La transición se
precipita. Lo digo con la prudencia que aconseja lo visto. Pero se ve imposible
que esta situación catastrófica siga así por muchas semanas más. La salida de
Maduro parece próxima y no sería un mero reemplazo sino una transformación
completa de la dirección del Estado. Su salida, como pieza clave de la
estructura, hará que todas las demás piezas del arco que constituyen el régimen
se desestabilicen. En ese instante, las fuerzas democráticas emergentes están
obligadas a actuar rápido, de modo concertado y en procura del mayor apoyo
posible.
Hay cuatro tareas
inmediatas: 1) instauración de un gobierno de amplitud nacional; 2) restablecimiento
de las libertades públicas; 3) libertad de los presos políticos; 4) provisión
inmediata de alimentos y medicinas, mediante una importación masiva, con el
apoyo de gobiernos, ONG y organizaciones multilaterales; los venezolanos en el
exterior pueden constituirse en una gigantesca red de apoyo, canalizada a
través de las universidades nacionales.
Esas son medidas de
carácter político y social que, luego, tienen que ser acompañadas por políticas
económicas y financieras para domesticar la inflación y la escasez. La
unificación cambiaria, con las precauciones necesarias para que no se produzca
un temblor financiero inmanejable, la negociación inevitable con el Fondo
Monetario Internacional y la búsqueda de perfiles realistas para la inmensa
deuda interna y externa, todo lo cual debe conducir a la provisión de recursos
en dólares para las importaciones indispensables y en bolívares para
compensaciones salariales significativas. En este caso, para los trabajadores
formales a través de sus empresas, y para los trabajadores informales a través
de los registros existentes en las diferentes “misiones”.
Aunque toma su
tiempo, debe iniciarse en forma urgente la reinstitucionalización de la Fuerza
Armada a cargo de militares probos e institucionalistas; del Banco Central y de
Pdvsa. Así como la reestructuración inmediata del Tribunal Supremo y del CNE,
como primeras tareas para abordar las elecciones presidenciales y de
gobernadores, que son las más inmediatas. Para las elecciones presidenciales
debería haber también una agenda común para que, independientemente del número
de candidatos, el triunfador gobierne con su partido y los de sus competidores.
Para definir las
políticas no se tratará de contiendas entre escuelas de pensamiento sino de
propuestas pragmáticas para una ciudadanía que inundará la transición con sus
demandas, ahora reprimidas o demoradas.
Así lo veo.
Carlos Blanco G.
@carlosblancog
www.tiempodepalabra.com
El Nacional
Caracas - Venezuela
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