Para deslindar entre el bien y el mal, el Creador, el
Eterno permitió la existencia de Satanás, previamente hecho por Él, y de ese
modo fuese sencillo a quien hiciese luego o permitiese su existencia,
distinguir entre el bien, la belleza, el amor, la verdad y el mal, la fealdad, el odio, la mentira. Y
cuando creó al hombre, lo hizo por su propia necesidad, pues, necesitaba Dios
que se le reconociera para poder existir, de verdad; Él antes ya era El, pero
nadie sabía de él y tampoco el diablo, quiero decir Satán, que con nadie tendría cómo negociar ni menos inducir a que conociera lo
prohibido para que en ese detalle,
pudiera ser el hombre como dioses. Dios, pues, y el diablo, nos necesitan por
diversos motivos, causas, y tal vez hasta razones. En buen grado ambos nos
necesitan para demostrarse su poder, su capacidad y, en definitiva, su
existencia.
En este
devenir, el hombre creó el arte, al ciencia, la tecnología, los hizo tan bien,
tan maravillosamente bien que, como su cualidad perenne, diríase eterna, todo
cuanto se crea y se creara siempre pudiera ser perfeccionado cada día y cada
instante, es decir, siempre.
Las cosas de la creación del hombre no están acabadas, sino que cada vez
son el comienzo de lo que será cada día, cada instante, cada mañana. Y el
hombre creó también el Poder, que en su
propia creación satánica, el poder es la hechura humana con más capacidad de
pervertir, destruir, asesinar, estafar, engañar, mentir y una vez creado el
Poder, al hombre le pasó como a dios, creado Satán el propio dios no puede
destruir y, de hacerlo, al final de los tiempos, al menos se vería obligado a
dejar el infierno, porque la resurrección del ser perverso seria reconocer que
como al bien también al mal se puede premiar y así la existencia del bien se
haría inútil.
Para
resolver el conflicto entre el poder y el hombre, el Hombre creó la ética, y la
puso por encima del hombre y del poder si el hombre, Hombre es. Y el hombre es Hombre cuando
es libre y ello se da cuando se zafa de
las garras del poder, sea el del consejero, del seductor, del dictador,
traidor, del fetiche, del refugio que ordena el qué hacer. Del terrorista, del inquisidor. Del miedo a
la verdad. Se es libre cuando se acatan las leyes, las normas, los
derechos y obligaciones que implican el
reconocimiento del otro y a partir de ese hecho, el reconocimiento de sí
mismo, y así por necesidad individual y
social se impone la cohabitación y tolerancia con flexibilidad pero sin renunciar a la razón y a la ética. Y tal como se infiere, se impone el rechazo a
la arbitrariedad, la injusticia la ineticidad,
en fin, a todo aquello que niega el ejercicio pleno de la libertad. Ser
libre es el espacio donde cada quien se reconozca a si mismo, porque reconoce
al otro. Pues bien, entre estas maravillas creó a La Universidad. Y en ese
hacer asignó a La Universidad, para
siempre, el fin superior, el más sublime de todos, las búsquedas de la verdad,
conocer la verdad. La verdad que anima el conocimiento por el camino inagotable de indagar. Y la investigación reclama, como su condición
esencial, la libertad y la libertad exige, como necesidad, la autonomía.
Y así como
el hombre ha hecho tales proezas por la libertad, también como engendros del
poder engendró a los Torquemada, uno de entre los Hunos, los verdugos
encargados de las ejecuciones, los sepultureros y entre lo otros, los
mercenarios, los mujiquita, los tartufo, los mercaderes, que en este caso
trágico se han apoderado de la Universidad. Como Hunos y como esos otros
convocan a elecciones apoyados en una decisión de un TSJ donde anida, crece, se fortalece la mala fe,
el odio a la verdad, el asco a la belleza; la negación total a la crítica, la
absoluta ausencia de racionalidad; son
los Torquemada del estado terrorista e inquiridor que preside Maduro
PSUV, pero que también es el centro de
la falsa conciencia de los gremios y de los traficantes actores de la
pseudoacademia, que cohonestan tan macabra, vil criminal decisión del TSJ. La
decisión más obscura del chavismo, que hace del terrorismo ideológico, sin
fundamento solo la arbitrariedad voluptuosa de su fetiche, y asumido como su
dios mediante el culto a la personalidad por sus secuaces. Delenda est Cartago,
reiteraba Catón, el Viejo. Asaltar la razón, destruirla, es el núcleo de
proyecto nazi, y de todo dictador, alimentado aun mas si éste es un almacén de
soberbia e ignorancia, como es Chávez, Maduro o Diosdado y los son los “magistrados” servidores del
régimen, ayunos de justicia, de ética, de conocimiento.
Todos
saben, conocemos que la Constitución es la ley superior que está libre de interpretación, porque una
de sus exigencias radica en su lenguaje taxativo, denotativo. La sala
constitucional tiene por principio y
definición la función de determinar si
una ley está en concordancia o colide con la constitución, siguiendo su texto
univoco, su razón, espíritu y propósito. Gritará el gordo Escurra, con su
gordura de ideólogo del reino de Humpty
Dumpty, el poder está por encima de la
constitución. ”Llegó el comandante y
mandó a parar” y si hubiere alguna duda en la constitución, existen modelos de lógica,
teorías y metateorías y experiencias que orientan a los tales “interpretes “.
El artículo
109 no deja ni una micra de duda. El
Estado reconocerá la autonomía universitaria como principio y jerarquía que
permite a los profesores, profesoras, estudiantes, estudiantas, egresados y
egresadas de la comunidad dedicarse a la búsqueda del conocimiento a través de
la investigación científica, humanística y tecnológica, para beneficio
espiritual y material de la Nación. Las universidades autónomas se darán sus
normas de gobierno, funcionamiento y la administración eficiente de su
patrimonio bajo el control y vigilancia que a tales efectos establezca la ley…
Americo Dario Gollo
Chávez
americod@gmail.com
@americogollo
Zulia - Venezuela
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