Lo que los
venezolanos ansiaban desde el 2001, aproximadamente, ha llegado. Se ha hecho
realidad. ¡Y de qué manera¡
Los resultados, desde
luego, aceptan cualquier interpretación. Hasta pudiera decirse que hay casi 20
millones de interpretaciones. Son las de
quienes conforman el Registro Electoral. Las de quienes votaron. Las de
quienes, por diversas razones, no pudieron ejercer dicho derecho y deber. Y,
por supuesto, la de los que conforman ese ya histórico más del 20 y hasta 30%
de votantes que se abstienen de participar.
La que abre en compás
interpretativo, desde luego, es el de las encuestas. Sin duda alguna, la casi
totalidad acertó; inclusive, las del propio Gobierno, que siempre tuvo claro
que ahora no se le haría fácil alcanzar la ansiada y necesaria victoria, para
poder seguir en lo suyo. Es decir, en sus prácticas ideológicas a punta de
populismo, como que si tal sinergia iba a ser
eternamente infalible; imbatible: insuperable.
Contra quienes
siempre hubo el señalamiento de que “no volverán”, dejó de ser un hecho. Ahora
es un recuerdo. También una realidad. ¡Y de qué manera¡
Podía ser así. Tenía
motivos para ser así. Fue así. Porque la
situación económica, social, política y moral venezolana es tan precaria y
convulsionada, que otro resultado, distinto o ajeno a la derrota contundente
del régimen, habría lucido absurda; inexplicable. Sólo habrían bastado la escasez
y el hambre, además de la inseguridad, para que la negación a convalidar el
estado actual de cosas, no se hubiera hecho presente. Porque la verdad es que,
ante dicha situación, no son únicamente los votantes los que la sufren y la
padecen. También está ese otro poco más de diez millones de ciudadanos que no
pueden votar, porque no forman parte del Registro Electoral. Y esa es demasiada
gente sufriendo; pasándola mal; muy mal.
¿La verdad?. ¿ La
innegable verdad?. Los venezolanos se cansaron; se hartaron de ser víctimas;
llegaron “hasta el tope” y dijeron ¡basta¡. Y apelaron al arma del hombre libre
para participar, actuar y decidir: al voto.
Es decir, la
mayoritaria fracción parlamentaria del Partido Socialista Unido de Venezuela,
ya no es la mayoritaria. Es la minoritaria. Y no es así por un acto milagroso.
No. Es la consecuencia que hoy capitaliza la Mesa de la Unidad Democrática,
luego de que vivir mal sin que hubiera razones para ello, pasara a ser el
activador del rechazo inteligente y frío –aunque bien calculado- para poner a
un lado a los que terminaron siendo obstáculos para vivir bien, o medianamente
bien de millones de venezolanos
La Unidad
Democrática representa hoy a nivel
parlamentario más de tres cuartas partes de los asambleístas que asumirán sus responsabilidades el
venidero 5 de enero del 2016. No son pocos, por cierto, los que creen que esa
mayoría no se logró por el número de votos que sacó el oficialismo o el
movimiento democrático, toda vez que la
diferencia porcentual fue tan sólo de un dígito alto. Considera, en cambio, que
es por el absurdo sistema de votación
implantado por el régimen, estimulado
por la creencia absurda de que los suyos siempre serían la mayoría, y
basado en la máxima de que no siempre quien saque más votos, siempre se lleva todo.
Es decir, en la
jugada del 6D el "Régimen Electoral Mayoritario", que siempre
irrespeta e ignora a las minorías, en este caso operó en favor de la expresión
democrática, que se lo llevó todo. Mejor dicho, aquí se impuso la auténtica e
inobjetable máxima de que “la salsa que sirve para el pavo, igual sirve para la
pava”. Desde luego, este esquema tramposo debe darle paso a un sistema más
justo, en el que se respete realmente el derecho de las minorías, y que anule
esa oprobiosa viveza del régimen, según la cual, además, se cambia el estatus
de algunas circunscripciones territoriales, en procura de más ventajas
numéricas en parlamentarios, aunque la voluntad electoral sea menor a favor del favorecido.
De igual manera, hay
que citar le negativa de la mayoría ciudadana a seguir siendo indiferente ante
la obligada decisión de centenares de miles de venezolanos a huir del país que
los vio nacer, en abierto repudio a un gobierno que se autocalifica de
izquierda, a la vez que apela a los peores métodos de cualquier gestión de
facto y alimentada por innegable vocación fascista, como recurso para
administrar miedo y terror en contra de una población ajena a ese pensamiento y
conducta.
