miércoles, 16 de diciembre de 2015

EGILDO LUJAN NAVAS, LO QUE EL VIENTO SE LLEVO

Lo que los venezolanos ansiaban desde el 2001, aproximadamente, ha llegado. Se ha hecho realidad. ¡Y de qué manera¡

Los resultados, desde luego, aceptan cualquier interpretación. Hasta pudiera decirse que hay casi 20 millones de interpretaciones. Son  las de quienes conforman el Registro Electoral. Las de quienes votaron. Las de quienes, por diversas razones, no pudieron ejercer dicho derecho y deber. Y, por supuesto, la de los que conforman ese ya histórico más del 20 y hasta 30% de votantes que se abstienen de participar.

La que abre en compás interpretativo, desde luego, es el de las encuestas. Sin duda alguna, la casi totalidad acertó; inclusive, las del propio Gobierno, que siempre tuvo claro que ahora no se le haría fácil alcanzar la ansiada y necesaria victoria, para poder seguir en lo suyo. Es decir, en sus prácticas ideológicas a punta de populismo, como que si tal sinergia iba a ser  eternamente infalible; imbatible: insuperable.

Contra quienes siempre hubo el señalamiento de que “no volverán”, dejó de ser un hecho. Ahora es un recuerdo. También una realidad. ¡Y de qué manera¡

Podía ser así. Tenía motivos para ser así. Fue así. Porque  la situación económica, social, política y moral venezolana es tan precaria y convulsionada, que otro resultado, distinto o ajeno a la derrota contundente del régimen, habría lucido absurda; inexplicable. Sólo habrían bastado la escasez y el hambre, además de la inseguridad, para que la negación a convalidar el estado actual de cosas, no se hubiera hecho presente. Porque la verdad es que, ante dicha situación, no son únicamente los votantes los que la sufren y la padecen. También está ese otro poco más de diez millones de ciudadanos que no pueden votar, porque no forman parte del Registro Electoral. Y esa es demasiada gente sufriendo; pasándola mal; muy mal.

¿La verdad?. ¿ La innegable verdad?. Los venezolanos se cansaron; se hartaron de ser víctimas; llegaron “hasta el tope” y dijeron ¡basta¡. Y apelaron al arma del hombre libre para participar, actuar y decidir: al voto.

Es decir, la mayoritaria fracción parlamentaria del Partido Socialista Unido de Venezuela, ya no es la mayoritaria. Es la minoritaria. Y no es así por un acto milagroso. No. Es la consecuencia que hoy capitaliza la Mesa de la Unidad Democrática, luego de que vivir mal sin que hubiera razones para ello, pasara a ser el activador del rechazo inteligente y frío –aunque bien calculado- para poner a un lado a los que terminaron siendo obstáculos para vivir bien, o medianamente bien de millones de venezolanos

La Unidad Democrática  representa hoy a nivel parlamentario más de tres cuartas partes de los asambleístas  que asumirán sus responsabilidades el venidero 5 de enero del 2016. No son pocos, por cierto, los que creen que esa mayoría no se logró por el número de votos que sacó el oficialismo o el movimiento democrático,  toda vez que la diferencia porcentual fue tan sólo de un dígito alto. Considera, en cambio, que es  por el absurdo sistema de votación implantado por el régimen, estimulado  por la creencia absurda de que los suyos siempre serían la mayoría, y basado en la máxima de que no siempre quien saque más votos, siempre  se lleva todo.

Es decir, en la jugada del 6D el "Régimen Electoral Mayoritario", que siempre irrespeta e ignora a las minorías, en este caso operó en favor de la expresión democrática, que se lo llevó todo. Mejor dicho, aquí se impuso la auténtica e inobjetable máxima de que “la salsa que sirve para el pavo, igual sirve para la pava”. Desde luego, este esquema tramposo debe darle paso a un sistema más justo, en el que se respete realmente el derecho de las minorías, y que anule esa oprobiosa viveza del régimen, según la cual, además, se cambia el estatus de algunas circunscripciones territoriales, en procura de más ventajas numéricas en parlamentarios, aunque la voluntad electoral sea menor  a favor del favorecido.

De igual manera, hay que citar le negativa de la mayoría ciudadana a seguir siendo indiferente ante la obligada decisión de centenares de miles de venezolanos a huir del país que los vio nacer, en abierto repudio a un gobierno que se autocalifica de izquierda, a la vez que apela a los peores métodos de cualquier gestión de facto y alimentada por innegable vocación fascista, como recurso para administrar miedo y terror en contra de una población ajena a ese pensamiento y conducta.

