martes, 16 de febrero de 2016

ORLANDO VIERA-BLANCO, !VOLVERAS HIJA...NADA COMO VENEZUELA!

"Por Venezuela papi, no se preocupen, que de que volvemos a casa, todos volvemos, para estar juntos, con nietos y demás!...".
Son tiempos ambiguos, tormentosos, difusos. Como lo sugiere la novela, Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights) de Emily Bronte (1847). Venezuela ha entrado en una espiral de caos y anomia que pareciera sucumbir. Pero el país no es una novela ni sus ciudadanos somos tordos de un solo vuelo (con el perdón de Orwell y su "Rebelión en la granja"). Somos seres humanos fatigados después de tres décadas de crisis, por lo que no tengo duda que un ciclo de costosísima involución ciudadana, dará paso a un renacimiento. La esperanza: nuestros hijos...

El futuro de Venezuela no se reduce a lo político. Sus líderes serán puentes generacionales. La esperanza son nuestros jóvenes. Se ha convertido en otra típica expresión-mítica-de inmolación y auto-agresión, hablar de "fuga" de talentos, sin retorno, ni salida porque no volverán.  Se afirma con ligereza que perdimos nuestra principal reserva humana, cómo nuevas generaciones de profesionales que hacen maletas por manadas y se van a otras latitudes, donde encuentran trabajo, valoran sus talentos y hacen vida próspera y feliz -sic-Digo que es una aseveración falaz, porque si bien es cierto que el éxodo existe, no es menos cierto que la intención de un grueso de esos muchachos -por cierto, bien sembrada por sus padres- es regresar a Venezuela para reincorporarse a su rescate y reconstrucción.  Obviamente hay casos que ya han hecho vida. Pero en la gran mayoría subyace un sentimiento de desprendimiento, de ruptura familiar, de nostalgia-raíz,  que aun en medio de su estabilidad, seguridad y "tickets para ir a un concierto", concientizan las complejidades del desarraigo, lo que significa perder el sentido de pertenencia, encarar crisis económicas en países del primer mundo o criar vástagos en entornos multiétnicos y culturales, donde no tenemos el pariente, el vecino o el amigo que nos consuele, así sea con un "caldito de pollo".  Es verdad -y lo celebro- que el talento de nuestros jóvenes ha sido bien recibido y valorado en el exterior. Pero como sucede comúnmente, sólo una porción minoritaria del inmigrante, es el que logra estar con la persona adecuada, en el momento apropiado y en la circunstancia correcta, para anclar oportunidades. Muchos de nuestros hijos que hoy hacen vida en el exterior comprenden lo que cuesta lograr un estatus migratorio, social y económico. Y tienen a Venezuela en la mente y en el corazón, porque racionalizan que es en el país donde nacieron y crecieron, donde pueden hacer más, vivir a lo ancho de su cultura o aportar lo que en otras latitudes, están a tope. Saben -con frustración-que sin seguridad, honradez y educación, no es posible. ¡Pero lo anhelan!

Me confieso conmovido por lo que mi hija escribió a su mamá (mi esposa), con motivo de su cumpleaños: "Mami" cada regaño, cada consejo, cada enseñanza, todo el cariño, la paciencia y los sacrificios que tú y mi papá han hecho por nosotros, hablo por mis cuatro hermanos, no hay manera de agradecerles mil y un veces...". Ese sentido de gratitud de los hijos, comporta un inmenso sentido de compromiso y reconocimiento. Consciencia del sacrificio concedido, que no es más que asumirlo como propio con el alma enterrada en sus raíces. También existe toda una reserva de jóvenes que aun siguen en el país en pie de lucha y con una voluntad indoblegable. Conversé  con una novel licenciada de computación de la Universidad de Carabobo para encomendarle una página Web. Su profesionalismo, transparencia, organización y conexión con el mundo moderno- "recibimos pagos paypal", asentó- me permitió concluir que ahora es que tenemos fuerza y posibilidades en el país. "Yo tengo fe en Venezuela Orlando, y sé que saldremos adelante", sentenció emocionada. Esa es la gran mayoría de gente joven que nos empeñamos ocultar. Confieso que soy el primero que dedico horas, renglones y ensayos "analizando" la Venezuela que no queremos, sin reivindicar la que merecemos y convive con nosotros. 

Valeria terminó su carta diciendo: "Mami... estos años afuera me han hecho crecer, ver muchas cosas y conocer mucha gente. Que ustedes me hayan brindado esta oportunidad dice mucho de ambos, de que pueden dejar de hacer cualquier cosa por mí, y que mi futuro y mi felicidad van antes que cualquier cosa para ustedes. Mi admiración por ti y papá, va más allá como ya les dije, y de verdad espero algún día poder vivir todos en el mismo lugar y no estar tan dispersos como nos ha tocado estarlo... Por Venezuela papi, no se preocupen, que de que volvemos a casa, todos volvemos para estar juntos, con nietos y demás!".

Doy gracias a Dios, a mis padres, maestros, amigos, paisanos y a mi país, por enseñarme a amarlo  apasionadamente. Un querido amigo -escuchando hablar así- me dijo" "Orlando sois poeta". Le contesté: Quisiera serlo. A fin de cuentas la poesía ha hecho más por el mundo, que la ideología...

¡Volverás hija! Como dice aquella emotiva canción de Stevens, Padre e hijo, "porque tú aun puedes estar aquí mañana, aunque tus sueños no...". Y escribirás -como buena periodista- la nueva historia de tu país. Nada borrascosa, ¡porque nada como Venezuela...!

Orlando Viera-Blanco
vierablanco@gmail.com
@ovierablanco

Caracas - Venezuela

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