¿Qué pensaría usted, amable
lector, de un mecánico a quien le hubiera entregado su carro para que le
cambiara únicamente el motor de arranque, y que al irlo a buscar el muy cínico
pretendiera cobrarle la instalación de otras piezas tales como el radiador, el
tren delantero, los amortiguadores y hasta los espejitos y el reproductor, y
ello pese a que era evidente que no se le había hecho al vehículo ningún otro
cambio distinto al convenido? Pero eso no es todo, porque ante sus airados y
justos reclamos, el mecánico le
contestara con toda la desfachatez de un
redomado sin vergüenza: “sí, yo sé, pana, que no se le hicieron ninguno de esos
cambios al carro, pero o vos me pagáis lo que te estoy cobrando o no te lo lleváis.
Y no te molestéis en ir a ninguna parte,
ni a la policía, ni a los tribunales, ni a la fiscalía, ni al Ministerio del
Interior, ni a los partidos políticos, ni al presidente de la República, ni al
demonio mismo, porque váis a perder el tiempo. Así que caé con las munas,
pajarito”.
Pero, además, ¿qué pensaría
usted de un país y de unas autoridades donde con la mayor impunidad puedan
suceder cosas tan increíbles como estas? ¿Dónde el ciudadano se encuentre tan
desamparado y a merced del hampa –encorbatada o no- que usted, para poder
recuperar su carro tenga que pagar lo que al atracador le salga de las
entretelas cobrarle, así tenga que vender o hipotecar la vivienda que tanto
trabajo le constó adquirir? Seguramente, pensaría de ese país y de ese mecánico,
aunque no crea que existan, lo peor …¿no
es verdad? Y tendría razón, no sería yo quien cometa la imperdonable insensatez
de discutírselo. Sin embargo, en relación con sus dudas, déjeme decirle que,
aunque pueda parecerle imposible la existencia de un país y de un sujeto como
el descrito, de todos modos, se lo juro por este pocotón de cruces, que sí
existen. Y no en una remota y perdida región del Himalaya, sino aquí mismito,
en el norte de sur América. Ese país, como ya debe haberlo adivinado no podría
ser otro que Venezuela. Y en cuanto al mecánico, tampoco podría ser otro que la
CANTV y sus escandalosos y delictivos atracos.
Pero si a usted, pese a todas
las evidencias, a todas las denuncias y, sobre todo, al amplio prontuario que
la empresa de teléfonos tiene, y que incluye una condena en Barquisimeto que la obligó no sólo a reinstalar una línea
sino también a pagar una millonaria multa por daños y perjuicios, si pese a
todo esto, repito, todavía se niega a aceptar que existe una empresa de servicios
tan desalmada e inescrupulosa que con tal de estafar a sus clientes es capaz de
todo, incluso de apelar al chuzo y la ganzúa, como cualquier vulgar ratero,
entonces hágame el favor de leer lo siguiente. Se trata de una correspondencia
que el 13 de febrero del 89 le envié al que para entonces era el gerente de la
compañía de Las Laras y que fue redactada en los siguientes términos: “Estimado
señor, yo Alfredo Schmilinsky Ochoa, titular de la cédula de identidad Nro.
1.640.609 y usuario del teléfono 83001, me dirijo a usted en la oportunidad de
plantearle lo siguiente: En vista de los fraudes escandalosos que con las
llamadas de larga distancia se vieneN cometiendo, y en vista asimismo de que
dicha situación plantea a los “suscriptores” el riesgo de perder el servicio,
le ruego ordenar el bloqueo del doble cero -00-, de manera que desde mi
teléfono no se puedan hacer directamente ninguna llamada al exterior. Sin más,
tal,tal y cual.
Con una solicitud así, no había
pele –al menos eso era lo que pensaba- , pues yo era de los que creían
ciegamente en aquello de muerto el perro del discado directo, se acabaría la
rabia de los recibos chimbos y fraudulentos, es decir, que bloqueado el doble
cero y no existiendo por tanto ninguna posibilidad de que por mi teléfono
pudiera nadie comunicarse con el exterior, tampoco había la manera de que en
mis facturas pudieran aparecer cobros por llamadas de ese tipo. Y en el caso
improbable de que aparecieran esas llamadas fantasmas, entonces ya no tendría
que ser yo el que las tuviera que pagar sino CANTV, que tiene esos pactos con
el diablo, que le permiten hacer esos actos de magia negra.
Sin embargo, aunque usted no lo
crea, anonadado lector y me llame
embustero, farsantes y otras lindezas por el estilo, llegó un día que en el
recibo me aparecieron dos llamadas al exterior. Una a España y otra a los
EE.UU. ¿Cómo pudo ocurrir semejante prodigio? ¿En virtud de qué arte de
birlibirloque o demoníaco, mejor, pudo suceder un hecho que tecnológicamente
era imposible que ocurriera, aun en este país de milagros al revés? La
respuesta es más cosa de brujos, quirománticos y hechiceros que de otra cosa,
pues a partir de allí no hay un solo mes en que no aparezcan en mis facturas
esas dos llamadas hechas , asómbrese usted, a través del discado directo
internacional.
Menos mal que el ingeniero
Barroso y su eficiente secretaria Xiomara, funcionarios por demás eficientes y
probos, analizaron el caso y, al comprobar que efectivamente el doble cero se
hallaba desde hacía bastante tiempo bloqueado, me exoneraron esas llamadas y
las que continuaron saliendo después. ¿Cómo puede ocurrir tal cosa? ¿Qué es lo
que podría explicar que dispositivos
electrónicos que se suponen son infalibles, puedan ser burlados tan fácilmente?
Y lo que es aun más asombroso: que
funcionarios que por cumplir con su deber de evitar que los usuarios sean
estafados puedan ser despedidos de sus cargos? Qué hubiera ocurrido si no
intervienen los mencionados funcionarios? ¿O si no hubiera escrito yo la fulana
carta? Nada, que como el mecánico del ejemplo me hubieran dicho: “o pagáis o te
quitamos el teléfono, pajarito” “ Y a llorar al Valle, porque donde no hay
gobierno o donde los que hay son cómplices de cuanta estafa pudiera ser víctima
la población, nosotros hacemos lo que nos dé la gana, ¿OK? “.
Por último, si no estoy mal informado, creo
que en la legislación venezolana existe una figura cuya denominación en latín
es “notitia criminis”. Según este precepto jurídico, actualmente vigente, los
tribunales de la República, ante la denuncia pública de un delito estarían
obligados a intervenir de oficio, es decir, espontáneamente y sin que para ello
tenga que mediar solicitud de parte interesada alguna. Ahora, ante la magnitud
de la estafa que a plena luz del día se viene perpetrando contra los usuarios
de la CANTV ¿no sería procedente invocar la citada figura jurídica? Señores
jueces y fiscales del Ministerio Público, tienen la palabra.
Este artículo fue publicado en el diario Panorama el 29-4-93. Hoy, a 4
años de esa publicación y cuando al frente del país se encuentra otro gobierno,
los desmanes y abusos delictivos de la CANTV contra sus suscriptores, no sólo
no han desparecido sino que se han incrementado. Hoy, a las llamadas al
exterior, a los impulsos adicionales y demás artimañas inventadas para robar al
pobre e indefenso usuario, se ha unido otra fuente de saqueo y expoliación: las
llamadas a celulares y el despojo injustificado de líneas, que luego son
vendidas a otras personas.
Por favor, Dr. Caldera, recuerde
que una de las principales funciones del estado es combatir el delito en
cualquiera de sus múltiples manifestaciones. Por consiguiente, no hacerlo,
cruzarse de brazos ante la descarada y bochornosa estafa de la CANTV, sólo
porque de la misma participa el mismo gobierno, es hacerse cómplice de tales
desafueros. Tenga en cuenta que esos sujetos, a quienes Carlos Andrés les
entregó las comunicaciones telefónicas, ya fueron condenados en los EE.UU. por
el delito de sobrefacturación. O sea, “que perro que come manteca mete su
lengua en tapara”.
A la luz de lo expuesto en este artículo cabría preguntar: ¿qué sucedería
con servicios como la electricidad si
fuera privatizada como lo plantea el programa de gobierno de la oposición? Si
tomamos en cuenta que durante los gobiernos anteriores uno de los más intensos
dolores de cabeza de la población eran los constantes y continuos aumentos de las tarifas eléctricas, no es
difícil deducir lo que sucedería con este y los otros servicios en manos
privadas, cuyo interés no es el de satisfacer una necesidad de la colectividad
sino la obtención de ganancias mediante el constante y frecuente aumento de las
mencionadas tarifas. O sea, que se multiplicarían hasta la desesperación los
dolores de cabeza de la familia venezolana.
Alfredo Schmilinsky
Ochoa
alfredoen_schmili@hotmail.com
Zulia - Venezuela
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