Defender en China los valores de la no discriminación
femenina equivale a arriesgarse a ser
arrestada y terminar en prisión. El año
pasado se contaron por decenas el número
de mujeres que fueron detenidas por haber hecho pública alguna campaña en favor
de los derechos de sus congéneres o por haber participado en alguna gesta a
favor de la igualdad. Tal cosa en un país que pretende ser considerado una gran
potencia no puede calificarse sino de paradoja.
Un artículo publicado a mediados de 2015 en el New York Times relataba las odiseas
sufridas por un conjunto de activistas femeninas y comenzó a arrojar luces sobre una distorsión
social que alberga el gran gigante
asiático y que solo ha pasado desapercibida a escala global debido a la actitud
acomodaticia tradicionalmente asumida por las féminas de ese país y por el contundente silencio impuesto a quienes ya
se rebelan contra las atrocidades que ello representa.
La discriminación hacia la mujer no se manifiesta solo
a través de actitudes excluyentes en el
trabajo o en los estudios. Un hecho muy visible es que en las ciudades y en los sitios de alta
afluencia de ciudadanos, el número de baños públicos para hombres supera
considerablemente a los que están dedicados a las mujeres. Estas son consideradas ciudadanos de segunda
que no merecen la asignación de un sitio
dedicado expresamente a que ellas puedan satisfacer necesidades tan primarias como la de orinar.
Pero hay más grave que ello. De acuerdo con lo que
afirman las valerosas activistas del feminismo, lo más generalizado y aceptado
en los hogares chinos es el maltrato a la parte débil de la ecuación familiar:
las esposas y las hijas. De hecho, un estudio efectuado en 2015 por los órganos
de Naciones Unidas ha puesto de manifiesto que uno de cada dos hombres abusa o
ha abusado sexualmente de sus parejas. En los colegios de la provincia, el
abuso sexual de las niñas es corriente frente a la pasividad de las autoridades
estudiantiles lo que pone en evidencia una deficiencia cultural grave.
Hoy, viendo este tipo de aberraciones ocurrir
desaprensiva y abiertamente, se han
organizado protestas y, sobre todo, se
ha planificado la toma de conciencia colectiva a través de las redes sociales.
La juventud está respondiendo a tales
iniciativas y algún efecto movilizador de las autoridades se ha conseguido,
hasta el punto de que en diciembre, luego de haber constatado que 25% de las
mujeres casadas sufren de violencia en el seno de su hogar, se consiguió poner en vigor una ley que
intentará penalizar estas conductas.
Pero hace falta más que una ley para desterrar las
conductas machistas y el conformismo de la mujer.
También existe la
convicción de que hasta que la comunidad internacional no ejerza una presión
contundente en torno a este tema, que se
ponga de relieve las atrocidades que allí se practican y que exija la
corrección de tales déficits sociales, el control de las autoridades sobre la
ideología se continuaré ejerciendo y la violencia familiar y la discriminación
seguirá practicándose en desmedro de la mujer china.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
El Nacional
Miranda - Venezuela
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