CARIDAD CRISTIANA
Suele decirse que las crisis y las situaciones difíciles sacan lo mejor
y lo peor de las personas. No puedo
entender cómo hay gente que ha llegado a tal nivel de deshumanización que se
roba la comida de los niños de las escuelas.
Y no para comer ellos sino, dado el volumen de la comida robada, para
revenderla y ganar un dinero que, si tuvieran un poco de dignidad, les debería
quemar las manos. Conozco un liceo que,
en lo que va de año, han robado la comida de los alumnos tres veces. Y hasta
les han amenazado con dejar de proporcionarles los alimentos, lo que equivale a
castigar a los estudiantes.
¿Acaso ignoran que es el Estado el que debe
garantizar la seguridad? . “Lo peor del
caso, -me contó la subdirectora muy compungida-, es que si no hay comedor,
muchos alumnos no van a venir, pues vienen sólo por la comida. El otro día no
tenían clase los de cuarto año y llegaron
más de cuarenta alumnos a comer”.
Conozco también numerosos casos de gente solidaria, capaz de compartir
la escasa comida o incluso de privarse
de ella para regalársela a alguno que no
tiene nada. Ante la creciente hambruna en Venezuela, cuyo rostro más visible es
la cantidad de gente rebuscando en los pipotes de basura, están surgiendo en escuelas, parroquias y
comunidades, las ollas solidarias con las que se pretende mitigar el hambre.
En un reciente viaje pedagógico por tierras de Lara, tuve la oportunidad
de conocer la experiencia de la Parroquia San Francisco de Asís en El Tocuyo,
que cada día prepara 5 ollas con las que alimentan entre 400 y 500 personas: adultos mayores, niños, e incluso familias completas.
La idea nació del Presbítero Jesús Martínez en el mes de Octubre 2016
que animó a su comunidad cristiana a responder
al llamado del Papa Francisco a
practicar la Misericordia con los más necesitados. Un grupo de laicos comprometidos, aceptaron
el reto y empezaron a preparar la olla
solidaria en una casa de familia, que preparaban con lo que generosamente
aportaban las personas. Todos los
utensilios (ollas, reverberos, tazas, cubiertos…) eran puestos por los
organizadores de la comida. La olla la
trasportaban en sus propios carros hasta la iglesia donde la repartían a los
que acudían. Si sobraba, salían por las calles y plazas a repartir la comida a
los que vieran pasando necesidad
El proyecto fue creciendo y para diciembre preparaban dos ollas. En el
mes de Enero lograron habilitar un
espacio en la iglesia llamado “Cocina de la Caridad”, y mediante compras de
utensilios y varias donaciones de equipos, pudieron instalar una cocina
sencilla pero muy funcional, donde hoy preparan a diario las 5 ollas
solidarias, que les exige conseguir cada día 20 kilos de carne, 30 kilos de
verduras (auyama, papas, jojotos, yuca)
y aliños verdes. Con frecuencia reparten también diversas frutas.
Como nota curiosa, no se permite tomar fotografías, se insiste en el
buen trato a los que acuden a comer, a los que se les permite llevar comida a
sus casas si tienen algún familiar impedido o enfermo, y hasta en ocasiones han llevado comida a los
presos, a los enfermos en los hospitales y a los familiares que los acompañan.
Si bien son numerosos los
colaboradores, hay un grupo
verdaderamente comprometido, que es el motor de la actividad, que se
dedican en cuerpo y alma al servicio
diario y hacen vida el evangelio.
Antonio Perez Esclarin
pesclarin@gmail.com
@pesclarin
Zulia - Venezuela
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