CARACAS—En un
hospital de la región occidental de este atribulado país, la crisis económica
dio un giro sombrío en los últimos días: seis niños murieron porque no había
suficientes medicamentos o respiradores que funcionaran.
En la capital, la
crisis ha convertido la vida cotidiana en una odisea para casi todo el mundo.
El gobierno ha racionado la electricidad en medio de cortes de luz crónicos,
para dejar los centros comerciales a oscuras. Las casas y apartamentos sufren
regularmente por la escasez de agua.
Rosalba Castellano,
de 74 años, pasó recientemente horas en lo que se ha convertido en una rutina
desesperada para millones: aguardando en una larga fila para comprar cualquier
alimento que esté disponible. Al final, salió con apenas dos litros de aceite
de cocina.
“Esperaba comprar
papel higiénico, arroz, pasta, pero no se consiguen”, dijo. Su única opción es
encontrar esos artículos a mayor precio en el mercado negro. El gobierno, se
quejó, “nos tiene sometidos a un sufrimiento salvaje”.
La Asamblea Nacional,
ahora controlada por la oposición, declaró el jueves pasado una emergencia
alimentaria, en un intento por llevar al gobierno del presidente Nicolás Maduro
a, entre otras cosas, flexibilizar los controles de precios que han creado
escasez de todo, desde medicamentos hasta carne. “Se está dejando al pueblo sin
la capacidad de alimentarse”, dijo el legislador Omar Barboza.
Se prevé que la
inflación del país alcance este año 700%, la más alta del mundo, según el Fondo
Monetario Internacional. El año pasado, la economía se contrajo 10% y se espera
que se reduzca otro 8% este año, de acuerdo con el FMI, el peor desempeño del
mundo. Y no se ve una solución a la vista.
Los economistas dicen
que el gobierno tiene que dar marcha atrás a décadas de políticas económicas
que reconfiguraron de forma dramática la economía. El Estado asumió el control
de cientos de compañías, estableció controles de precios y gastó grandes
cantidades de dinero público, llevando la brecha presupuestaria a cerca de 20%
de la producción económica anual.
Pese a la
profundización de la crisis, ha habido pocas señales de cambio de un gobierno
que atribuye los problemas del país a una “guerra económica” librada por
enemigos, incluyendo empresas privadas y el gobierno estadounidense. Llamadas a
varios ministerios y agencias del gobierno en busca de comentarios no fueron
respondidas.
La semana pasada,
legisladores aliados del gobierno dijeron que la escasez de alimentos era culpa
de empresas privadas que acaparaban productos para tratar de desestabilizar a
Maduro. Esa misma noche, el Tribunal Supremo de Justicia le otorgó al
presidente poderes especiales que le permiten tener control directo sobre el
presupuesto y un mayor margen para intervenir en empresas privadas. Los
legisladores de la oposición dicen que las dos medidas apuntan a evitar que la
Asamblea Nacional trate de limitar la intervención del gobierno en la economía.
La escasez de
alimentos es cosa de cada día en Venezuela.
Huertas urbanas
En respuesta a la
creciente escasez de alimentos, Maduro creó en enero el Ministerio de
Agricultura Urbana. El mandatario destacó que tiene 50 gallinas en su casa y
que sus compatriotas pueden aprender a cultivar en sus casas. La medida es
similar a una política que Cuba implementó a comienzos de los años 90 luego de
que el colapso de la Unión Soviética cortó la ayuda a la isla.
Maduro ha sugerido
varias iniciativas. Hace un par de semanas abrió una cuenta en Facebook.
“Quiero ampliar mi actividad en las Redes Sociales”, escribió, añadiendo dos
fotos.
Los venezolanos no se
demoraron en contestar. Algunos le dieron la bienvenida al presidente en
Facebook, otros le pidieron que renunciara, muchos solicitaron investigaciones
de corrupción en sus ciudades y estados. Unos pocos pidieron ayuda para comprar
un auto, u obtener fertilizante o encontrar alimentos.
