Resulta trágico que en Venezuela pretendamos superar el pasado y construir lo nuevo con las viejas
respuestas de ayer sin atrevernos a plantearnos nuevas preguntas.
Las respuestas sólo sirven para repetir el mundo. Son las preguntas las
que son capaces de imaginar y crear lo nuevo. Si en verdad pretendemos crear un
mundo nuevo necesitamos negociar nuevas preguntas y a partir de ellas,
construir nuevas respuestas. Es sorprendente cómo el discurso de los
políticos adolece de falta de creatividad
y resulta cada vez más repetitivo, cansón y sin credibilidad.
Venezuela necesita recrear la política con dirigentes con
una muy fuerte vocación social, humildes
pero creativos, que no se crean
los únicos poseedores de la verdad, sino buscadores de ella con los otros diferentes. Para ello, es
necesaria una autocrítica sincera y
despiadada para evaluar lo que no camina, para determinar qué hay que hacer,
qué se está haciendo bien, qué se está haciendo mal y qué hay que dejar de
hacer para que los logros deseados vayan
dejando de ser meras promesas y se conviertan en realidades. No se puede aspirar a construir un nuevo
futuro reproduciendo y agigantando los errores del pasado. Detrás de muchos
discursos prepotentes se oculta el
temor, la inseguridad y la falta de ideas. Si Einstein decía que no hay prueba
de estupidez mayor que pretender nuevos resultados haciendo siempre lo mismo,
el gobierno debería replantearse una revisión profunda y valiente de sus
políticas y sus certezas.
No podemos seguir dando respuestas de ayer a los problemas de hoy. Los tiempos de incertidumbre que vivimos deberían estimular la crítica, la creatividad y la osadía de los genuinos ciudadanos. Es necesario abandonar de una vez el futuro que viene de atrás y buscar el futuro mejor que está adelante, un futuro deseable que debemos construir entre todos.
El gobierno trata de justificar su fracaso señalando los logros en políticas sociales, pero eso es muy poco para lo que se podía y debía haber
hecho con los inmensos recursos que ha malbaratado, el gran apoyo popular de
que ha disfrutado y el acaparamiento de
todos los poderes. En estos últimos años de abundancia, nos volvimoshemos
vuelto más dependientes del petróleo, hemos destruido el aparato productivo, hemos pulverizado el
bolívar, la inflación ha diluido los ahorros,
y no sólo no hemos sido capaces de resolver alguno de los problemas
esenciales, sino que se han agudizado todos. El país parece un enorme
cementerio de promesas fracasadas:
fundos zamoranos, quiebre de empresas
expropiadas o estatizadas, gallineros
verticales, ruta de la empanada,
heladería copelia, camastrón para turismo del pueblo, areperas socialistas,
huertos oligopónicos, cooperativas, y tantos otros proyectos que dilapidaron miles de millones
sin los resultados esperados. ¿Y nadie
va a responsabilizarse por los miles de millones malgastados? ¿Acaso la
ineficiencia no es una forma perversa de malversación y de saqueo?
Antonio Perez
Esclarin
pesclarin@gmail.com
@pesclarin
Zulia - Venezuela
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