Por primera vez en mucho tiempo, existe una
verdadera posibilidad de que la Argentina se libere de lo que no hemos dudado
en denominar una auténtica dictadura con apariencia democrática, un disfraz de
democracia que se fue desdibujando a lo largo de los tres sucesivos y
excesivamente extensos gobiernos del nefasto FPV (Frente para la Victoria) de
los no menos tenebrosos Kirchner, una efectiva y sombría secta política
conformada por un heterogéneo grupo de peronistas, otros autollamados
"progresistas", y un número importante de ex terroristas y sus
ideólogos, tanto del pasado como del presente. Un coctel explosivo por donde lo
mire.
En este sentido, puede decirse sin hesitación
que la Argentina está ante una oportunidad histórica para sacudir el pesadísimo
yugo de quienes -desde el primer día de acceso al gobierno- hicieron de su
eternización en el mismo su único objetivo, aunque no fuera, desde luego, hecho
explícito por sus mentores.
Los costos políticos y económicos que ha
tenido que pagar, y que con toda seguridad aun todavía tendrá que afrontar la
sociedad argentina por esta aciaga experiencia, han sido tremendos. Pero al
fin, parece que la gente ha llegado a un feliz punto de saturación, en el cual
la necesidad de una transición a una situación más normal y coherente quiere
imponerse con alguna fuerza.
El gobierno, pese a los resultados claramente
negativos a su gestión, sigue encerrado en un delirante relato, construido
cuidadosamente al mejor estilo del tristemente célebre sicario nazi Joseph
Goebbels, Ministro de Propagada de la Alemania de Hitler, cuya *estrategia* de
lavado de cerebros el FpV cultivó con fruición de la mano de teóricos afines
reunidos bajo diferentes denominaciones. La prueba de ello es que el último
discurso presidencial mostró definitivamente que, aun en las peores
circunstancias, el gobierno no se encuentra dispuesto a abandonar la mentira,
la prepotencia, la soberbia y la falsedad más escandalosa de su accionar en el
tiempo, aun contra cualquier evidencia en contrario, por más contundente que
esta sea.
Como hemos expuesto en otras tantas
ocasiones, la sociedad argentina demoró muchísimo tiempo en reaccionar ante el
cúmulo de atropellos, tropelías, trapisondas y violaciones continuas a los
derechos más elementales del ser humano cometidos por el gobierno del
tremebundo FpV. Ciertas características que hacen al pueblo argentino facilitan
que inescrupulosos se hagan del gobierno y lo retengan.
Resulta realmente saludable que la sociedad
haya reaccionado, aun cuando el oficialismo guarda alguna esperanza de
continuar perpetuando sus maléficas acciones en cuanto resquicio le sea
proclive.
Se impone con toda necesidad la exigencia de
un gobierno de signo contrario al del FpV y sus personeros, porque no existe
otra salida en medio de las actuales circunstancias para superar la terrible
crisis moral, educativa, económica (en una palabra crisis social total) en el
que se encuentra sumido el pueblo argentino.
Los Kirchner se han empeñado en pulverizar
todo vestigio de racionalidad en la gente, y es a esto a lo que nos vemos
obligados a sobrevivir, superar y destruir.
De cualquier manera, el grado de daño ha sido
tan grande que, ni aun si el oficialismo continuara gobernando la situación podría
seguirse sobrellevando. Un hipotético gobierno oficialista sólo lograría
profundizar el camino al abismo al que el FpV dirigió el país desde el primer
día de ascenso al poder.
Los desafíos que encuentra el próximo
gobierno consisten en remontar la trágica herencia de la secta hasta ahora al
frente del Ejecutivo.
Entre la larga lista, destacan : en volver a poner en funcionamiento las
instituciones republicanas, prácticamente aniquiladas a lo largo de los tres
lamentables y sucesivos gobiernos unipersonales del FpV, tal que -como hemos
dicho en ocasiones anteriores- uno de los principales objetivos que se plantea
todo movimiento o persona que aspira a consolidar una fuerza dictatorial es,
precisamente, la destrucción de las bases de la democracia y del
republicanismo, y estas son las bases sobre la cuales estaban sentados los
orígenes no sólo del poder político argentino, sino de la armoniosa convivencia
social del pueblo. El FpV se propuso, desde sus mismos comienzos -y pese a la
conformación de un contrario discurso mentiroso cuidadosamente elaborado
también desde la misma época- la demolición de aquellos cimientos, por lo cual
su reconstrucción imperiosamente se impone.
Como también hemos manifestado en más de una vez, el modelo de gobierno
que siempre ha tenido en mente la banda compuesta por los integrantes del FpV
ha sido constantemente el que el chavismo venía imponiendo desde poco antes de
fines del siglo pasado en Venezuela, es decir, una tiranía con ciertos visos de
aspecto democrático, donde con regular periodicidad se permitía a la gente
concurrir a las urnas para hacerles creer que la tiranía que se estaba
consolidando delante de sus ojos, poseía positivas apariencias de legitimidad.
La estrategia de penetración fue desgraciadamente exitosa en Venezuela, y en
este esquema consintió -ni más ni menos- el proyecto de gobierno del FpV, sobre
todo durante sus dos primeros periodos. Y no nos cabe duda que todavía ese es
el proyecto del FpV en caso de lograr llegar nuevamente al Ejecutivo. He allí
no toda, pero parte de su peligrosidad. A diferencia de Argentina, la dictadura
chavista venezolana se prolongó en base a dos factores que consideramos clave:
el sólido sostén militar de la misma, y la fuente de cuantiosos ingresos que
representa el monopolio estatal sobre un recurso natural estratégico: el
petróleo, que le brinda al gobierno venezolano el poder económico suficiente
como para dominar al pueblo casi a voluntad.
Los argentinos tienen la ocasión de revertir este verdadero camino de
servidumbre -como no dudaría en llamarlo el premio Nobel de Economía Friedrich
A. von Hayek-. Lamentablemente, el pueblo argentino -como hemos destacado- no
es rápido de reflejos a la hora de advertir, prevenir y solucionar los males
que les son propios. Esperemos que esta vez la reacción sea firme y duradera, y
que configure el comienzo de una segura nueva etapa. La etapa de la refundación
de lo que alguna vez fuera y se llamara con orgullo República Argentina
Gabriel
Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
Argentina
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