José Guerra,
economista y legislador de la oposición, lo llamó “la cursilería más grande
para un país que está en crisis. Eso, lo que demuestra, es que Maduro no tiene
los pies en la tierra”.
A medida que se
acumulan las dificultades diarias, uno de cada 10 venezolanos está buscando la
manera de salir del país, según la firma encuestadora Datanálisis. Durante la
última década, más de un millón de personas han emigrado, según varios
cálculos.
Leonardo Briceño dice
que cuatro gerentes de su firma de relaciones públicas en Caracas han
renunciado para salir del país. La próxima semana se convertirá en el cuarto
que emigre cuando salga rumbo a Estados Unidos con su esposa y su hija de dos
años.
“Es más allá de la
inseguridad y el deterioro económico”, afirma. “Es imaginar un escenario en el
que mi hija necesita una medicina y no se consigue. Eso es lo que me preocupa
más”.
La crisis se siente
no sólo en las grandes ciudades sino también en lugares como Toas, una diminuta
isla con palmeras y aguas cristalinas en la región occidental, donde viven
apenas 8.000 personas.
En diciembre pasado,
ladrones se robaron 24 kilómetros de cable submarino que conectaba a la isla
con el continente. Los delincuentes cortaron las conexiones telefónicas de la
isla y dejaron inactivas sus bombas de agua.
Genebraldo Chacin, un
pescador, cuenta que sus hijos no se han bañado ni han ido al colegio desde
entonces y que han estado consumiendo apenas una comida por día. Sus vecinos
dicen que la isla está cerca de la hambruna. “La comida se nos daña y es triste
porque aquí no se consigue la comida”, dice Sasha Almarza. Vecina de Chacin.
“Cuando tenemos algo, lo comemos todo el mismo día para no perderlo”.
La tasa de homicidios
en Venezuela se ha disparado a 90 por cada 100.000 habitantes, de acuerdo con
el Observatorio Venezolano de Violencia, un grupo no gubernamental que se
enfoca en temas de delincuencia. La cifra sería la segunda más alta del mundo
después de la de El Salvador, que tiene una tasa de 104 por cada 100.000
habitantes. El Observatorio calcula que a finales de 2015, uno de cada cinco
homicidios ocurridos en América Latina y el Caribe tuvo lugar en Venezuela.
El desplome del
precio del petróleo ha perjudicado a Venezuela más que a cualquier otro país
productor de hidrocarburos. El crudo representa 96% de sus ingresos por
exportaciones y financia cerca de la mitad del presupuesto nacional.
Por años, el
presupuesto se basó en un barril de petróleo a US$40, incluso durante años en
los que el precio se acercó a US$100. El excedente fue puesto en un fondo fuera
de la supervisión de la Asamblea Nacional. Fue gastado y se cree que grandes
sumas fueron desfalcadas, según ex funcionarios del gobierno venezolano y
autoridades en EE.UU. que investigan la corrupción en Venezuela. El fondo de
reservas petroleras de emergencia se ubica en US$3 millones, frente a los
cientos de miles de millones de dólares de fondos similares de otros países
petroleros.
Venezuela no sólo no
ahorró, sino que se endeudó inmensamente. En la actualidad tiene una deuda externa
de casi US$110.000 millones.
Alejandro Arreaza,
economista de Barclays para América Latina, dice que los datos del mercado
indican que Venezuela tiene cerca de 85% de probabilidades de entrar en
cesación de pagos de su deuda en los próximos 12 meses. El analista piensa que
Caracas pagará los US$1.500 millones que vencen el 26 de febrero, y que hará
todo lo posible por cumplir con los US$5.000 millones en capital e intereses
que vencen en octubre y noviembre. Para evitar un default desordenado e impedir
que los acreedores confisquen activos petroleros, señala, Venezuela puede tener
que reducir aún más las importaciones y posiblemente hacer una reestructuración
de su deuda.
