
En
casi todos estos líderes nuestros,
ha privado el materialísmo político, el antípoda de la falta de
idealísmo que es el alma de las teorías legítimas y republicanas. De un materialísmo que dio pábulo
al primitivísmo pueblero, esto es, a la demagógia, con la que se edulcora la
esperanza de los pueblos para que no reflexionen. Esa suerte de degeneración
intelectual que ofrece transformar de un
golpe todo y, por perversion vital de
la clase dirigente que la promueve,
apoya, aprueba y permite que
hasta se pervierta la voluntad por el
deber ser. Valga decir, lo
incivil, lo incorrecto con tal de complacer lo que aspiran los instintos
multitudianrios de la masa. De esta manera, se da pie al lamentable espectáculo
en el que la masa en vez de acogerse el
juicio y a la opinión del lider, es la masa la que termina ejerciendo
su influjo sobre el lider,
convertidolo casi en otra masa
más. Ya decía Renan, “en política hay que guardarse bien de sentir
simpatía por el deber ser; lo que tiene éxito, generalmente, es la demagogia
por que, siempre, suele abonar lo que no
debe ser,”
Por otra parte, la escasa formación de nuestra clase
dirigente, sus débiles y no muy sólidos
fundamentos éticos, los ha llevado,
salvo excpciones, a la
concupiscencia que genera el poder mal
usado y mal administrado. Desde hace
tiempo, esta clase -que
en toda sociedad la forman personalidades sobresalientes
llamadas a ejercer influencia en la gente sobre diversos acontecimientos- por inconsistencia en la escala de sus pricipios y en
el vigor metal de sus ideas, ha alterado
su astrolabio y fuera de si perdió su
autencticidad para darse a vivir una vida falsa que lo incitó a gozar, frivolamente, de lo que encontraba a su paso, ocupando su
puesto la muchedumbre. Es lo que vimos y vivimos, los venezolanos a partir del
año 1974, cuando el petróleo comenzó a alcanzar precios milyunanochescos. A
raiz de esto, CAP y los gobiernos que lo siguieron, convocaron al país a participar en un festín
de Baltazar cuya jarana culminó con la orgía
que Chávez montó, bajo la fuliginosa lubricidad del cuerpo bien cebado del vellocino
petrolero, -hoy enjuto, enteco y exánime- que
Maduro pretende, ahora, ofrecer como aval para obtener algunos dólares y pretender,
con cinísmo, reponer
al defalco que este narcocrático y mafioso régimen
de sanguijuelas le ha causado,
con descaro, a Venezuela en estos
últimos diez y siete años.
Desde entónces, Venezuela no ha tenido en su haber, que manos depredadoras que,
por incuria, se negaron a
“tomar por medio a la virtud” como
aconejaba El Quijote a Sancho cuando iba a gobernar la Isla de Barataria, porque como bien le decía, “la
sangre se hereda y la virutd se aquista.”
Y por desgano y aversion el
llamado del bueno del Jesús, “que
no se viene al mundo a ser servido sino
a servir,” se ha desoido. Más aún, por desarraigo a un decálogo de
convicciones, nuestra clase dirigente,
sin mucha tierra abonada donde cultivar este princiipio, sin quicio y
sin autenticidad genérica, se ha dado, como hemos visto, permisos ímprobos para lanzar los pies al
aire, ponerse fuera de toda responsabilidad y entregarse al libertinaje como se
ha comprobado en estos últimos lustros.
Para desgracia de Venezuela, en vez
de que en estos largos cuarenta años,
estos hombres que han figurado de rectores de la vida política
nacional, se hubieran tomado, de verdad
y en serio su misión; y hubieran dejado
de figurar como una fauna humana,
farandulera, histrionica y farsante, no estaríamos como estamos hoy “mirando
para San Felipe,” como decía un juglar
en mi tierra. Pero, por decidia,
irreponsabilidad y
negligencia; por no haber sentido con
angustia y entusiasmo ardiente las necesidades inexorables de la vida
venezolana, acabaron por falsificar su compromiso. Si por el contrario, su vida
hubiera sido menos suya y más volcada
sobre el país, habrían podido promover el diseño y la puesta en marcha de un
proyecto-historico político de unidad nacional
-del que se resiente Venezuela-
que vertebrara la función
pública. Pero, una suerte de intereses creados por cohecho y pillaje
plebeyo, impidieron suscitar la dedicación
patriótica requerida para programar un orden de cosas coherentes que
hubiera podido, en aras de la salud del cuerpo de la República, dinamizar las
fraccionadas partes de ese cuerpo para que recuperar el todo. Sin embargo, se
prefirió, antes que un programa para el mañana, que implicaba: incorporar, aunar, e integrar
una unidad superior de lo diferente-
inventar paliativos, paños calientes, como las Misiones y toda esa
cantidad de micro-organísmos de beneficencia,
que más que beneficiar integralmente a la población, sirven,
principalmente, para aumentarle los créditos populares a los politicastros, así
como para elevarles el valor de las
acciones electorales.
No nos engañemos, Venezuela no ha tenido
hasta ahora una verdadera democracia, si
pensamos que ella, como la define Burdeau, “es una filosofía, una manera de vivir, una
religión y casi accidentalmente una
forma de gobieno.” Y no la hemos tenido, porque carecemos de un
pueblo culto, carente de templanza, de bravura y de verdadero patriotísmo. Su
pobreza intelectual y material, han
convertido al venezolano en una persona logrera, con un daño moral incalculable en su
espíritu que alcanza a zonas muy profundas
de su ser . De la masa no puede emerger la razón suficiente para
gobernar a un pueblo. Es indispensable la moral y las luces que lo liberen de ese fondo indistinto de
mediocridad que lo sofoca y lo oprime;
sin identidad ni originalidad, para que con el fuego del espíritu pueda
adquirir conciencia y dicernimiento para valorar la importancia que tiene saber
cultivar el jardín interior, donde se aposenta el alma. Para poder “llegar a
ser emperador de si mismo, como decía Ortega, primera condición, para
poder imperar en comunión con los demás.”
Lo esencial en la democracia no es
salir a votar, ni que se piense y se
diga libremente lo que se cree. Lo esencial
es que el bien común general de la nación se ponga en práctica y se respete.
La mayoría numérica puede desear, soberanamente, por ejemplo que se cambie la
historia (como ya lo ha hecho el chavismo) o que se cambie el nombre de la
patria (como se hizo, también): entónces, esta soberanía no es más que un
extravío, un yerro, un disparate. En este sentido, valga afirmar, con
Renán, que el sufragio es como un montón
de arena sin cohesión ni relación fija entre los átomos. Con él es imposible
construir una casa. La conciencia de una nación, reside en la parte ilustrada
de ella, parte que arrastra e ilumina al resto.
Pedro Raúl Villasmil Soules.
prvillasmils@hotmail.com
@prvillasmils
Caracas - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario