El importante viaje a
la América Latina que realizará el presidente Barack Obama, con la finalidad de
visitar a Cuba y Argentina, los días 21 al 24 de marzo, es una hábil jugada
política que tendrá, sin lugar a dudas, trascendentes consecuencias en la
política interior y exterior de los Estados Unidos. Llego a pensar que no sólo
se trata de consolidar el prestigio de Obama y del partido Demócrata en la
región, sino que busca además influir en las cercanas elecciones
norteamericanas.
El primer aspecto interesante es la escogencia de dos países
con gobiernos tan distantes ideológicamente. Creo que es una manera de atraerse
a un importante sector del pueblo norteamericano que desea la apertura hacia
Cuba y al mismo tiempo tranquilizar a los grupos conservadores que pueden estar
inquietos por ese viaje. Me referiré en este artículo a la visita a Cuba y
dejaré para la próxima semana mis comentarios sobre el impacto que tendrá el
acercamiento de los Estados Unidos con Argentina.
No es fácil de
entender y aceptar el viaje a Cuba. En cualquier evaluación que se haga influye
de inmediato el concepto que se tenga de la Revolución Cubana. Sin duda, hay
numerosas razones para ser un severo crítico de todo el daño causado al pueblo
cubano y a la democracia. Tengo la experiencia personal de haber discutido, en
1993, como canciller de Venezuela, con Fidel Castro, por varias horas, sobre
una posible transición hacia la democracia. Esa conversación es importante
reseñarla. Hay también que valorar las distintas posiciones que, tanto los
Estados Unidos como Cuba, buscarán imponer en dichas negociaciones. El diario
Gramna, órgano del Partido Comunista, mantuvo que “Cuba dará la bienvenida a
Obama pero no renunciará a ninguno de sus principios revolucionarios y anti
imperialistas”. Al mismo tiempo, el presidente Obama, en una entrevista en CNN,
afirmó que en la normalización de las relaciones con Cuba “no se trata de hacer
concesiones al régimen” y que “no ignora las violaciones a los derechos humanos
y las limitaciones al ejercicio democrático”.
Mi visita oficial, como canciller de
Venezuela a Cuba, había sido planificada antes del absurdo enjuiciamiento del
presidente Carlos Andrés Pérez. En varias oportunidades conversamos sobre el
tema y concluimos que la crisis económica que enfrentaba el régimen cubano,
después de la disolución de la Unión Soviética y la eliminación del subsidio
económico, era un momento oportuno para plantearle a Fidel Castro una posible
apertura política hacia un régimen democrático. Lamentablemente, la crisis
política que vivía el gobierno del presidente Pérez no permitió que se
realizara el viaje a principios de 1993. A mediados de julio de ese año
conversé con el presidente Ramón J. Velásquez sobre dicho asunto. Llegamos a la
misma conclusión. Viajé a La Habana el 14 de septiembre de ese año. Fui
recibido por el canciller Roberto Robaina y nuestro embajador Gonzalo García
Bustillos. En la noche, el embajador García dio una recepción en su residencia
en mi honor. De repente, se nos informó que, en pocos minutos, llegaría a la
recepción Fidel Castro.
Lo recibimos en la puerta de la
residencia. Mi primera sorpresa fue que solicitó que nos reuniéramos en un
salón sin interesarle asistir a la recepción. Conversamos por más de cuatro
horas. Al principio revisó los temas binacionales. De inmediato tocó el tema
político. Me consultó sobre la estabilidad del gobierno venezolano. Le respondí
largamente. La conversación languideció un poco. Aproveché la oportunidad para
colocar como centro de la discusión la necesidad de una apertura política en
Cuba. Me explicó que después de la caída del Muro de Berlín, él había
reflexionado largamente: “Seguí con mucho interés el proceso de la Perestroika
y del Glasnost en la Unión Soviética. Fíjese en el fracaso de Gorbachov. Me
gusta más la experiencia de China. Han logrado un gran éxito económico sin
comprometer la estabilidad del régimen comunista. Definitivamente Deng Xiaoping
tiene un mayor sentido político. Gorbachov es un iluso. Yeltsin asegurará el
poder. El tiempo de Gorbachov terminó. El es responsable de la destrucción de
la Unión Soviética”…
Mi respuesta fue
terminante: “Tratar de comparar el proceso chino con el cubano es un absurdo.
China está ubicada en el Asia, Cuba a 90 kilómetros de los Estados Unidos. Esta
realidad geopolítica obliga a tomar medidas distintas. Seguir el ejemplo chino
traería como consecuencia que la apertura política se desarrolle de forma
espontánea perdiéndose la oportunidad histórica de realizar una exitosa
transición”… Han pasado más de veinte años. Fidel Castro, en su momento, evaluó
con acierto las posibilidades reales que existían para preservar el poder y el
significado que tendría el triunfo de Hugo Chávez. Ahora, su hermano Raúl,
entiende que sin el apoyo económico venezolano no puede sostenerse y busca para
reemplazarlo la apertura hacia los Estados Unidos. Ese acercamiento tiene un
sólo objetivo: superar la crisis económica, preservando el régimen totalitario.
Esta realidad deben conocerla el presidente Obama y los sectores democráticos
latinoamericanos. Por eso es necesario fortalecer a la oposición democrática
cubana, para que pueda tener alguna opción de poder al desaparecer los Castro y
la camarilla comunista intente preservar el régimen totalitario.
Fernando
Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich
Caracas-
Venezuela.
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