“La frustración
del venezolano se está transformando en rabia. Y eso genera algo muy delicado:
la sociedad está engatillada. Los niveles de conflictividad aumentan; porque, es
real que no hay recursos y estamos viviendo el empobrecimiento de Venezuela. El
gobierno asumió el poder, y llegó ofreciendo cambios que elevaron las
expectativas de la población. Cuando esos niveles caen, se genera una situación
muy delicada en el país”.
“¡Sociedad engatillada!” Repito, admitiendo que la frase
de Roberto Briceño León, del Observatorio Venezolano de Violencia -mi
entrevistado de este jueves- es contundente y perfecta para describir lo que
muchos percibimos: Venezuela está de a toque, como decimos en criollo. Pero, el
doctor Briceño León fue mucho más allá, un poco para responder a mi pregunta de
si estamos o no a punto de otro estallido social: “Es muy difícil prever cuándo
una chispa se convierte en un incendio en la pradera”.
No obstante, aclara basado en sus estudios, que en
nuestro país están dadas todas las condiciones para la conflictividad porque
hay pobreza. Y este empobrecimiento ocurre después de altas expectativas y
muchas promesas. Promesas formuladas para lograr un objetivo: llegar al poder.
“A los venezolanos de escasos recursos les ofrecieron no solo viviendas, sino
viviendas muy bien equipadas. Nos ofrecieron independencia de poderes,
seguridad y un bolívar fuerte. No cumplieron con nada de eso. Llegaron hablando
de una revolución que prometía cambios y la revolución es una gran estafa. Un
fraude. El gobierno se convierte en un gran estafador: nos prometió oro y nos
entregó baratijas”, dice.
Uno su comentario con lo que leí en el artículo de
Alejando Moreno, “En masa”, publicado el pasado martes 21 de febrero, quien
describe que la violencia masiva tenía rasgos de defensa, y que la gente se
reunía circunstancialmente, para enfrentar al delincuente. Pero, que ahora, “el
ciudadano común imita al hampón impune y con él se mezcla y se confunde”. Le
pregunto si acaso esa no es la reacción natural de quien se tropieza con un
Estado que en vez de proteger lo que hace es matar, disparando en la población
el derecho a asumir una situación de auto defensa.
“El ciudadano no aprueba el delito. Lo que pasa es que
está desprotegido y no tiene a quién acudir”. Insiste en que el discurso de
Chávez sirvió para quebrantar la ley y aumentar las expectativas con propósitos
electorales a corto plazo; pero no para alentar a la gente a superarse. Rescata
de sus investigaciones la capacidad del pueblo y su apego a la democracia. “La
población venezolana tiene una idea muy clara de lo que es la ley y cómo
cumplirla; sin embargo, está enfocada luchando con los problemas porque no
cuenta con las autoridades. El gobierno no da la cara por la gente honesta”.
Asegura que el cambio es muy difícil debido a que existe un abismo muy grande
entre las expectativas y la capacidad de satisfacerlas. Y esto genera mucha
tensión, caldo de cultivo para la violencia y la conflictividad.
Es duro saber que, en los actuales momentos, Caracas
superó a Ciudad Juárez –la que en su momento fuera la ciudad más violenta de
México- y a Medellín, registrando en 2015 la tasa más elevada de homicidios. Y
esto, con toda certeza, alentado desde el mismo gobierno. Porque la
delincuencia desbordada es la meta de todo gobierno autoritario. “El mensaje
con el que Chávez llega al poder, no era más que un elogio sistemático de la
violencia. Y el mejor ejemplo es que Chávez nunca festejó el día que ganó sino
el día de su fallido alzamiento”, asevera.
No podemos dejar a un lado la corrupción. El Estado
autoritario que nos desgobierna impuso controles en todos los órdenes lo que,
para Briceño León, propicia “negocios” para saltar estos controles; y, por
supuesto, los “negocios” generan crimen. Un gran círculo vicioso que nos hunde
y nos proyecta como una de las naciones más corruptas del mundo.
Esto me lleva a reconocer lo astuto que ha sido el
régimen, todo en aras de mantenerse al mando de la nación. La situación en la
que estamos es parte de su estrategia para perpetuarse en el poder. Es un juego
político perverso de las actuales autoridades que, a propósito del progresivo
descenso en credibilidad y popularidad de su liderazgo, están jugando con el
estallido social para, de esa manera, tirar a la FANB a la calle, con el
consabido proceso de suspensión de garantías constitucionales y así abrogarse
el poder absoluto de la violencia, oficializando un gobierno de facto; sin
importarle incluso la posible abismada observancia del concierto internacional
de países hermanos.
Por eso, no creo que estemos frente a ninguna crisis
humanitaria. Es mentira. Porque para este modelo Estado/Comunista/Autoritario
todo forma parte de un plan concebido con cinismo y alevosía. Mientras más
débiles se vuelven el individuo y la sociedad, más fuerte se hace el modelo
Estado/Comunista/Autoritario, garantizando su perpetuación en el poder. Al
modelo Estado/Comunista/Autoritario no le importan ni le interesan las carencias:
le importa el hampa, que son ellos mismos. Al fin de cuenta, en qué consiste
este modelo: ¿calidad? ¿abundancia? ¿mejoras? ¿prosperidad? ¿modernidad?
¿felicidad? No, es todo lo contrario. Este modelo aboga por el debilitamiento
de la sociedad. Infunde terror para neutralizarla, aun cuando está engatillada.
José Domingo Blanco
(Mingo)
@mingo_1
Caracas - Venezuela
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