“La semiología del
horror”. Estoy fusilando el título de un célebre texto que analiza en forma
descarnada la aplicación de justicia en tiempos del nacional socialismo en la
Alemania de Hitler. El libro se denomina “Los juristas del horror” y fue
escrito por Ingo Müller. La traducción es obra del abogado venezolano Carlos
Armando Figueredo.
En este texto se
señala que todas las ilegalidades (atropellos, prisiones, torturas, exterminios
en masa, etc.) se hicieron dentro de la “legalidad” vigente en la época del
nazismo. El ordenamiento jurídico fue modificado de tal forma que para los
tribunales germanos nadie cometía delito al perseguir y eliminar
sistemáticamente los judíos.
En fin, el texto “Los
juristas del horror” constituye una cruda denuncia y profecía. No tan solo
describe sucesos que acaecieron en el siglo pasado sino que, igualmente,
profetiza hasta donde pueden llegar los autoritarismos en su afán de conculcar
libertades y derechos.
A partir de aquí,
amigo lector, abordaré el tema que
anuncia el título de este artículo. La denuncia y profecía que describió Ingo Müller en su libro se están cumpliendo
en la Venezuela de Nicolás Maduro. El caso de Leopoldo López es un ejemplo
paradigmático de lo manifestado por este autor alemán.
Leopoldo López está
sentenciado y preso por hacer uso de la palabra. Un grupo de expertos en
semiótica “interpretaron” lo que quiso decir en sus discursos y encontraron
nexos (subliminales) entre sus palabras y lo acontecido en la fecha de los
sucesos conocidos bajo el nombre de La Salida.
Bajo los dictados de
esta “semiología del horror”, los expertos de la fiscalía dictaminaron que sus
mensajes ejercieron “una fuerte influencia no solo en su manera de pensar, sino
en las potenciales acciones de sus destinatarios” Una argumentación de esta
naturaleza cae en el terreno de lo mágico. Equivale, como ha sido señalado por
diversos especialistas, a “haber traído un brujo a decir que los dioses le
dieron el mensaje de que Leopoldo López era culpable”.
En fin, ¿fue la
salida, una apuesta equivocada? El tema es controversial. Lo cierto que la
situación económica y el deterioro institucional es hoy más profundo del
existente hace dos años. En estas circunstancias, una salida cívica, pacífica y
democrática se encuentra en el orden del día.
Diversos grupos de la
sociedad civil, personalidades y grupos opositores han señalado diversas opciones a la crisis terminal que
padece la sociedad venezolana: renuncia, referéndum revocatorio, asamblea
constituyente, acortar el periodo presidencial, entre otras. No hay acuerdo,
aún, sobre cuál de ellas sería la apropiada. Cada partido político posee su
concepción sobre cuál ha de ser el camino apropiado para iniciar la
transición en el país. Sospecho que las
urgencias electorales pesan a la hora de decidir sobre la vía a seguir. En fin, no existe un criterio unánime sobre
cuál ha de ser la salida óptima.
Sin embargo, dada la
incapacidad, tozudez gubernamental y profundidad de la crisis (comienza a
escasear el circulante), pareciera necesario hacer uso de cierta radicalidad
cívica. Esta radicalidad sería necesaria para impulsar una salida concreta al
actual deterioro institucional. Desde luego, para que una política de esta
naturaleza tenga posibilidad de éxito, deberá
ser asumida por todos los grupos opositores. De lo contrario, sus
posibilidades de triunfo serian escasas.
Regresando a Leopoldo
López. Su apuesta en lo estratégico fue correcta. Las penalidades que vivimos y
las que están por venir así lo están demostrando.
Esperemos que las
“tentaciones” electorales no se transformen en
obstáculo para el diseño de una política apropiada para este momento.
Los ciudadanos que mostraron su voluntad de cambio el 6D y sufren los avatares de esta catástrofe
económica y social, demandan conductas
acordes con estas circunstancias.
Nelson Acosta
Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
Carabobo - Venezuela
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