Hemos llegado a un momento que muchos
predijeron hace más de quince años. El acercamiento de Hugo Chávez a Fidel
Castro no podía provocar otra cosa que este estado de cataclismo que los
venezolanos estamos viviendo. Mucha gente dijo en ese momento que no éramos
Cuba. Que tendríamos capacidad de resistencia. Que era difícil llegar a las
situaciones de carestía que todavía hoy afectan a la isla más grande de las
Antillas Mayores.
Llegamos a un proceso electoral con todas las
encuestadoras mostrando una diferencia a favor de la oposición que ronda
alrededor de los 30 puntos. Eso se debe al descontento de los venezolanos con
los problemas gravísimos que están sufriendo y para los cuales el gobierno no
ofrece solución alguna. Aunque de las muestras nacionales no se puede intuir
con claridad el resultado de elecciones legislativas, si podemos decir que el
descontento está uniformemente distribuido a lo largo y ancho del territorio
nacional.
El descontento viene acompañado como en 1998
de falta de optimismo en el futuro y en la creencia de que Maduro no tiene lo
que se necesita para sacar al país de esta triste situación. Un cuarto
elemento, producto de los anteriores, descontento, falta de optimismo y la
incapacidad de Nicolás, es el deseo de cambio. Nueve de cada diez venezolanos
desean cambio. El gobierno autista se empeña en no oír a la gente y hace que su
campaña gire alrededor de asuntos que solo anuncian continuismo. En otras
palabras, el partido de gobierno perdió la capacidad de sintonizarse con los
deseos y expectativas de la población. Igual que le pasó a AD y Copei desde
1993 cuando por primera vez no ganaron una elección presidencial.
En este estado de cosas y con este
sentimiento de la población es necesario preguntarse: ¿votar por Maduro? Lo
primero que me dirá alguien es que en estas elecciones se están eligiendo
diputados. Le responderé que votar por los diputados del PSUV o sus aliados es
votar por Maduro. Es ratificarle a Nicolás que a pesar de su pésimo gobierno se
le respalda y se le da una nueva carta blanca para que haga lo que a él se le
ocurra.
Es cierto que los candidatos del PSUV y sus
micro satélites están haciendo todo lo posible para no mostrar a Maduro y a
Cabello cerca de ellos. Pero, eso no será suficiente. Básicamente porque ha
sido una Asamblea Nacional entregada en los brazos del ejecutivo nacional la
que ha permitido que Maduro acabara con la economía de la forma que lo ha
hecho. Es decir, los diputados del partido de gobierno que buscan reelegirse
son corresponsables del desastre que sufre la familia venezolana en la
actualidad. Los que buscan elección por primera vez, lo hacen defendiendo los
supuestos logros del gobierno. Es de esperarse que de ser electos se comporten
tal como lo han hechos sus predecesores.
El venezolano tiene claro que votar por los diputados del partido de gobierno es dar su apoyo a Maduro y aplaudir la forma en la que ha mal manejado la política nacional. El venezolano ha usado a lo largo de la historia el voto castigo. Esta vez solo está esperando que llegue el día para hacerle saber a la cúpula putrefacta que ha confiscado el poder para sí, que están cansados de tanta vagabundería.
Votar por Maduro es como decirle que no
importan las colas y las penurias que están sucediendo cada vez que se necesita
llevar comida a la mesa. Es aceptar que está bien que el gobierno le siga
pagando a sus socios tenedores de bonos a costa de no inyectar los dólares que
se necesitan para reactivar la economía y podamos contar con nuestro propio
aparato productivo.
Que un venezolano vote por Maduro es
equivalente a firmar su propia sentencia de muerte a manos de un hampa
desbordada que se enseñorea en todo el territorio nacional. Es aplaudir que un
asesino conocido tenga como asistente nada más y nada menos que a un general de
la república. Es aceptar mansamente que uno es el próximo en la lista de
personas que será asesinado para quitarle sus pertenencias. Votar por Maduro es
aplaudirle de pie su derrota en la única guerra que existe en Venezuela: el
malandro contra el ciudadano.
Votar por Maduro es equivalente a alabar un
sistema de salud que no atiende a los pacientes con cáncer. Un servicio
empobrecido que no es capaz de garantizar la existencia necesaria y abundante
de medicamentos requeridos para enfermos crónicos como los diabéticos o las
personas que sufren de epilepsia. Es decir que está bien que nuestros médicos
emigren mientras quedamos en manos de un personal deficientemente formado y sin
la capacidad de atendernos debidamente.
Votar por Maduro es seguir regalando nuestro
petróleo a otras naciones cuyos pueblos se encuentran en muchas mejores
condiciones que nosotros. Es permitir que el gobierno siga adelantando su
política imperialista a costa de nuestros recursos y de nuestra pésima calidad
de vida.
Votar por Maduro es sumir a Venezuela en el
atraso y la pobreza. Hemos perdido el tiempo que otros países han aprovechado.
Dilapidaron una cantidad impresionante de dinero que debió haberse transformado
en avances importantes de infraestructura. Por el contrario, estamos congelados
en 1998. Lo poco que se ha hecho no justifica ni el 1 por ciento del millón
trescientos mil millones de dólares que está clase política despalilló.
Votar por Maduro es negarle el futuro a las
próximas generaciones. Es no dejar herencia. Es destruir y desolar un
territorio inmensamente rico que le tomamos prestado a nuestros hijos y nietos.
Sencillamente,
votar por Maduro es perjudicial para la nación.
Jose
Vicente Carrasquero A.
botellazo@gmail.com
@botellazo
Miranda
- Venezuela
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