un periodista sobre un tema determinado se origina, como la de
cualquier otra persona, en sus convicciones, y es producto de su capacidad de
analizar y de presentar sus ideas, pero no está sujeta a los patrones de
imparcialidad y balance que debe
respetar cuando está ejerciendo su oficio.
Ricardo
Quintana, periodista de Televisión Martí, ha dicho en más de una ocasión que si
tuviera la oportunidad de entrevistar a algún cacique de la dictadura cubana
estaría en una situación muy difícil, porque los dirigentes cubanos no
responden a las preguntas que se les hacen sino que argumentan sus consignas,
lo que le obligaría a incursionar un terreno en el que el periodista se puede
confundir con el activista de una contrapropuesta.
El
periodista independiente está comprometido a informar, aunque corra el riesgo de perder el sustento, ir a prisión
o el exilio tal, como le ha ocurrido a tantos comunicadores alrededor del mundo.
Su
deber es informar sin considerar las derivaciones de sus acciones, en eso estriba la independencia del comunicador. La
filosofía o la doctrina que defienda o ataque son irrelevantes siempre y cuando
en su trabajo como periodista refleje la realidad de los sucesos sin
concesiones a quienes disfrutan de algún tipo de poder.
En
base a esta valoración es válido afirmar que si un laborante de la prensa
oficial violenta al censor propio o al gubernamental en su trabajo informativo,
a partir de ese momento se transforma en un periodista libre sin que importen
las convicciones que pueda seguir defendiendo.
Por
ejemplo, en Cuba por más cinco décadas ha existido un periodismo doctrinal, no
solo ausente de críticas y cuestionamiento a la acción gubernamental, sino
también cerrado a cualquier información o análisis que la autoridad pueda
considerar atentatoria a sus intereses.
El
periodista cubano se mediatizó. Mutó a vocero de consignas oficiales. En cantor
de logros reales o supuestos de la clase
gobernante. Su juicio lo supeditó a lo políticamente correcto. La información,
el contar de un acontecer, se transformó en crónica de lo que convenía a la
autoridad y al periodista que se esfuerza por no ser reprimido.
En
estas condiciones se realiza un
periodismo de sobrevivencia en el que la autocensura tiene un importante rol.
Un comunicador atemorizado puede ser más severo en las restricciones a las
informaciones que el mismo Censor.
Es
imperativo que los periodistas independientes, los que están conscientes del
compromiso del oficio tengan presente la perspectiva de que su tarea es
informar, incluso lo que pueda agraviarle.
La
labor que realiza un comunicador implica un grado muy serio de responsabilidad.
La crítica, elogio o juicio por elemental que sea sobre lo acaecido, influirán en la
ciudadanía, en la sociedad en su conjunto, y esa es la responsabilidad mayor de
todo periodista.
Pedro
Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
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