Nadie que ha nacido
en un ambiente de libertad, y que ha saboreado vivir libremente, jamás puede
ser dócil e indiferente, de igual manera, ante las arremetidas de un
capitalismo de estado centralista, controlador, y regulador de los derechos
humanos, por el único motivo de usar el control. Por otra parte, en medio del
hartazgo, también emergió la reacción ante lo que por 17 años se convirtió en
soporte de una forma de gobernar. Y es que no se puede pretender engañar a un
pueblo permanentemente con prácticas populistas, mientras que, desde las sombras, no se guarda el mínimo reparo para, en forma
grosera y abusiva, favorecer a manos
llenas a una minoría o rosca de allegados.
¿ Cómo podía evitar
el régimen que esa conducta impidiera la aparición de una fragmentación de su
propia militancia, a la hora de ejercer el derecho al voto?. ¿Cómo se puede
sostener y mantener una base clientelar -o de activistas- cuando las razones ideológicas, los
principios de lucha y de participación sólo se trata de mantener “vivos” a
punta de regalos y de regalitos, mientras quienes alegan detentar liderazgos
grupales, sencillamente, han obligado a actuar a sus dirigidos en un submundo
de dependencia servil, hasta para poder alimentarse?.
Sin duda alguna, no
es aventurado presagiar que si la representación parlamentaria democrática se
ocupa de trabajar, y de hacerlo con eficiencia, transparencia y honradez,
aquellos que ya hoy son minoría, y que insisten en vivir de la práctica del
resentimiento social, del odio, de la violencia, de la agresión por el único motivo
de agredir y de destruir moralmente a quienes disienten, están condenados a
ceder sus actuales posiciones a la aparición de nuevos movimientos y partidos
políticos. Porque ellos, definitivamente, serán los que más nunca volverán, y
terminarán siendo borrones de lo que el viento y el tiempo se llevó.
Además de que si bien
es cierto que hubo una total polarización en la votación, donde prácticamente
sólo se manifestaron dos competidores,
es decir, la Mesa de la Unidad Democrática y el Partido Socialista Unido de Venezuela,
existe una fuerza independiente, no comprometida con partidos que,
indiscutiblemente, actuó como el fiel de la balanza, a favor de la aparición
poderosa de la nueva mayoría. Negar eso, que quedó invisible en millones de
votos que no pueden ser capitalizables por ningún partido en particular, es
querer desconocer que la mayor cantidad de votos obtenidos, no son producto de
militancias. Sí se la participación de
ciudadanos no alineados o mal llamados independientes. Ellos, al fin de
cuentas, votaron por la MUD, apelando el empleo de la economía del voto, para
alcanzar la siempre ansiada mayoría que permitiera desplazar al régimen.
Para las venideras
elecciones de Gobernadores y las subsiguientes, es posible que cada organización
política compita de manera autónoma. Y es cuando, dependiendo de si la Unidad
Democrática se mantiene, evitará que ella también pase a ser recuerdo y viento
para el olvido por su cuenta. Es su reto a partir del 5 de enero,
indistintamente de si quienes hoy están al frente del Poder Ejecutivo, insisten
en no querer asumir su derrota y seguir apelando al recurso de los mismos
elementos políticos que los han convertido en minoría.
Ahora, también existe
la posibilidad de que las circunstancias obliguen al régimen a revisarse y a
tratar de gobernar, lo cual no es descartable. ¿O es que acaso se olvida que
allí hay asesoría foránea, con la suficiente experiencia para sugerir
revisiones profundas que aceleren la recuperación grupal?. Y si eso sucede, más allá del costo que
implica dicho cambio de conducta, se puede traducir en la posibilidad de
capitalizar nuevas opciones participativas, y regresar. Quizás de manera
menguada. Pero sí lo suficientemente importante como para no desaparecer y
comenzar a desarrollar músculo competitivo.
¿No es lo que sucedió
en México con el PRI?. ¿Y qué pasó en Perú con el retorno de Alan García?.
¿Cómo interpretar lo que hoy se da en Argentina y lo que pudiera suceder en
Brasil?. En política, definitivamente, sí priva aquella expresión coloquial de
que hay muchos muertos recogiendo basura y capitalizando respaldos. Y los que
tienen la política como oficio, saben que cualquier descuido los puede llevar a
la parte baja del gallinero.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Miranda - Venezuela
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Edecio Brito Escobar
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