Esa frase tan contundente «En mi
hambre mando yo» la cuenta Salvador de Madariaga en 1931 y parece ser que le
espetó un jornalero a un cacique en los años de la república en Andalucía,
rechazándole el dinero que le daba para que votase por lo que el cacique
quería. Ahora, en estos tiempos que nos ha tocado padecer a los venezolanos
actuamos idénticos como aquel jornalero anónimo, honesto, digno y pobre.
Perdieron y para siempre. Están
equivocados los que rebuscan en las cenizas de la filosofía, en las tesis
políticas apolilladas la justificación esperanzadora de la resurrección de la
satrapía a la que el 6 de diciembre el pueblo venezolano asqueado de ellos los
sepultó perpetuamente, los sacó de su corazón como el hombre a la hembra
cornuda por su honor ofendido.
Si se considera una opinión
apresurada afirmar, que no es mi caso, que en tan corto tiempo la sospecha de
que el chavismo o el Socialismo del Siglo XXI dejará de ocupar posiciones de
primera fila en elecciones por venir, o en algún repentino hecho electoral,
hasta esfumarse como los partidos Liberal y Conservador del siglo XIX, también
lo es afirmar que ahora es cuando le queda fuerza al Gobierno para competir de
tú a tú con quienes lo descargaron el 6D y que pueden como arte de magia
recuperar los afectos de antaño.
Ni triunfalismo, ni empalagos,
por supuesto. El caso es que lo que está sobre la mesa, el sentido común, es
que quien debe cambiar es el oficialismo, su estrategia equivocada, tácticas fracasadas.
Muy por el contrario las fuerzas de la Unidad solo deben andar sobre las
huellas que los condujeron hasta esta abrumadora y millonaria votación, sin
obviar lógicamente que los triunfos son perfectibles.
Hasta ahora, pues, el Gobierno
persiste en la causa de su destrozo: en la guerra económica, en la intervención
del imperio, sin pronunciar una sola palabra sobre la crisis económica, las
sabrosas colas de Jaquelín, y como si no fuera suficiente hoy llama traidor al
pueblo porque actuó con dignidad, es decir, no le vendió su hambre.
Ellos, los que se disfrazan de
pobres siguen con Chávez en el altar, con los mismos credos que pusieron a
correr por todo el país durante la pre y pos campaña electoral sin entender que
los compatriotas tampoco quieren nada con esa imagen supuestamente mágica, de
ídolo, de fetiche, que según Oscar Schemel se había metido dentro del corazón y
las entrañas de la gente hasta conformar un entramado de amor virginal.
Sin muchos cuentos, el pueblo de
una manera categórica, firme, votó
contra el sistema comunista, contra la ineficiencia, la corrupción, contra el
pillaje, contra eso que no tiene nada de política sino que es otra cosa diferente.
Fue una simpleza creer que a un
pueblo sojuzgado, con hambre, le comprarían con dádivas la fidelidad a
perpetuidad. Todos esos disparates se cayeron esa noche, luego, no se haga eco
de necedades apuntadas sin fundamentos y seguir por donde viene.
De manera que calma, paciencia,
tranquilos, que van a pasar cosas pero cosas buenas, disfruten el triunfo en
paz, gócelo, espere el 5 de enero frente a su televisor con lo que le provoque
tomarse.
Rafael García Marvez
garciamarvez@gmail.com
@RGarciaMarvez
Carabobo - Venezuela
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