Nadie que ha nacido en un ambiente de libertad, y que ha saboreado vivir libremente, jamás puede ser dócil e indiferente, de igual manera, ante las arremetidas de un capitalismo de estado centralista, controlador, y regulador de los derechos humanos, por el único motivo de usar el control. Por otra parte, en medio del hartazgo, también emergió la reacción ante lo que por 17 años se convirtió en soporte de una forma de gobernar. Y es que no se puede pretender engañar a un pueblo permanentemente con prácticas populistas, mientras que, desde las sombras,  no se guarda el mínimo reparo para, en forma grosera y abusiva, favorecer  a manos llenas a una minoría o rosca de allegados.

¿ Cómo podía evitar el régimen que esa conducta impidiera la aparición de una fragmentación de su propia militancia, a la hora de ejercer el derecho al voto?. ¿Cómo se puede sostener y mantener una base clientelar -o de activistas-  cuando las razones ideológicas, los principios de lucha y de participación sólo se trata de mantener “vivos” a punta de regalos y de regalitos, mientras quienes alegan detentar liderazgos grupales, sencillamente, han obligado a actuar a sus dirigidos en un submundo de dependencia servil, hasta para poder alimentarse?.   

Sin duda alguna, no es aventurado presagiar que si la representación parlamentaria democrática se ocupa de trabajar, y de hacerlo con eficiencia, transparencia y honradez, aquellos que ya hoy son minoría, y que insisten en vivir de la práctica del resentimiento social, del odio, de la violencia, de la agresión por el único motivo de agredir y de destruir moralmente a quienes disienten, están condenados a ceder sus actuales posiciones a la aparición de nuevos movimientos y partidos políticos. Porque ellos, definitivamente, serán los que más nunca volverán, y terminarán siendo borrones de lo que el viento y el tiempo se llevó. 



Además de que si bien es cierto que hubo una total polarización en la votación, donde prácticamente sólo se manifestaron  dos competidores, es decir,  la Mesa de la Unidad Democrática  y el Partido Socialista Unido de Venezuela, existe una fuerza independiente, no comprometida con partidos que, indiscutiblemente, actuó como el fiel de la balanza, a favor de la aparición poderosa de la nueva mayoría. Negar eso, que quedó invisible en millones de votos que no pueden ser capitalizables por ningún partido en particular, es querer desconocer que la mayor cantidad de votos obtenidos, no son producto de militancias. Sí se la participación de  ciudadanos no alineados o mal llamados independientes. Ellos, al fin de cuentas, votaron por la MUD, apelando el empleo de la economía del voto, para alcanzar la siempre ansiada mayoría que permitiera desplazar al régimen.

Para las venideras elecciones de Gobernadores y las subsiguientes, es posible que cada organización política compita de manera autónoma. Y es cuando, dependiendo de si la Unidad Democrática se mantiene, evitará que ella también pase a ser recuerdo y viento para el olvido por su cuenta. Es su reto a partir del 5 de enero, indistintamente de si quienes hoy están al frente del Poder Ejecutivo, insisten en no querer asumir su derrota y seguir apelando al recurso de los mismos elementos políticos que los han convertido en minoría.

Ahora, también existe la posibilidad de que las circunstancias obliguen al régimen a revisarse y a tratar de gobernar, lo cual no es descartable. ¿O es que acaso se olvida que allí hay asesoría foránea, con la suficiente experiencia para sugerir revisiones profundas que aceleren la recuperación grupal?.  Y si eso sucede, más allá del costo que implica dicho cambio de conducta, se puede traducir en la posibilidad de capitalizar nuevas opciones participativas, y regresar. Quizás de manera menguada. Pero sí lo suficientemente importante como para no desaparecer y comenzar a desarrollar músculo competitivo.

¿No es lo que sucedió en México con el PRI?. ¿Y qué pasó en Perú con el retorno de Alan García?. ¿Cómo interpretar lo que hoy se da en Argentina y lo que pudiera suceder en Brasil?. En política, definitivamente, sí priva aquella expresión coloquial de que hay muchos muertos recogiendo basura y capitalizando respaldos. Y los que tienen la política como oficio, saben que cualquier descuido los puede llevar a la parte baja del gallinero.

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Miranda - Venezuela

Enviado a nuestros correos por
Edecio Brito Escobar
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