Abrazarlas
fuerte, como se abraza a una hermana, ha sido siempre un motivo de lágrimas que
no puedo contener, sentimientos que corren por la sangre día a día cuando uno
está tan lejos, pero tan cerca de nuestras querencias, de nuestras raíces. Cada
vez que encuentro a Lilian Tintori o a Mitzy Ledezma en la que ahora es mi casa
grande, en cualquier lugar del mundo donde estoy, los recuerdos brotan a flor
de piel de ese pedazo de tierra que llaman Venezuela.
Y
es que estas dos mujeres transmiten la fuerza de un tsunami y la paz de quienes
con convicción defienden los valores de libertad y justicia. Hablar de su vida,
de cómo han tenido que abandonar su cotidianidad para salir a defender a sus
maridos y adoptar las causas de los 77 presos políticos venezolanos, es contarles
lo que es hoy mi querido país: “una gran cárcel” de 30 millones de presos de
una tiranía que ha pretendido quitarnos la alegría, la libertad, la esperanza
en una mejor Venezuela.
Y
digo una gran cárcel porque son muy pocos los venezolanos que pueden salir hoy
fuera de sus fronteras. El régimen ha logrado que la población se empobrezca
minuto a minuto, y que la inflación los arrope a tal punto que en muchos
hogares solo comen una vez al día, en otros los padres prefieren que los niños
no vayan a la escuela para que hagan cola en búsqueda de comida frente a los
supermercados, o porque no hay dinero para pasajes para ir al colegio.
El
venezolano ha tenido que conformarse con los carros viejos, los autobuses
destartalados, las calles y avenidas destrozadas, la basura esparcida en las
aceras oscuras y sucias, las alcantarillas rotas, pero eso sí, las paredes
forradas con los ojos pintados del fallecido Chávez vigilando su triste legado:
la catástrofe económica, política y social que le heredó a quienes hoy
prorrogan su agónico proyecto con la pesadez propia de una pereza cruzando una
autopista.
Hay
quienes piensan que cuando se está en el exilio, se pierden las perspectivas de
cómo se vive el día a día. Yo puedo decirles que los venezolanos en el exilio
que he conocido llevan su lejanía muy afanados por no despegarse de sus raíces,
por no perder ni un solo momento importante de los sucesos diarios, y basta con
ver la bandera tricolor o leer una noticia en un diario extranjero para que se
le pongan a uno los ojos aguados y se le acelere el corazón.
Siempre
digo que cuando flaqueo pienso en quienes quedaron allá en nuestro país, y nos
necesitan afuera, para poder ser útiles en sus causas. Que se conozca la
existencia de La Tumba, que se conozca la vileza del régimen cuando niega la
atención médica oportuna a sus secuestrados políticos, que se conozca los malos
tratos y torturas a los que han sido sometidos manifestantes que solo exigen
sus derechos, es nuestra obligación. Pienso en Leopoldo López, el preso libre
del régimen de Maduro, el que no flaqueó ni un segundo en decirle a su juez
verdugo, que era ella la que tenía miedo de escucharse a sí misma condenándolo.
Pienso
en los policías metropolitanos que continúan en Ramo Verde, en Bolívar, Pérez,
Molina, Hurtado y Rovain. Pienso en Lorent Saleh y Gabriel Vallés en la Tumba,
en Rolando, Otoniel y Juan Guevara, en Gerardo Carrero, Rony Navarro, Rosmit
Mantilla, Renzo Prieto, Vilcar Fernández y el resto de los muchachos que están
en el Helicoide, en Raúl Baduel y Alexander Tirado en Tocuyito, pienso en Vasco
da Costa en San Juan de los Morros, en Efraín Ortega y José Luis Santamaría en
el Rodeo, en Araminta González en el INOF, en Henry Salazar, Juan Carlos Nieto,
Oswaldo Hernández y todos los militares presos por golpes de Estado inventados.
En
fin, pienso en los días y noches de los presos del régimen de Maduro, detrás de
esos barrotes donde el tiempo pareciera detenerse y la vida pasa como una
película en cámara lenta.
Esta
semana se cumplió un año del suicidio de Rodolfo González en las mazmorras del
Helicoide. Él se sacrificó para que los jóvenes ahí detenidos no fueran
trasladados a cárceles comunes a lo largo del país. El dejó una familia y una
lucha de 16 años porque no se perdiera la democracia en Venezuela. También esta
semana se volvió a diferir la audiencia preliminar de Lorent y Gabriel, quienes
ya tienen un año y seis meses presos sin acusación formal. Para el alcalde
Antonio Ledezma están pidiendo 26 años de cárcel y Manuel Rosales será juzgado en
prisión.
Han
pasado ya dos años de la muerte de Geraldine Moreno, a quien un día le robaron
sus sueños cobardemente, destrozándole la cara a quema ropa; de la muerte de
Alejandro Márquez a quien le robaron sus sueños a punta de patadas y golpes; de
la muerte de Daniel Tinoco, víctima de colectivos armados, de la muerte de
Génesis Carmona, quien suplicó que no la dejaran morir….a pesar del tiempo,
ellos continúan en la memoria de quienes tenemos la misión de buscar la
justicia y la verdad.
Los
venezolanos tenemos prohibido cansarnos y olvidar a quienes están presos por
motivos políticos. Siempre dije que mientras haya uno de nosotros luchando por
devolverle a nuestro país el Estado de Derecho y la libertad, hay esperanzas.
Hoy hay millones de venezolanos remando en la misma dirección: una Venezuela
libre y democrática.
Tamara
Suju Roa
tamarasuju96@gmail.com
@TAMARA_SUJU
Praga - Chequia
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