domingo, 21 de febrero de 2016

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, LA PAPA SE QUEMA, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL, LA SOBERBIA DEL DÉBIL

Nada de lo que hasta ahora presume el gobierno hacer, provocaría el reacomodo que requiere el desarrollo resuelto de Venezuela.
Después de tantas amenazas de anunciar sobre anuncios que vendrían a ordenar el revuelo de realidades contrapuestas, o mejor dicho a desordenar lo que de plano ha estado desarreglado, el eventual presidente de la República se aprestó a dictar una retahíla de medidas que, lejos de servir para imprimirle alguna velocidad y sentido al desarrollo nacional, no sólo se orientaron para acentuar los problemas que han venido emergiendo a consecuencia del desafuero provocado por el actual desgobierno. También, para hacerse de más ingresos fiscales a costa del bolsillo de los venezolanos ya bastante maltratado por causa de la aguda crisis como nunca padecida.

Entre frases de mal gusto, chistes orilleros, manifestaciones de jactancia y señalamientos contra los más conspicuos clientes convertidos, por obra y gracias de la revolución defraudadora, en los archienemigos del socialismo del siglo XXI, o contra la derecha apátrida, comenzó un tedioso y machacón monólogo que, sin justificación alguna, duró más de tres horas. Tiempo éste que pareció no alcanzarle para atormentar a los venezolanos con presunciones que además de imprecisas, carecieron de la contundencia y significación que debe caracterizar las palabras de un jefe de Estado y de gobierno. Sin embargo, la prensa oficialista tituló sus primeras páginas con exagerados enunciados que poco o nada dejaron ver.

Ahí el presidente, con expresiones acicaladas, estaba jugando al papel de encubridor de decisiones que terminarán arrastrando el país hacia depresiones de difícil remonta. Sobre todo, por cuanto detrás de tal desesperación por aparentar lo que no se puede, aunque con el auxilio de la exaltada verborrea, buscó abrir los caminos del ilusionismo que sabe sembrar el populismo demagógico con promesas que se tornan pesadas e improbables de alcanzar.

Todo el cuento del presidente, semejó un acto de entera intimidación. Aquello casi representó ponerle la soga al cuello a los pequeños y medianos empresarios, quienes ahora se verán como en un patíbulo preparado para la horca sin que una medida de compasión pueda evitar la ruina de venezolanos convertidos en pequeños y medianos empresarios. Además, ninguno de los anuncios presidenciales, fue para sembrar esperanzas y animar expectativas de progreso y bienestar público. Todo lo contrario. Aparte de la confusión que el hijo del inmortal arraigó con la ayuda de un discurso intemperante, sectario y retrechero, fue poco lo que dijo dirigido a incitar el coraje necesario para que el venezolano pueda afrontar el impacto de una economía que se tragará la paciencia del pueblo y seguirá devorando la burocracia gubernamental.

La inflación continuará siendo el parásito tropical contra el cual el país seguirá indefenso puesto que se continuará viviendo sin la vacuna que lo someta, controle y evite. Pese a todo el tiempo que duró la cháchara presidencial, no hubo indicios firmes para abolir la escasez o disminuirla en una digna proporción. Lo que dejó ver el anuncio de los nuevos precios de la gasolina, es una nueva fuente de ingresos la cual el alto gobierno exprimirá para su agobiante y acostumbrado proselitismo. Por ello, inventa una nueva oficina, Fondo Nacional de Misiones, desde la cual no pareciera que van a condolerse de los males que, por culpa del desgobierno bolivariano, aquejan al venezolano. Al menos, así puede inferirse al advertir que no tuvo las debidas consideraciones con quienes ven golpeada su salud por falta de medicamentos. O ven que sus trabajos languidecen, por falta de repuestos para sus vehículos usados como medios para afianzar sus ingresos y garantizar el sustento familiar. O por causa de otros bienes ya desaparecidos por dichas causas.