“Ya tienen problemas
políticos en el frente interno, y quieren evitar la apertura de un frente
internacional”, dice Arreaza.
Una escasez de
dólares debido a los controles de divisas y al declive de los ingresos
petroleros ha perjudicado gravemente la economía, mientras las
nacionalizaciones y los controles de precios han destrozado el sector privado
para dejar al país más dependiente de las importaciones.
Venezuela solía
exportar arroz, café y carne. Ahora importa los tres productos. Incluso trae
del extranjero sus propios billetes, que compra a empresas europeas y que
transporta en jumbos 747.
El número de empresas
privadas en el país se redujo en 20% entre 2006 y 2014, según Datanálisis.
Multinacionales como Clorox Co. simplemente han abandonado el país. Otras,
incluyendo Ford Motor Co. y Mondelēz International Inc., el fabricante de las
galletas Oreo, han rebajado a cero el valor contable de sus operaciones en
Venezuela.
Un sistema complicado
de tipos de cambio hace que el país sea uno de los más baratos o más caros del
mundo, dependiendo de la tasa que se use. Al tipo de cambio oficial, de 6,3
bolívares por dólar, una Cajita Feliz de McDonald’s cuesta US$146. A la tasa
del mercado negro, en la que el dólar se vende por 1.000 bolívares, cuesta
apenas 89 centavos de dólar. Esto hace que el país sea extremadamente barato
para viajeros hábiles y aquellos que ganan en dólares, pero demasiado costoso
para los pobres que no tienen acceso a la moneda estadounidense.
Crisis de salud
La crisis es
especialmente aguda en lo que alguna vez fue el eje de las políticas
socialistas de este país, su sistema de salud. Asociaciones médicas y
especialistas en el sector dicen que las muertes que pueden ser prevenidas
están al alza debido a la falta de medicamentos, equipos y doctores. El
principal gremio de farmacias del país dice que hay escasez en 90% de los
medicamentos.
En un día reciente en
el Hospital Universitario de Maracaibo, la segunda mayor ciudad del país, los
pacientes yacían en camas sin sábanas en habitaciones con pisos sucios. No
había servicio de agua, medicamentos, suministros de limpieza o comida. Materia
fecal flotaba en los inodoros. El personal médico dice que pandilleros rondan
los pasillos, lo que obliga a los doctores —que sufren de sueldos bajos y
acoso— a encerrarse en sus consultorios para evitar ser asaltados.
“Esto parece un
hospital de guerra”, dijo Dora Colmenares, cirujana hepática. “Necesitamos
urgentemente ayuda humanitaria”.
Hace unos días, seis
bebés murieron en el Hospital Central de San Cristóbal, según funcionarios de
los servicios de protección infantil de la ciudad y del sindicato del personal
del hospital. Los neonatos fallecieron debido a la escasez de medicamentos y la
falta de respiradores que funcionaran para pulmones que no terminaron de
desarrollarse, dijeron los funcionarios.
“Hasta que el
problema de la falta de suministros y de importaciones se resuelva, la
situación de los neonatos sólo va a empeorar”, dijo Karelis Abunassar,
presidenta del Consejo de Protección Municipal del Niño, Niña y Adolescente.
Abunassar agregó que una inspección del ala de maternidad encontró apenas 11
incubadoras y siete máquinas respiratorias que funcionan, insuficientes para la
cantidad de prematuros que nacen allí. Llamadas al Ministerio de Salud no
fueron respondidas. Un administrador del Hospital Central dijo que los directivos
no estaban disponibles para hacer comentarios.
—Lorena Evelyn Arráiz
en San Cristóbal, Sheyla Urdaneta en Toas, Mayela Armas y Kejal Vyas en Caracas
y Sara Schaefer Muñoz en Bogotá contribuyeron a este artículo.
Anatoly Kurmanaev
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