El aforismo quiere
que la esperanza sea lo último en perderse. En sentido lato deberíamos entender
que una vez perdida sobreviene la noche oscura de la crisis sin retorno. En el
caso venezolano se observa algo parecido. En la acera gubernamental y los
predios del chavismo la lucha interna se ha recrudecido en forma tan intensa
que desborda los cotos hasta ahora cerrados del Estado y del bloque de partidos
oficialistas, en nombre de que la ropa sucia se lava adentro. No obstante las
fronteras de la prudencia están siendo rebasadas por el naufragio de las
infladas promesas oficiales.
La desesperanza venía
creciendo en los últimos años del caudillo mientras tomaba cada vez más fuerza
la alternativa democrática, encarnada en la MUD, sin destruir todavía la
hegemonía del sacralizado líder. Dos factores lo impedían, la bonanza petrolera
y el ímpetu del fallecido presidente.
Después de 40 años de
democracia, cuya obra material y espiritual superó cuanto se construyó desde la
fundación de la República en 1830 y es infinitamente superior a lo que en
realizaciones sin adornos retóricos, se ha hecho o deshecho durante los 17 años
de rimbombante revolución, es perfectamente posible elaborar los grandes
balances para restablecer la verdad histórica. Una minuciosa obra próxima a ser
editada de la profesora Rosa María Estaba, “La construcción de un territorio”,
lo demuestra con tal contundencia que sorprenderá hasta a muchos de los amigos
del régimen. Mapas, datos, gráficos, proporcionan un cimiento de granito a ese
esfuerzo intelectual de Rosa María, que se une a otros valiosos trabajos de
similar orientación temática. A medida que se expande la sensación del un
cambio democrático, se ha incentivado el interés por aprender y rescatar lo
medular del pasado histórico, tan brutalmente tergiversado y calumniado,
Aprender sin repetir. Aprender de sus notables realizaciones recordando que una
de ellas fue saber adaptarse a las complejidades del presente con la mirada
puesta en el futuro. Volver al pasado sólo sería posible para un émulo de
Robert Zemeckis, el audaz director que nos permitió viajar en el tiempo.
El presente de Maduro
es estremecedor. Incapaz de reaccionar frente al trepidante deterioro de las
variables económicas, sociales, políticas, pretendió silenciarlas con el uso de
la fuerza. Para no mostrarse débil ante su militancia escaló la violencia, la
provocación, el atropello a la Constitución. Embestir de esa manera,
precisamente cuando la oposición registraba la colosal victoria del 6D fue un
disparate que casi lo disuelve en el aire.
Tengo la impresión de
que amigos míos como Enrique Krauze, Carlos Alberto Montaner y Mario Vargas
Llosa elogian con tanto entusiasmo a los luchadores democráticos de Venezuela,
principalmente, claro, porque aman la libertad y quieren esgrimir el ejemplar
desempeño de los incansables bregadores democráticos en esta parte del mundo,
pero quizá también porque habrán descubierto en la curiosa crisis del
madurismo, un tesoro de posibilidades para sus futuras obras de creación.
Por lo general los
combates tienden a librarse desde dos aceras y sus paladines a afluir hacia dos
polos. Que son tres en la trágica sucesión bolivariana. La MUD, en el centro de
la vasta oposición democrática, el chavismo enfrentado a Maduro, y el propio
presidente, arrastrado en el nubarrón de las Erinias. Se discute el despido de
Maduro. Al verlo tan nervioso, fallido y sudoroso, sospecho que sea el primer
interesado en una balsa salvadora como esa.
Americo Martin
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
Miranda – Venezuela
http://diariodecaracas.com/blog/57
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