No hace mucho tiempo,
pocas horas, mejor dicho, tres
pronunciamientos públicos les movieron el piso a la poca tranquilidad que le
queda a los venezolanos.
La dirigencia gremial
de las empresas comercializadoras de medicinas informó que la escasez obligaba
a declarar al sector -y al país- en situación de crisis humanitaria, ante la
imposibilidad de evitar que el desabastecimiento continuara provocando severos
riesgos de fallecimientos entre pacientes por carencia de esos bienes
esenciales.
El Presidente de
Empresas Polar, Lorenzo Mendoza, lanzaba un SOS al Gobierno reclamándole
atención sobre el grave cuadro nacional que significaba el hecho de que, como
en el caso de las medicinas, el país se estaba quedando sin alimentos. A la vez
que formulaba una serie de propuestas con las cuales, a su juicio, y en caso de
implementarse, podía comenzar a cambiar el panorama de la producción, el
procesamiento y la oferta alimenticia.
Y la Asamblea
Nacional, por su parte, le daba cabida a un Proyecto de Ley para, de alguna
forma, propiciar un debate dentro y fuera del recinto parlamentario, con el fin
de estimular la producción nacional. Inclusive, lo hizo mientras también aprobaba declarar en
situación de crisis alimentaria el abastecimiento de bienes esenciales en la
dieta venezolana.
El cuarto
pronunciamiento público no ha sido necesario difundirlo para intranquilizar: lo
vive cada venezolano en cualquier parte del territorio nacional,
administrándolo a su manera, mientras lucha por adquirir medicinas y alimentos.
Se trata del atinente a las “otras” crisis: el racionamiento del servicio de
agua potable, de electricidad, la inseguridad dominante en un ambiente de
violencia incontenible, la escasez de gas, la desfiguración del sistema
educativo por razones ideológicas, la
administración de justicia como garrote político, y el uso del poder como
fuente inagotable para la perversión de la ciudadanía.
Cada recuento
alrededor de lo expuesto, tiene su asidero. En medicamentos, el país ya llegó a
un 80% de escasez. En alimentos, el abastecimiento está en niveles críticos,
considerándose, inclusive, que existen alimentos ausentes del mercado en más de
un 70%. El Poder Ejecutivo, sin embargo,
no ofrece ninguna información que precise soluciones a corto plazo. Las colas siguen en aumento.
Malnutrición, hambre y enfermos es el pronóstico.
Las soluciones,
sencillamente, lucen inexistentes. No aparecen. ¿Por impericia?.
¿Indiferencia?. ¿Causas ocultas?. Lo que sí abunda, es la recurrencia
burocrática a identificar supuestas culpabilidades extragubernamentales, entre
las que las más comunes siguen siendo la guerra económica, la guerra mediática
y el rentismo petrolero. Ahora todo gira alrededor de una presunta lucha contra
el rentismo, mientras se formulan pensamientos, ocurrencias y decisiones
dirigidas a hacer posible el incremento de los precios petroleros. ¿Para qué?:
para que mejoren los ingresos y la no revolucionaria renta petrolera permita
mantener el mismo ritmo de gastos de la época de bonanza.
Lo cierto es que, al
sacar cuentas de ingresos y egresos, ellas no cuadran. Es decir, contando con
la única fuente de ingresos de divisas, como es la venta de petróleo, lo que
ingresa no alcanza, dado el efecto del desorden administrativo de ayer, de las
pretensiones populistas de hoy y las ambiciones en función del futuro para
continuar financiando el ejercicio del poder. ¿Y qué se hará con la deuda?.
Seguir dependiendo de
un milagro petrolero en materia de ingresos es una quimera y un acto de
innegable irresponsabilidad. La dura realidad impone una urgente modificación
del sistema de egresos en el país, a la par de la implementación de un programa
de acciones tendentes a construir estabilidad macroeconómica en una primera
etapa, y reactivación de la economía en condiciones sustentables y confiables,
en una avanzada hacia los necesarios equilibrios. Para ello, entre otras cosas,
en nada ayudan las “gracias” que está
poniendo el Tribunal Supremo de Justicia para complacer caprichos políticos y
no para administrar justicia, es una variable promotora de la desconfianza de
los mercados en Venezuela, en su Gobierno, en su economía y, por supuesto,
hasta en el actual sistema gubernamental del país.
