El gobierno del
dúo Maduro-Cabello resultó un chasco para las clases populares y hoy la repulsa
colectiva es abrumadora. Chávez y su sucesor fracasaron en su intención de
extirpar a la oposición del mapa político nacional y ahora pagarán con una
estrepitosa derrota haber excluido de la vida política a más de la mitad de los
venezolanos. Ni siquiera pudieron posponer las elecciones parlamentarias que
sabían perdidas, saben que los ojos de toda la comunidad internacional están
puestos sobre Venezuela y en las elecciones, donde el “estalinismo tropical” se
juega su destino. Al no poder revertir la consecución de las elecciones, el
régimen necesita legitimarse, para ello cuenta con el dominio del proceso
electoral y la construcción innegable del fraude, que solo falta por
consumarse.
Cuenta con la comparsa de Unasur, que pretendía montar en la olla a
la MUD, con la firma de un acuerdo para aceptar los resultados, el mismo
propuesto por el PSUV. ¡Un descaro de parcialidad!
El gobierno está en las
chiquiticas, necesita controlar el Poder Legislativo para legalizar el proyecto
ideológico castro-comunista y resguardar su status quo delictivo. Quiere
retener la Asamblea Nacional a lo puro macho, no son nuevos los desafueros
cometidos, incompatibles con la democracia: desde arrebatar con expedientes
amañados el fuero parlamentario de varios opositores hasta practicar la
violencia en el hemiciclo, bajo la mirada complaciente y sonrisa de
satisfacción de su presidente, Diosdado Cabello.
La impunidad que en pleno apogeo de la cultura
chavista permitió que se arrojaran sobre el país con uñas y dientes para
arrasarlo, enriquecerse brutalmente –incluso con el narcotráfico–, está
llegando a su fin. Estos 17 años de despojo y saqueo han signado con un vértigo
inusitado a la cultura política. La identificación del país con los “mega-guisos”
y el narcotráfico definen a la cultura política del chavismo-madurismo.
El
repudio a esa clase es expansivo hasta en lo interno del chavismo. No hay
vuelta atrás, estamos viviendo los estertores de un ciclo histórico nefasto.
En
la Fuerza Armada –como lo hemos venido reseñando en esta tribuna–, existe una
oficialidad consciente de sus deberes militares que se expresan en el
cumplimiento de la Constitución Nacional y están dispuestos a activar acciones
que permitan recuperar el Estado de Derecho en caso de un fraude electoral,
para que se establezca un nuevo gobierno que garantice el ejercicio
constitucional de la democracia y el servicio gubernamental a la población en
pro de la paz y progreso de la nación.
Las condiciones están dadas. Si el 6-D
se expresa mayoritariamente la voluntad popular a favor del cambio, la sociedad
civil junto a la Fuerza Armada debe demandar la renuncia de un gobierno que ese
día perderá toda legitimidad.
Tic tac
Vientos del sur: después de las elecciones en Argentina que pusieron fin a la era Kirchner –Néstor y Cristina–, algunos funcionarios investigados por corrupción y violación de derechos humanos en Estados Unidos y organismos internacionales están poniendo sus barbas en remojo y tendiendo puentes para lograr un pacto MUD-régimen que facilite la transición a cambio de garantías para no ser enjuiciados.
Marianella
Salazar
marianellasalazar@cantv.net
@AliasMalula
Miranda -
Venezuela
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