"Por Venezuela papi, no se preocupen, que de que volvemos a casa, todos volvemos, para estar juntos, con nietos y demás!...".
Son tiempos ambiguos,
tormentosos, difusos. Como lo sugiere la novela, Cumbres Borrascosas (Wuthering
Heights) de Emily Bronte (1847). Venezuela ha entrado en una espiral de caos y
anomia que pareciera sucumbir. Pero el país no es una novela ni sus ciudadanos
somos tordos de un solo vuelo (con el perdón de Orwell y su "Rebelión en
la granja"). Somos seres humanos fatigados después de tres décadas de
crisis, por lo que no tengo duda que un ciclo de costosísima involución
ciudadana, dará paso a un renacimiento. La esperanza: nuestros hijos...
El futuro de
Venezuela no se reduce a lo político. Sus líderes serán puentes generacionales.
La esperanza son nuestros jóvenes. Se ha convertido en otra típica
expresión-mítica-de inmolación y auto-agresión, hablar de "fuga" de
talentos, sin retorno, ni salida porque no volverán. Se afirma con ligereza que perdimos nuestra
principal reserva humana, cómo nuevas generaciones de profesionales que hacen
maletas por manadas y se van a otras latitudes, donde encuentran trabajo,
valoran sus talentos y hacen vida próspera y feliz -sic-Digo que es una
aseveración falaz, porque si bien es cierto que el éxodo existe, no es menos
cierto que la intención de un grueso de esos muchachos -por cierto, bien
sembrada por sus padres- es regresar a Venezuela para reincorporarse a su
rescate y reconstrucción. Obviamente hay
casos que ya han hecho vida. Pero en la gran mayoría subyace un sentimiento de
desprendimiento, de ruptura familiar, de nostalgia-raíz, que aun en medio de su estabilidad, seguridad
y "tickets para ir a un concierto", concientizan las complejidades
del desarraigo, lo que significa perder el sentido de pertenencia, encarar
crisis económicas en países del primer mundo o criar vástagos en entornos
multiétnicos y culturales, donde no tenemos el pariente, el vecino o el amigo
que nos consuele, así sea con un "caldito de pollo". Es verdad -y lo celebro- que el talento de
nuestros jóvenes ha sido bien recibido y valorado en el exterior. Pero como
sucede comúnmente, sólo una porción minoritaria del inmigrante, es el que logra
estar con la persona adecuada, en el momento apropiado y en la circunstancia
correcta, para anclar oportunidades. Muchos de nuestros hijos que hoy hacen
vida en el exterior comprenden lo que cuesta lograr un estatus migratorio,
social y económico. Y tienen a Venezuela en la mente y en el corazón, porque
racionalizan que es en el país donde nacieron y crecieron, donde pueden hacer
más, vivir a lo ancho de su cultura o aportar lo que en otras latitudes, están
a tope. Saben -con frustración-que sin seguridad, honradez y educación, no es
posible. ¡Pero lo anhelan!
Me confieso conmovido
por lo que mi hija escribió a su mamá (mi esposa), con motivo de su cumpleaños:
"Mami" cada regaño, cada consejo, cada enseñanza, todo el cariño, la
paciencia y los sacrificios que tú y mi papá han hecho por nosotros, hablo por
mis cuatro hermanos, no hay manera de agradecerles mil y un veces...". Ese
sentido de gratitud de los hijos, comporta un inmenso sentido de compromiso y
reconocimiento. Consciencia del sacrificio concedido, que no es más que
asumirlo como propio con el alma enterrada en sus raíces. También existe toda
una reserva de jóvenes que aun siguen en el país en pie de lucha y con una
voluntad indoblegable. Conversé con una
novel licenciada de computación de la Universidad de Carabobo para encomendarle
una página Web. Su profesionalismo, transparencia, organización y conexión con
el mundo moderno- "recibimos pagos paypal", asentó- me permitió
concluir que ahora es que tenemos fuerza y posibilidades en el país. "Yo
tengo fe en Venezuela Orlando, y sé que saldremos adelante", sentenció
emocionada. Esa es la gran mayoría de gente joven que nos empeñamos ocultar.
Confieso que soy el primero que dedico horas, renglones y ensayos
"analizando" la Venezuela que no queremos, sin reivindicar la que
merecemos y convive con nosotros.
Valeria terminó su
carta diciendo: "Mami... estos años afuera me han hecho crecer, ver muchas
cosas y conocer mucha gente. Que ustedes me hayan brindado esta oportunidad
dice mucho de ambos, de que pueden dejar de hacer cualquier cosa por mí, y que
mi futuro y mi felicidad van antes que cualquier cosa para ustedes. Mi
admiración por ti y papá, va más allá como ya les dije, y de verdad espero
algún día poder vivir todos en el mismo lugar y no estar tan dispersos como nos
ha tocado estarlo... Por Venezuela papi, no se preocupen, que de que volvemos a
casa, todos volvemos para estar juntos, con nietos y demás!".
Doy gracias a Dios, a
mis padres, maestros, amigos, paisanos y a mi país, por enseñarme a amarlo apasionadamente. Un querido amigo -escuchando
hablar así- me dijo" "Orlando sois poeta". Le contesté: Quisiera
serlo. A fin de cuentas la poesía ha hecho más por el mundo, que la ideología...
¡Volverás hija! Como
dice aquella emotiva canción de Stevens, Padre e hijo, "porque tú aun
puedes estar aquí mañana, aunque tus sueños no...". Y escribirás -como
buena periodista- la nueva historia de tu país. Nada borrascosa, ¡porque nada
como Venezuela...!
Orlando Viera-Blanco
vierablanco@gmail.com
@ovierablanco
Caracas - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario