"Es inaceptable que factores oficiales
amenacen con desconocer la nueva agenda parlamentaria. Una hostil huida hacia
adelante..."
Hay varios aspectos que es menester destacar de la
reciente victoria electoral de la oposición venezolana. Uno de orden estrictamente político. Otro de
orden ciudadano. Y finalmente -y no
menos importante- de orden grupal y sociológico. No quiero dejar de lado lo
económico. Pero aunque luzca prioritario, nada en lo material sucederá si
primero -de manera fundamental- no repasamos las variables in comento.
En el plano político la victoria de la oposición
debe convertirse en un evento trascendental. No en lo electoral. No en lo
estratégico (que lo es), sino en el difícil
proceso de rescatar la institucionalidad y con ello, aprender a vivir
nuevamente en democracia. La reacción inicial del Gobierno fue sensata. 8 millones de venezolanos
(incluyendo los votos nulos), enviaron un mensaje plebiscitario, que sería torpe desmerecer.
La gente de todos
los estratos (contando una sensible base popular chavista), votó en contra de
la escasez, la inflación, la devaluación, la inseguridad y, en fin, en contra
de la indignidad ciudadana. Llevamos un
largo periodo de amarga supervivencia, entre colas, especulación, división e injusticias, aderezadas con una
incontenible criminalidad que ha hecho de nuestra convivencia, una dinámica
peligrosamente instrumental. Al decir de Émile Durkheim, pasamos de ser una
sociedad solidaria en términos de consciencia colectiva a una sociedad
mecanizada en términos de supervivencia,
donde la identidad ciudadana no pasa por el lugar de nacimiento, costumbres o
méritos históricos (que demandan respeto), sino por un "instrumento"
de resistencia y aguante, por la vida. En este escenario la tensión y violencia
promueven la fractura como "estrategia" de poder. Un nuevo liderazgo
político desde una nueva correlación parlamentaria debe procurar la
recuperación del decoro, el respeto y la vergüenza, profundamente golpeada por
la ideologización y el ninguneo partisano. ¿Cómo lograr un accionar político
coherente para retornar a la institucionalidad? Lo clave es la prudencia y la
determinación. No pisar los "peines" de la provocación sin abandonar la firme decisión de no permitir un nuevo
arrollamiento institucional.
Ramos Allup ha encendido algunas mechas y ha tocado algunos nervios. No puede perder de vista que Chávez sigue siendo un referente de peso. Pero su experiencia política y su talante, no pueden frenarse a la hora de definiciones. Reconozco es el hombre del momento para emprender ese difícil proceso de nivelación de fuerzas. No es Borges. No es Guevara. Pero debe hacerlo con amalgamiento político, ciudadano y atención, demandando la vigilancia de las FFAA institucionales.
Es inaceptable que factores oficiales amenacen con
desconocer la nueva agenda parlamentaria. Una hostil huida hacia adelante,
donde la oposición debe ponerle contención a esos desplantes. Aquí entramos en
lo ciudadano. El cambio debe comprenderse como un profundo compromiso de
activismo cívico. El cambio comienza por nuestra propia actitud, la cual pasa
por apoyar activamente nuestra nueva
representación política. No sólo
pedirles. No sólo criticarlas, sino atender sus llamados. Ahí
van las expectativas del chavista opositor, que clama estabilidad y
justicia social (no repartita sino real).
Y el desafío de la disidencia es otorgar inclusión y reconocimiento a
ese sector siempre olvidado. La bisagra entre ellos y nosotros, será la nueva
AN. Pero tenemos que cumplir nuestro rol de ser portones, vigilia y plataforma
de ese reacomodo social. Debemos
participar en el cambio, no esperar que otro lo produzca. Debemos defender este
logro político desde lo ciudadano. Pedir respeto desde a un fiscal de tránsito,
de aduana o del MP, hasta un operario
cambiario, un funcionario de banco o el cajero de un Mercal. Respeto en una
cola. Respeto a nuestra representación
en la AN. Respeto a sus decisiones. Respeto a la amnistía, a la revisión de
tratados, a que se rindan cuentas claras, a la actuación de nuestros
embajadores, ministros o militares. No esperar que las cosas las resuelvan AD,
PJ, UNT o VO a solas. Es dar un paso al frente en el rescate país, y no esperar
que sean 112 diputados electos los únicos responsables.
En lo grupal tenemos mucho que reflexionar. Antes
de las elecciones, el escepticismo pasaba por un entreguismo preocupante, mismo
que desdice de nosotros como sociedad.
Mismo que nos ve como incapaces de ripostar adversidades. No me excluyo.
A ratos pensé que sería difícil obtener una mayoría calificada en la AN. Y el
país demostró que su voluntad de cambio es inquebrantable, y que su dignidad
supera todos los miedos.
Revaloricemos nuestra autoestima grupal. Confiemos más
en nosotros. Hablemos bien aunque no luzca posible. Apoyemos la libertad de
nuestros presos políticos y el regreso de los exiliados. Esta debe ser la
primera medida política de la nueva AN, decretada en urgencia parlamentaria.
Dándole trascendencia al caudal que significa
nuestra elevadísima participación el 6D, conseguiremos darle zapata al cambio
necesario. Fue eso lo que obligó Padrino López a resguardar los resultados. No
otra leyenda urbana. Falta menos. Pero nos vienen momentos decisivos, donde
salir de nuestro letargo, tal como salió la ciudadanía el 6D, será la diferencia entre el triunfo del
cambio y la hegemonía.
Orlando Viera-Blanco
vierablanco@gmail.com
@ovierablanco
Caracas – Venezuela
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