Quién le hubiera
dicho a la Fiscal General de la República que ese mismo sujeto que veía todo
tieso, vestido impecablemente con el atuendo revolucionario que incluye una
franela roja con los ojos del difunto en el pecho y el tradicional cucurucho en
forma de boina del mismo color en la cabeza; ese que hace sólo unas semanas atrás se le cuadraba
marcialmente y le decía: “Aquí estoy, mi camarada, vengo a que me diga a quien tengo que acusar para que
se pudra en la cárcel en medio de indecibles martirios y no se preocupe por las
evidencias, que de eso yo me encargo”; sería el mismo individuo que aparecería
en las pantallas de la imperialísima cadena de televisión CCN para denunciar el
mundo atroz que se vive en Venezuela.
La jefa del poder
moral probablemente estaba muy lejos de
pensar que ese gusano, a quien en mala hora consideraron como un miembro más de
la familia revolucionaria, actuaría de una manera tan vil, solo para irse a
vivir, junto con toda su familia, en esa madriguera que es el imperio mesmo,
donde no hay que hacer colas para comprar comida ni medicinas, donde el agua y la luz no son artículos de
lujo, allí donde no lo van a asesinar a él ni a su familia como si fueran unos
perros para robarle el celular o un par de zapatos de goma; cambiar este mar de la felicidad por ese
infierno donde se respeta el estado de derecho y la separación de poderes,
donde recogen la basura y los demás servicios funcionan y, sobre todo, donde
nadie lo persigue por pensar distinto a quienes ostentan el poder.
Seguramente lo
considerará otro malagradecido, como los ex magistrados del Tribunal Supremo de
Justicia Luis Velásquez Alvaray y Eladio Aponte a Aponte, o los altos oficiales del primer anillo de
seguridad del primer mandatario nacional y del presidente de la Asamblea
Nacional o los ministro y banqueros saltalanqueras y como tantos otros que han huido
como ratas de un barco que se hunde. Pero así son las cosas –pensara ella- en este proceso denominado Socialismo del
Siglo XXI que se trata de imponer a juro
en Venezuela desde hace casi 17 años por
instrucciones de la Habana, Cuba, en la cual todavía pululan en las oficinas
del gobierno muchos cínicos y miserables, gente sin ningún tipo de escrúpulos,
picaros de toda laya, piltrafas humanas, sinvergüenzas que pisotean de la
manera más descarada el legado del comandante eterno y de su heredero, el
presidente obrero.
Lo que posiblemente más
le duela es que ese nuevo desertor del proceso revolucionario venezolano, ese
fiscal con competencia nacional, fue el
elegido entre todos sus subalternos para tener el altísimo honor de meter preso a uno de los más importantes
líderes de la oposición venezolana, al
joven Leopoldo López, un descendiente del Libertador Simón Bolívar y también de Cristóbal Mendoza,
el primer presidente de Venezuela. Uno de los dirigentes políticos venezolanos
mejor preparados. Nada más y nada menos que a Leopoldo López, egresado en
Ciencia Económicas en el Kenyon de Ohio; con máster en Políticas Públicas en la
prestigiosa Universidad Harvard, ex analista en Petróleos de Venezuela,
profesor en la Universidad Católica Andrés Bello; ex alcalde Chacao y fundador
de uno los partidos políticos más importantes del país: Voluntad Popular. Y
para colmo casado con la periodista Lilian Tintori, una destacadísima
deportista, con una disciplina de hierro, y padre de dos hermosos niños.
Suponemos que a estas
alturas, la mandamás del Ministerio Publico se atormentará con la convicción de
que no hay derecho que un hombre con
semejante honor, como fue el de fabricar las pruebas falsas con la que otra
funcionaria del poder judicial de la Venezuela revolucionaria, la jueza Susana
Barreiros, condenó a 13 años, 9 meses, 7
días y 12 horas, de cárcel a Leopoldo López por su papel en el plan
conspirativo de salvar a Venezuela del desastre en que se encuentra; ella, la garante de la vindicta publica, se
angustiará más que nadie en el régimen al ver a ese funcionario que fue de su
más alta confianza salir ahora por las televisoras, radios y periódicos más
importantes del mundo a pedirle perdón al joven que se pudre en los calabozos
de la cárcel militar de Ramo Verde repleto de estalactitas de mugre; pedirle
disculpas a su esposa Lilian Tintori que
semanalmente es humillada cuando la obligan a desnudarse frente a cámaras de
grabación, saltar y hacer cuclillas, todo
para que la dejen ver a su marido; verlo pedir perdón a su padres, a sus hijos que son como dos
gotas de tristeza por no poder vivir una vida normal junto a sus seres queridos
y a toda Venezuela por el manantial de dolor que ha provocado; la verdad, señora fiscal, es que ¡No hay Derecho!
Omar
González Moreno
programamardefondo@hotmail.com
@omargonzalez6
Anzoategui - Venezuela
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