No
podía ser de otra forma, estas fatídicas elecciones para el madurismo,
dictadura cívico-militar, tiranía castro chavista de carácter totalitario más
depredadora que haya conocido nuestra región se acabó, sucumbió, derrumbó, se
vino abajo, implosionó. No por lo precios del petróleo que bajaron, la
sobreproducción o la energía sustitutiva; mucho menos por una conspiración de
la derecha internacional o del imperialismo americano, unida a la intensión de
la OPEP de perjudicar a Venezuela, como se le oyó decir a maduro, cabello y
demás ejemplares que integran, todavía, la nomenclatura de un gobierno que nos
llegó a convertir, literalmente, en Estado Forajido, según los cánones
académicos, jurídicos y la praxis internacionales.
Se
acabó como un soufflé mal elaborado, como una gelatina que no cuajó, como una
amante decepcionada, como el pitcher que en el noveno inning perdió el home, y
la bola se la colocó al bateador a la altura del pecho, que se la sacó a 500
pies del estadio, para ganar 1 a 0 el juego.
Se
acabó, porque su arrogancia no podía entender cómo el pueblo, ese pueblo que
despreciaba, al cual regalaban electrodomésticos para domesticarlo, le negó el
voto; además, porque confió en que “el mejor sistema del mundo” como solían afirmar,
no sería desbordado por los votos vigilados y recontados. Pero sobre todo se
derrumbó aparatosa y vergonzosamente, porque en medio de su colosal riqueza mal
habida y exhibida, hambreó a la población de todos los estratos, en particular a la que chavez les vendió la esperanza de la
existencia, la convirtió en lumpen, carne de cañón, basura humana y les dijo
que ser pobre era bueno, mientras sus hijas se paseaban por las calles de Nueva
York exhibiendo carteras Louis Vuitton; o los sobrinos de la Primera
Combatiente traficaban cocaína y navegaban por el Caribe en yates de lujo,
mientras en las colas de los mercados, se mataban entre sí por una bolsa de
Harina PAN, un par de envases de desodorante, dos litros de aceite, una paquete
de pañales o por un cartón de huevos, que terminó por desaparecer.
Sucumbió por el hijo que no regresó del liceo, por la hija violada o
raptada, por el marido asesinado, por el hermano o el amigo se consumió del
cáncer por falta de reactivos, o la máquina de diálisis irreparada, y por el
estudiante que se quedó indigente porque no se pagaba la beca, ni el pasaje de
regreso. Sucumbió por inútiles, por malvados, comunistas y arbitrarios,
por destruir las instituciones,
abandonados las centrales azucareros, las carreteras, el metro, los buses, las
represas y hasta las señales de tránsito; por haber arruinado a Pdvsa,
financiado y enconchado al Hezbollá, las Farc, Eta, el EPP y al desubicado de Zelaya, Timochenko y quizá
al Chapo Guzmán. Por matones, ladrones de dineros y esperanzas.
Y
ahora, con el resultado de las elecciones, de vaina se quedaron con los
corredores de la droga. Con sus amenazas, lenguaje arrabalero, trampas,
privilegios, control de los medios, insultos a jefes de estado, y motorizados armados perdieron hasta en el 23
de Enero, y en los estados donde mandaban sus esbirros y pillos internacionales
como en Anzoátegui, Barinas, Táchira, Zulia, Portuguesa, Aragua y, Caracas,
donde hasta en la Mesa donde votó maduro, solo 25 votos logró contar.
Con los forajidos de la dictadura se va
Petrocaribe, ALBA y Unasur; todos serán auditados para saber dónde fueron a
parar los dineros de la nación. Con ellos se irán también las pretensiones
totalitarias de los disociados de la región, para renacer la opción de la
libertad, que solo la democracia garantiza; así como el respeto y la sumisión
al imperio de la ley, única e igual para todos.
Juan Jose Monsant
Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant
El Salvador
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