Que el sistema
económico actual a nivel mundial es el capitalismo de libre mercado, es algo
que resulta habitual escuchar y leer en casi todas partes, y -en verdad-
existen muy pero muy pocas personas que dudan de ello. Y esto, no sólo
considerando la gente común y corriente, sino importantes profesionales, de
prácticamente todos los campos de las ciencias, incluyendo a varios premios
nobel también de todas las ramas del saber, involucrando, por supuesto, la
economía.
Correlativamente con
esta idea, también existe la convicción (entre el mismo grupo de personas) que
el librecomercio es la regla actual en el mundo económico internacional,
atribuyéndose a aquel capitalismo y a este libre comercio exterior la causa de
la pobreza.
"Esta visión
peculiar del comercio exterior procede en gran medida de la versión
mercantilista, especialmente aquel razonamiento que se conoce con el nombre de
“el Dogma Montaigne” el cual sostiene que la pobreza de los pobres es
consecuencia de la riqueza de los ricos. Montaigne analizaba el lado monetario
de las transacciones.
De este modo se imaginaba que si alguien vende una silla
y obtiene cien pesos, el vendedor ha aumentado su patrimonio por esa suma
mientras que el comprador lo ha reducido por el mismo monto. Desde luego que
con este razonamiento se pierde el lado no monetario de la transacción y
también se pierde de vista que en toda transacción libre y voluntaria ambas
partes ganan. Si el comprador de la silla realizó la transacción es porque para
él los cien pesos tienen un valor menor que la silla que obtuvo a cambio y lo
mismo ocurre en la dirección opuesta con el vendedor. Pero del Dogma Montaigne
surge el deseo morboso de acumular divisas como si la situación de caja y
bancos y la correspondiente liquidez reflejara solidez patrimonial. Cualquiera
que haya estudiado introducción a la contabilidad sabe que las riquezas y
pobrezas relativas se miden en base a los patrimonios netos y no a la
disponibilidad de efectivo."[1]
En la enorme
popularidad del dogma en cuestión (que en su hora no fue cuestionado, y que por
tal motivo se lo bautizó como dogma precisamente) encontramos el origen remoto
de la justificación teórica que diera -mucho mas tarde- pie al socialismo y al
intervencionismo económico más generalizado a horizonte planetario. No existe
mejor prueba del éxito del dogma en cuestión que observar lo extendido que está
en las naciones la tendencia de los gobiernos a interferir en los asuntos
económicos y a restringir las transacciones, ya no solamente internacionales
sino también en el ámbito interno.
"Vale la pena
detenerse en una cita de Robert Lekachman en la que describe el significado del
mercantilismo: Colbert, el más grande de los mercantilistas
franceses del siglo XVII, dio forma a numerosos controles, profusamente
detallados sobre los productos manufacturados. Colbert buscaba la uniformidad
nacional de los artículos elaborados [...] sus reglamentaciones eran
meticulosas y minuciosas. Los decretos para el período 1666-1730 ocuparon
cuatro volúmenes, totalizando 2.100 páginas. Le dieron aun mayor vigor tres
suplementos aparecidos posteriormente, casi tan substanciales como los
anteriores. La observancia de estas leyes era una constante preocupación.
El
intendente, el representante del Rey en cada distrito, era el responsable de la
obediencia de los fabricantes y comerciantes. Por lo tanto, sus funcionarios
realizaban periódicas es imprevistas inspecciones. Cuando encontraban que un
género, en cualquiera de sus etapas de elaboración, no estaba encuadrado dentro
de las especificaciones, estaban facultados a aplicar el castigo
correspondiente que, por lo general, era una cantidad establecida de azotes
[...][2]
El paralelismo -a la luz de la cita anterior-
con nuestra época es asombroso. Parece al respecto que nada hubiera cambiado.
Incluso a los argentinos evoca la memoria del ex secretario de comercio
interior, el peronista Guillermo Moreno, funcionario del FpV de los Kirchner,
cuyas pretensiones y acciones –salvando las diferencias de épocas- eran usualmente
análogas a las de Colbert. Pero es de justicia decir que no sólo Colbert y
Moreno procedieron de manera similar, sino que habitualmente la mayoría de los
funcionarios que se hacen cargo de las carteras de economía en el plano
nacional siguen políticas similares, lo que permite ver la vigencia del dogma
Montaigne en el tiempo desde aquel lejano siglo XVI hasta nuestros días,
constituyendo una nueva prueba de cómo extendidos errores perduran a lo largo
de los siglos y resisten al tiempo.
Claro que, ya no se estila aplicar azotes a
quienes tratan de vivir honestamente del fruto de su trabajo, aun cuando
funcionarios como el mentado Moreno hubieran compartido de muy buen agrado esa
pena u otras peores. Hoy en día, los que "osan" querer comerciar sin
trabas burocráticas son sancionados con impuestos, multas, confiscaciones y, en
no pocos casos, condenas de prisión.
"En el siglo
XVII, la primera reacción sistemática contra el prevalente mercantilismo fue la
fisiocracia. Como es sabido, el mercantilismo consiste en la insidiosa
intromisión gubernamental en los negocios privados. Constituye el aspecto
medular de esta corriente de pensamiento el establecimiento de precios máximos,
monopolios estatales, permisos para comerciar, la imposición de carnets para
agremiarse y la manía de controlar el comercio exterior suponiendo que es bueno
exportar y malo importar. Los comerciantes pedían que se deje hacer
(laissez-faire) a las actividades lícitas.
Era un grito de libertad y un pedido
angustioso a las autoridades para que no se entrometan en el comercio libre.
Cada vez que los gobernantes arremeten contra la capacidad creativa y la
producción de bienes y servicios se repite el pedido de laissez-faire, aunque
no se recurra textualmente a esa expresión francesa."[3]
No cabe duda -a la luz de esta cita- que el
sistema económico actual -no sólo en Argentina sino a nivel global- es de este
tipo, es decir, mercantilista. Como tampoco existe ningún margen de error
cuando afirmamos que el mercantilismo no tiene puntos de contacto con el
liberalismo ni con el capitalismo.
[1] Alberto Benegas
Lynch (h) "Comercio exterior e integración regional". Pág. 5
[2] Alberto Benegas
Lynch (h) "Comercio... ". Idem pag. 5
[3] Alberto Benegas
Lynch (h). El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana. Pág. 306.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
Acción Humana
Argentina
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