Sin divisas capaces de soportar el aparato productivo prometidas a través del insulso Decreto de Emergencia Económica, impuesto a fuerza de coacción judicial, y sin la confianza necesaria para lograr que su perorata pueda ser creída, reconocida y aceptada, todo será algo así como más o peor de lo mismo. Particularmente, por cuanto nada de lo expuesto por tan impugnado personaje, provocaría el reacomodo que requiere el desarrollo resuelto de Venezuela. Más, cuando a pesar de una crisis que la historia nacional nunca había registrado, dichos anuncios tengan el aval del presente desgobierno para continuar arrasando todo a su paso. Definitivamente, deberá decirse que lo que se escuchó en tan latosa cadena de radio y televisión en voz del mismo presidente, fueron medidas cuyo “toma y dame”, semejó el juego infantil en el cual los jugadores van pasándose un balón que, simulando una “papa” va pasando de mano en mano hasta que literalmente se “quema” quien finalmente lo tiene por lo que debe salir del juego. Es igual a lo que hace el gobierno, que evadiendo responsabilidades, busca siempre inculpar a otros de sus aberrantes decisiones. O sea, que el régimen consume su tiempo como si jugara a “la papa se quema”

VENTANA DE PAPEL

LA SOBERBIA DEL DÉBIL

Cuando quiere descubrírsele la debilidad a alguien, asígnele responsabilidades de poder político y descubrirá hacia dónde dobla la cerviz. Y aunque todos los seres humanos sienten debilidad ante alguna situación, el problema no precisamente es saber los defectos de otros. Sino más que eso, es dar cuenta de las razones que pueden llevar a otros, incluso a modo propio, a contrarrestar las tentaciones que conducen a presumir de lo que no se tiene o de lo que no se es.

Si bien este problema pasa por el análisis con base en la fe, en el sentido emocional y espiritual de lo que ello implica, igualmente dicho problema se asienta en el mundo de lo vanidoso en donde la soberbia actúa como factor de aceleración de todo cuanto puede contribuir a enrarecer ideas y actitudes. A tales extremos puede llegar dicha situación, que la debilidad en la persona se convierte en arrogancia para construir una fe a la medida de las expectativas personales. Es el problema que asalta a quienes, en el ejercicio de la política, se encorvan ante la enfermiza pasión de sentirse superiores a los otros.

Por eso, estas personas afectadas por una superioridad que encubren con discursos piadosos, asumen una actitud insolente que nunca reconocen. Para ellos, sus opiniones valen más que la del resto, pues creen sabérselas todas. Sus razones son argumentos para despreciar a quienes son capaces de mostrar alguna resistencia a sus propuestas. Es el problema que afecta a los tiranos, déspotas y gobernantes autoritarios.

El complejo que los retrae, alienta la petulancia de la cual se valen para atropellar al débil, sin comprender que más débiles son ellos. Presumen conocer el mundo en todas sus dimensiones. No escuchan a nadie a pesar del gasto que autorizan para contratar asesores y adquirir lo que a primera vista consideran necesario, sin que la decisión tomada sea objeto de consulta alguna. Para este tipo de personajes, todo marcha perfectamente. No entienden que mientras más dejen ver su terquedad, más desnuda son sus debilidades.
Su labor pública la fundamentan sobre pretensiones que resultan al final simples excusas que utiliza para disculparse de lo que, como gobernante, no logran realizar o no terminan de hacer. O peor aún, confunden sin razonar el alcance del costo social y económico que su enmarañada determinación indujo. Del costo político, ni hablar pues para eso cuentan con la complicidad de un estamento militar que por corrupto, consiente todo lo que la soberbia gubernamental es capaz de incitar.

Así que mientras una nación esté presidida por gente perturbada por este género de pasiones que oscurecen el horizonte, no habrá garantía alguna para salir del marasmo en que se encuentra. Y todo ello, por causa de lo que menos se sospecha: la soberbia del débil.

“Un gobierno distraído en politiquear con la mayor vulgaridad posible, deja ver que ni tiene idea de cómo gobernar, ni tampoco es capaz de garantizar la gobernabilidad que demanda una nación que busque asegurar
un futuro promisorio”
AJMonagas
        
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela

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