Llegamos al límite
del hastío; de recibir tanta infamia como obsequio a nuestra impasible, tozuda
e inamovible ingenuidad. Se ha pregonado la realización de un revocatorio
presidencial como la panacea al cambio total de esta desagradable realidad de
lo inhumano.
Agarrar al actual
presidente de la República por la solapa, ponerle fecha de vencimiento
inmediato y vociferarle su infausto mandato en la cara, no asegura la solución
real a todos los quebrantos nacionales.
Debe entenderse que
el problema fundamental es haber recibido como un plomazo este sistema
socialista que desangra la tranquilidad ciudadana, arruinando sin miramientos a
cualquier nación más allá de las opulencias o riquezas imperantes, pues el
único foco de su catalejo destructivo en la perpetuación del poder, a costa de
la pobreza compartida del pueblo.
Urgidos estamos de un
“Revocatodo”. Nuestra patria tiene sabor a cataclismo; a una inagotable desazón
y pesadumbre. Como si una ráfaga adusta, fría y pegajosa inmutara el
pensamiento elocuente y helara cualquier llama de iniciativa. Somos autómatas a
destajo, pagando una promesa de una sinrazón desconcertante.
Hacemos un confuso
mutis en un sistema recalcitrante, impropio, destructivo; que con su
repartición de vejámenes hace fiesta en su acción de propiciar el caos, desmigajando la capacidad productiva y
señalando con su dedo mancillador a los lados, culpando al imperialismo, la
oposición, guerra económica, los marcianos apocalípticos o al que le pueda calar
el disfraz de hereje, cuando todo se centra en las entrañas putrefactas del
poder del sistema socialista.
Basta de regalar
desventuras en tropel. Basta de evadir la realidad, obsequiando falsedades como
dádivas para los hambrientos. Tenemos un peliagudo contagio de inercia. Somos
una caravana de ánimas compungidas, esperando el llamado del mercado para hacer
la cola extrema.
Sólo apelamos como
herramienta de desahogo, fundir nuestros pesares en quejas sentenciantes por
las redes sociales o leer el vaticinio del fin de los tiempos comunistas en los
ojos de santeros, brujos, prestidigitadores o visionarios de la baraja.
Formamos parte de una
descabellada sociedad secreta de lo inusual, donde los militares se atrincheran
en su reconfortante esquema de beneficios individuales; mientras, la justicia
es un leve recuerdo de un pasado institucional que escapó hace tiempo, dejando
una estela de desorden y desagravios.
Cansados estamos de
contar escombros de una nación sin problemas graves en el pasado; pero ahora
resulta insufrible permanecer en estas tierras bendecidas por la naturaleza,
sin descomponer el rostro al salir a la calle y sufrir del “no hay” cotidiano.
Vivimos en un “nada” estrepitoso que gime su carencia en la soledad de los
grifos y en el fluido eléctrico acallado a diario en el sopor del calor y las
tinieblas.
Por ello, el problema
no es sacar a trompicones a un jerarca y quitarle su mandato como salida mágica
para detener la ruindad nacional. Lo fundamental es restaurar la democracia
execrando de una vez por todas, a este maledicente socialismo del Siglo XXI,
que ha detenido a Venezuela en el tiempo, para llevarnos al primitivismo, la
angustia y la confusión. En nuestras manos está el cambio.
José
Luis Zambrano Padauy
jzambranopadauy@yahoo.com
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
Zulia - Venezuela
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