El Gobierno lo sabe:
el mercado y el comportamiento de los precios de los commodities están
relacionados con el comportamiento global de la economía. Y la salud de esa
economía obliga a admitir que el precio
del producto tiende a continuar bajando, o a no subir a la velocidad que se
requiere en el país. La producción sigue en alza y el consumo tiende a la baja.
Los más importantes productores, es decir,
Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos están colocando en el mercado
individualmente sobre los 10 millones de barriles diarios. Ninguno da señales
de querer reducir su producción, y Estados Unidos, por su parte, ya forma parte
del grupo de los exportadores, después de conquistar su autosuficiencia.
Para Venezuela,
además, lo peor no termina allí. Trasciende. Y lo registra una vez que, dentro
y fuera del país, se sabe de cómo en los
últimos 17 años su propio Gobierno se ocupó de destruir la posibilidad
competitiva en materia petrolera, y de forma inmisericorde. De hecho, hoy se
encuentra obligada a incluir compras de crudo a aquel que hasta hace poco fue
su principal comprador: Estados Unidos. Le acaba de comprar -mediante una
operación vía Citgo- 550.000 barriles.
Es decir, ha puesto en práctica lo que el refranero criollo afirma de
"venado persiguiendo al tigre", porque, en materia petrolera, el país
también decidió, apelando a las peores estrategias y procedimientos, “perder el
chivo y el mecate”.
En lo político, el
discurso manido y trillado sigue siendo el de "Gringos Go Home". En
lo económico, y particularmente en lo petrolero,- ahora en voz baja- es el de
“Gringos Welcome”.
El Ministro y
Presidente de PDVSA, Eulogio Del Pino, fue enviado en gira por Rusia y otros
países para negociar una reducción de la producción, en procura de un aumento
del precio. Es decir, tratar de forzar a cambios en la oferta y la demanda en
contra de la máxima política criolla de que el mercado no existe, por lo que
priva es la utilidad política de imponer
una "Ley de Precios Justos", indistintamente de que se sepa
por anticipado en qué se traducirá: la destrucción de la empresa privada, al
obligarla a vender a pérdida, en lugar de fortalecerla y de estimular su
posibilidad expansiva en materia productiva.
¿El resultado del
periplo ministerial?. No funcionó . Eso de que "hagan lo que yo digo
y no lo que yo hago", sencillamente,
terminó en lo predecible. De hecho, la consultora Qamar Energy radicada en
Dubai, entre otros muchos opinadores especializados en el tema, consideraron en
su momento que no hay condiciones para llegar a ningún acuerdo de reducción en
la producción. A su juicio, hay razones
geopolíticas y mercadeo de mucho peso que no permiten ir en esa dirección.
Internamente, desde luego, tampoco hay condiciones, salvo un ambiente político
desquiciado y promovido desde las altas esferas del poder, que ahuyenta a
propios y a extraños, especialmente a los que invierten, a la par de una
disparada del riesgo país.
¿Y mientras tanto
qué?. ¿A qué se deben someter el país y los venezolanos de trabajo?. Formato
del Futuro ha dicho que el sometimiento no puede ser a la inacción actual; a esa ya sospechosa quietud gubernamental entre
discursos destemplados y una ofensiva fraseología en contra de quienes sugieren
decisiones de emergencia. El tiempo y la paciencia de los ciudadanos se agotan.
Unificación del valor
de la moneda y su libre convertibilidad;
eliminación de la Ley de Precios Justos, dando libertad de oferta y
demanda que es lo que el Gobierno aplica en la venta de petróleo; recurrir a
los organismos internacionales de financiamiento, en procura de respaldo para
ir a un proceso de estabilidad. Sin duda alguna, se trata de pasos iniciales
para corregir rumbos; también para darle paso al surgimiento de un proceso de
entendimiento. Entenderse hoy, definitivamente, siempre será más positivo que
seguir insistiendo mañana en la necesidad de multiplicar pronunciamientos
públicos generadores de mayor intranquilidad ciudadana, porque, después de
todo, si aquí abunda algo son los diagnósticos de lo que sucede, sugerencias de
lo que debería hacerse para revertir errores, y hasta recetarios populares para
aplacar locuras.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga
Miranda - Venezuela
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