"No hay peor pecado que la estupidez". Oscar Wilde
Siempre he sostenido,
y Mons. Víctor Fernández, Rector de la UCA lo ratificó esta semana, que los
argentinos padecemos de "ombliguismo", ese raro fenómeno que nos hace
creernos el centro de un mundo cada vez más globalizado. Concretamente, usé esa
palabra cuando, hace pocos años, dije que nunca los procesos políticos
nacionales se habían dado fuera de un contexto generalizado similar, al menos
en Latinoamérica y que, como consecuencia de ello, preveía el fin de los
populismos más o menos corruptos en la región, tal como ya está sucediendo en
Venezuela, Brasil, Uruguay, Ecuador, Bolivia y hasta Chile.
El distinguido
prelado la utilizó cuando, a raíz de la fuerte reacción social, justificó el
regalo papal de un rosario a Milagro Sala, detenida por gravísimos delitos
comunes, con el manto de la evangélica caridad con los presos, en especial
aquéllos que aún no han sido condenados, tal como había hecho antes S.S.
Francisco con detenidos en cárceles italianas, y llegó a citar la visita que
Juan Pablo II había hecho a quien atentara contra su vida, perdonándolo de su
pecado. A partir de ese argumento, Mons. Fernández criticó duramente a quienes,
de algún modo, nos sentimos agraviados por la deferencia vaticana hacia quien
tanto mal le ha hecho a la República y a sus instituciones, mientras nos pedía
a los argentinos que dejáramos de mirarnos el ombligo.
Pero, al expresarse
así, el lúcido Rector olvidó otras actitudes muy controvertidas de Su Santidad
en el pasado reciente y, por supuesto, en otras latitudes. El Papa, en sus
visitas a Cuba, no recibió a las Damas de Blanco, que llevan años de
persecución comunista, ni a los líderes de la oposición democrática de la isla;
tampoco, al menos que yo recuerde, ha pedido claramente por la libertad de
Leopoldo López y de los muchos políticos venezolanos que hoy pagan, en la
cárcel, la culpa de haberse plantado frente al chávez-madurismo que azota a su
país; y ni siquiera ha condenado en forma expresa las matanzas de cristianos
que se suceden bajo el terrorismo islámico.
Como se ve, mi
sorpresa ante las raras posiciones de S.S. Francisco no se circunscribe a lo
que sucede en la Argentina, su propio "rancho", sino que abarca el
mundo entero. Soy católico, apostólico y romano, pero mi fidelidad a la Iglesia
no me impide recordar que el Papa sólo es infalible en cuestiones de dogma y,
en todo lo demás, es únicamente un hombre y un líder político y moral de gran
estatura al cual, como a los demás, a veces conviene sugerir procederes.
En este sentido, y
como parte de la Asociación de Abogados para la Justicia y la Concordia, no
puedo dejar de manifestar mi extrañeza ante la falta de respuesta de Su
Santidad, que recibiera de manos de una delegación especialmente enviada hace
un año al Vaticano un completo dossier sobre la situación de los 2000 presos
políticos (militares y civiles, muchos de ellos detenidos hace más de una
década sin sentencia o condenados en juicios amañados) del kirchnerismo que,
para entonces, ya registraban 250 muertos en cautiverio -hoy, superan los 340-
por falta de atención médica, y para los cuales no rigen los beneficios de la
prisión domiciliaria de los mayores de setenta años: nada hizo al respecto, y
sus representantes en el país, los obispos, tampoco. Puedo jurarlo, porque
hablé por teléfono con Mons. Esteban Laxague, titular precisamente de la
Pastoral Penitenciaria, para intentar reunirme y conversar sobre el tema, pero
"mandó la pelota al corner".
Tampoco resultó un
dato menor que otro Obispo, Mons. Lozano, gestionara una reunión de la Tupac Amaru
y de algunos de sus corifeos con el Poder Ejecutivo. Olvidando el principio
constitucional de la división de poderes, revalorizado al extremo por el
gobierno de Mauricio Macri, el sacerdote en cuestión permitió que el tema de la
detención de Milagro Sala adquiriera contornos políticos, susceptibles de
concitar algún apoyo universal de las izquierdas imbéciles, amén de habilitar y
justificar -el famoso rosario mediante- la destituyente protesta que realizaron
los kirchneristas el jueves. Todos parecen hacer caso omiso -o son cómplices-
de las vinculaciones de la jujeña con las organizaciones terroristas
extranjeras, como Sendero Luminoso y FARC, y de su íntima relación con el
narcotráfico.
Otro componente de la
realidad, que me permite afirmar que vivimos en un mundo raro, se refiere al
asesinato del Fiscal Alberto Nisman, a poco de presentar la denuncia por
encubrimiento de los autores del atentado a la AMIA contra la ex Presidente, el
ex Canciller y varios de quienes practicaron -como se hizo en la relación con
Caracas- la "diplomacia paralela". Al acto convocado para conmemorar
el primer aniversario de la marcha del 18F, tan multitudinaria pese al diluvio
que la acompañó, sólo concurrieron mil personas; a trece meses de su muerte, la
vergonzosa Justicia argentina aún se resiste a confirmar la causa y las
circunstancias que rodearon al crimen y, sin embargo, esta curiosa sociedad
demuestra, en los hechos, que ya ni siquiera se preocupa por ello.
Mientras tanto, la
ATE de Micheli ha convocado a un innoble paro nacional para el próximo jueves,
para manifestar su apoyo a los pocos -en comparación con los necesarios- que
han perdido sus prebendas de empleados del Estado recientemente nombrados, con
una pasión digna de mejor causa, por Cristina Kirchner en sus momentos finales.
Lo raro es que, mientras quienes convocan a la huelga intentan que se dé marcha
atrás con esas racionales y justificadas medidas, también se oponen a que se
cobren más impuestos; o sea, critican tanto la enfermedad como el remedio. ¿De dónde
suponen que deben salir los dineros necesarios para soportar tan irracional
gasto?
Y, para concluir, una
rareza final, esta vez expresada por otra prueba viviente de en qué se
convirtieron los organismos de derechos humanos durante la larga noche del
kirchnerismo. La inefable Estela Carlotto dijo sentirse herida en su
"sensibilidad" por la inesperada visita del Presidente Macri a la ex
Escuela de Mecánica de la Armada, hoy llamado Espacio de la Memoria, que
pertenece al Estado nacional representado, por el voto democrático de la
mayoría, por el visitante. ¿Se puede pedir mayor disparate?
Obviamente, los botones que muestran un
aspecto triste de la realidad de la Argentina actual bien hubieran podido
empujar a José Alfredo Jiménez a escribir otro bolero memorable, como aquél que
dio su título a esta nota.
Enrique Guillermo
Avogadro
ega1@avogadro.com.ar
@egavogadro
Argentina – Uruguay -
Brasil
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