La visita del
presidente Barack Obama a Cuba obliga a un examen apresurado de la forma en que
ambos gobiernos han tratado sus diferencias de más de medio siglo.
Estas dos capitales
representan modelos ideológicos, políticos y sociales antagónicos, sin embargo,
no significa que sus respectivos pueblos sean enemigos, como han sido sus líderes por décadas, a
pesar que desde La Habana se instrumentó una política de estado contra Estados
Unidos y lo que representa.
La enemistad entre
ambos gobiernos estuvo signada por la violencia. La Casa Blanca se empeñó en
destronar a la dinastía de los Castro
pero el Clan de Biran, aun antes de llegar al poder, había manifestado
que su verdadero enemigo sería Estados Unidos, en cuanto triunfara la
insurrección.
Si Washington
instruyó, armó y financió operaciones militares contra la dictadura castrista,
sus enemigos de Cuba apoyaron de diferentes maneras a todos los grupos anti
sistema que operaron en ese país, entre ellos, los Panteras Negras, Los
Macheteros y los Weatherman, por solo mencionar
unos pocos de una larga lista.
Washington también
fomentó fórmulas para contener el expansionismo castrista. Decretó un embargo
como política de contención y dictó leyes con el objetivo de reducir la
capacidad de acción de la dictadura insular.
Aunque a algunos no
les gusta rememorar el pasado, Cuba fue
la plataforma militar soviética más importante en el exterior, base de
submarinos, de espionaje y varias instalaciones de misiles con capacidad
nuclear para destruir ciudades estadounidense.
Los Castro a consonó
con sus intereses y en el marco de sus planes de ser uno de los protagonistas
de la Guerra Fría, auspició una política de subversión en todo el hemisferio
con el objetivo de dañar los intereses de Estados Unidos y el establecimiento
de gobiernos aliados que también confrontaran con la nación del norte.
Los proyectos
subversivos castristas se implementaron en
diferentes lugares del mundo, África y Asia en particular. Ejércitos
mercenarios cubanos ocuparon países africanos. Cuba fue taller para entrenar
terroristas de la ETA y del IRA irlandés,
también a Tupamaros y narcoterroristas de las FARC.
Es evidente que entre
ambos gobiernos hubo grandes diferencias, intenciones de mutua destrucción, se
espiaron y conspiró abiertamente el uno contra el otro, mientras, en foros internacionales aireaban ácidamente sus
diferencias
Sin embargo, desde el
principio del diferendo hubo un notable
contraste entre la actuación de Washington y La Habana.
El ejecutivo
estadounidense no gestó en su pueblo una política de odio contra Cuba. No
orquestó campañas en contra de la música de la isla, tampoco contra otras
expresiones de arte y cultura, ni organizaban marchas, protestas y conferencias
para desacreditar los valores de la sociedad insular.
Por parte de La
Habana, como dijera Ernesto Guevara, "el odio como factor de lucha, el
odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones
naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz violenta, selectiva y
fría máquina de matar, nuestros soldados deben ser así, un pueblo sin odio no
puede triunfar sobre un enemigo brutal", fue la consigna y la actuación
oficial.
Fue el gobierno
cubano quien ordenó el derribo del monumento al acorazado Maine, una intensa
campaña contra la música, el arte y los productos que se fabricaran en Estados
Unidos, quien acusó a todos los que se enfrentaban al régimen de agente de CIA,
una manera de responsabilizar ante el pueblo, al vecino del norte porque hubieran conflictos en el isla.
El slogan, "Cuba
sí Yanquis no", repercutió por décadas en todo el país. Correspondencia
con allegados en Estados Unidos era un delito no codificado, pero si factor
para ser discriminado en la sociedad castrista. Fue el régimen quien inventó
las Marchas del Pueblo Combatiente y la Tribuna Antiimperialista frente a la
sede diplomática estadounidense.
El individuo que tenía
un familiar en el extranjero, en particular, Estados Unidos, no era de fiar. Al
respecto una colega comentaba hace unos días que por los ochenta una tía visitó
Cuba y que esta le preguntó por qué no conversaba con ella, a lo que respondió,
"tía a nosotros nos enseñan en la escuela que todos los que viven en su
país, son nuestros enemigos"
El régimen nunca cejó
en su aspiración de destruir a Estados Unidos, solo que su ineficiencia
absoluta en la gestión económica, la creciente frustración de la población en
el modelo de gobierno que le impusieron, sumado al fin de los subsidios de la
Unión Soviética y el riesgo de perder las regalías del chavismo, ha determinado que el enemigo de ayer sea el
amigo del presente, con el fin de hacer los cambios que necesarios, para que lo importante siga igual.
Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
Periodista de Radio
Marti
Estados Unidos
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