Las deliberaciones sobre los temas ecológicos que
aún están en discusión en el foro COP21 de Paris han puesto de relieve cual es
el tamaño del componente que aporta China a uno de los más acuciantes problemas
que enfrentan los gobiernos del mundo: el deterioro ambiental. El tema a escala
global luce casi insoluble dentro de lo inmediato ya que todas las soluciones
ideadas para reducir las emisiones de gases susceptibles de estimular el
calentamiento global chocan con las políticas decrecimiento económico de cada
país grande o pequeño.
Sin embargo la talla de este gigante no puede ser
deleznada porque la velocidad de su expansión económica y la tasa de
crecimiento de su población tienen un determinante peso en los problemas
ambientales globales. No afectan solo a China, impactan a todo el mundo. China
ha superado a Estados Unidos en las emisiones acumulativas de dióxido de
carbono. China exhibirá 151.000 millones de toneladas para 2016 y los 147.000
millones.
China no ha estado de espaldas a la problemática y
sus autoridades presentes en la reunión de la capital francesa se han esmerado
en presentar los instrumentos introducidos en sus políticas ambientales para ir
al encuentro de ella. No hay razones
para dudar de ello, lo que ocurre es que no son ni serán suficientes.
De acuerdo
con lo que han sostenido sus líderes la meta de la reducción de la
contaminación interna que establecieron hace 5 años fue, en efecto, alcanzada.
Aun así, el ministro del ambiente Chen Jining, fue
franco al informar en Paris que para que el país alcance un significativo
mejoramiento en los niveles de envenenamiento de su aire, de su suelo y de sus
aguas sería imprescindible que la reducción de los diferentes elementos
contaminantes sea de un 30 a 50% mayor que la actual.
No entraremos a discutir lo que se ha hecho y
dejado de hacer en cada uno de los campos que aportan elementos contaminantes
en el país asiático. Lo que sí es claro, es que aunque hay soluciones para cada
uno de ellos, el proceso de su atención y resolución es lento en extremo, es
costoso y genera consecuencias políticas.
Cualquier programa estratégico de reducción de los
efectos contaminantes, requiere de su incorporación en los planes de
desarrollo, necesita desplegar un superlativo esfuerzo de coordinación entre
los diferentes agentes gubernamentales y los actores privados y
transnacionales, tienen un impacto presupuestario que a su vez se traduce en
mayores impuestos a las clases medias
que vienen sustentando el desarrollo del país.
Las medidas de protección ambiental tienen que ver
con el sector agrícola, el energético, el industrial, la inversión hidráulica,
el tema alimentario, el comercial, cada uno de los cuales contribuye al
mantenimiento de la tasa de crecimiento que los gobernantes estiman ideal para
el progreso económico y social del país. Y estas metas son irrenunciables.
Y allí es donde el tema se torna más complejo.
Porque lo que se está poniendo de bulto es que es el crecimiento global del
país lo que tendría que ser controlado sustantivamente para que el tema
climático se logre meter en cintura.
Cuando Beijing devalúa su signo monetario, sin duda
que no lo hace pensando en la limpieza de su atmósfera sino en un estímulo
instantáneo para su economía. Y sin embargo, los daños para el medio ambiente
no se hacen esperar.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
Miranda - Venezuela
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