Ha
dicho Maduro: “Si la oposición gana las elecciones, no entregaré la
revolución”; de seguidas agregó que gobernaría “con el pueblo, siempre con el
pueblo y en unión cívico-militar”. Es decir, si el pueblo derrotase al régimen
el 6-D, Maduro no lo reconocería y pasaría a gobernar… ¡con el pueblo!, cuya
voluntad ofrece desconocer. La falta de rigor lógico no debería sorprender en
un personaje estrafalario; lo notable es la triple confesión según la cual sabe
que va a perder, dice que no lo va a aceptar y que apelará a los militares para
impedir la victoria democrática.
Quien
pasta en Miraflores sabe que la ciudadanía lo tiene derrotado políticamente. En
esa voluntad convergen tanto opositores como chavistas, incluidos varios
zánganos rojos que acusan a Maduro del desastre, con la vana esperanza de que
el dedo acusador de la sociedad no los señale. El país entero le endosa la
derrota –ya certificada en la opinión pública– principalmente a él. Por eso hay
un fraude en marcha, y ya se verá en las próximas semanas si logran imponerlo o
se le derrota sin apelación.
Lo
curioso de la reciente desesperación que se le nota a Maduro es que dice querer
proteger ese bochinche que designa como revolución. Esta no fue más que un mero
asalto al poder, especialmente a las arcas públicas. Hoy no hay nada,
absolutamente nada, que en 16 años sea diferente y mejor: lo que es nuevo es
infernal y lo que existía está devastado. Si quisieron hacer algo grandioso, la
ilusión ha muerto. Se “autosuicidó”, como habría dicho CAP en la historia de
sus yerros amables y famosos.
Esta
revolución murió entre las patas del caballo que Chávez cabalgaba y ahora
revuelca a Maduro. No era amor a los pobres sino su uso como coartada. No era
distribución de la riqueza a las mayorías, sino recubrir con la venta de pollos
la máquina de indecencia que es Pdvsa. Este proceso homicida no se parece a
Nelson Mandela sino a Nelson Merentes, tampoco a Rafael Urdaneta sino a Rafael
Ramírez, menos a Luisa Cáceres sino a Luisa Ortega. Envuelto en la violación de
los derechos humanos, prisiones, torturas, ejecuciones, en el narcotráfico, en
la corrupción y el terror, ese duende espectral del siglo XXI, de cuello largo
y patas cortas, fue degollado por sus mentores. Ahora desentierran “el poder
comunal” con la idea de sustituir a una eventual opositora Asamblea Nacional,
con el “poder del pueblo”. Loco experimento de locos.
La
revolución se pudrió; yace entubada, y espera por el fraude electoral a ver si
revive. Ya parece tarde.
Carlos
Blanco G.
@carlosblancog
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www.tiempodepalabra.com
Caracas
- Venezuela
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