VENTANA DE PAPEL
En los predios de un país asediado por la violencia, la ilegalidad, la
ilegitimidad y la discordia, por nombrar las características menos insidiosas,
se viven agudos desafíos de cara a problemas profundamente lapidarios cuyo
nivel de infección ha contaminado la dirigencia encargada de conducir los
destinos patrios. Especialmente, por los caminos de la incertidumbre, la
impunidad y la desmoralización de la gente. Sin embargo, lo peor o más arduo
que hace palidecer a cualquier actor político-institucional nacional, no es lo
que deja verse a instancia de la aguda crisis que caracteriza una
situación-problema de tal magnitud.
Lo que más estrago causa frente a variables de tanta trascendencia como
son el tiempo y el espacio sobre el cual se extienden los efectos de tan grave
hecho, es la pérdida de valores que desboca en una crisis de conciencia y
libertades. Una crisis cuyos indicadores y expresiones del alcance de sus
daños, reposan en medio de lo que fundamenta el conocimiento. Y el conocimiento
como manifestación de lo que moviliza a una sociedad y su economía, su cultura
y su ciencia cuyo desarrollo se da en correspondencia con el saber acumulado,
sólo se asienta en la funcionalidad de sus universidades. Aunque, tristemente,
esta concatenación de frentes que hablan por una realidad preocupada por su
futuro, sólo puede ser comprendida por la dirigencia de una sociedad con una
sensibilidad de alta reciprocidad y de expedita velocidad de respuesta.
El caso que representa Venezuela, en términos de su convulsionada
situación, es profundamente conmovedor. El carácter “revolucionario” que se
arroga su dinámica política, definitivamente poco o nada ha sintonizado el
llamado que hace la academia universitaria para exaltar el significado de sus
catalizadores de más resonancia y efecto operativo. Quizás, el que mayor
reconocimiento tiene, razón por lo cual debe otorgársele el puesto clave en
función de la responsabilidad que maneja, es el de la autonomía universitaria.
Tanto así, que la propia Constitución Nacional le concedió un papel de
predominante postura. Tiene categoría constitucional.
El problema se suscita toda vez que el gobierno se halla sin la
capacidad y comprensión suficiente para compadecerse de las dificultades que
encara la universidad al no contar con la disposición que por ley debe
brindársela desde el presupuesto de la nación.
Contrario a todo ello,
personajes gubernamentales se empecinan por cerrarle el paso a las
universidades nacionales a través de la violencia amedrentadora. De esa forma,
se empeñan en perturbar sus programaciones y condiciones mediante dictámenes
dictatoriales que sólo buscan reducirlas a su mínima expresión. Por eso hablan
de “simplificar” la Universidad.
Las contrariedades infundadas por un gobierno envuelto en problemas de corrupción y trampas, hace tanto daño a la moral de su pueblo, que por causa de dicho embrollo ese pueblo tiende a adoptar una conducta totalmente agresiva y descarriada
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario