martes, 16 de febrero de 2016

EGILDO LUJÁN NAVA, “PERDIENDO EL CHIVO Y EL MECATE”

No hace mucho tiempo, pocas horas, mejor dicho,  tres pronunciamientos públicos les movieron el piso a la poca tranquilidad que le queda a los venezolanos.

La dirigencia gremial de las empresas comercializadoras de medicinas informó que la escasez obligaba a declarar al sector -y al país- en situación de crisis humanitaria, ante la imposibilidad de evitar que el desabastecimiento continuara provocando severos riesgos de fallecimientos entre pacientes por carencia de esos bienes esenciales.

El Presidente de Empresas Polar, Lorenzo Mendoza, lanzaba un SOS al Gobierno reclamándole atención sobre el grave cuadro nacional que significaba el hecho de que, como en el caso de las medicinas, el país se estaba quedando sin alimentos. A la vez que formulaba una serie de propuestas con las cuales, a su juicio, y en caso de implementarse, podía comenzar a cambiar el panorama de la producción, el procesamiento y la oferta alimenticia.


Y la Asamblea Nacional, por su parte, le daba cabida a un Proyecto de Ley para, de alguna forma, propiciar un debate dentro y fuera del recinto parlamentario, con el fin de estimular la producción nacional. Inclusive, lo hizo  mientras también aprobaba declarar en situación de crisis alimentaria el abastecimiento de bienes esenciales en la dieta venezolana.

El cuarto pronunciamiento público no ha sido necesario difundirlo para intranquilizar: lo vive cada venezolano en cualquier parte del territorio nacional, administrándolo a su manera, mientras lucha por adquirir medicinas y alimentos. Se trata del atinente a las “otras” crisis: el racionamiento del servicio de agua potable, de electricidad, la inseguridad dominante en un ambiente de violencia incontenible, la escasez de gas, la desfiguración del sistema educativo por razones  ideológicas, la administración de justicia como garrote político, y el uso del poder como fuente inagotable para la perversión de la ciudadanía.

Cada recuento alrededor de lo expuesto, tiene su asidero. En medicamentos, el país ya llegó a un 80% de escasez. En alimentos, el abastecimiento está en niveles críticos, considerándose, inclusive, que existen alimentos ausentes del mercado en más de un 70%.  El Poder Ejecutivo, sin embargo, no ofrece ninguna información que precise soluciones  a corto plazo. Las colas siguen en aumento. Malnutrición, hambre y enfermos es el pronóstico.

Las soluciones, sencillamente, lucen inexistentes. No aparecen. ¿Por impericia?. ¿Indiferencia?. ¿Causas ocultas?. Lo que sí abunda, es la recurrencia burocrática a identificar supuestas culpabilidades extragubernamentales, entre las que las más comunes siguen siendo la guerra económica, la guerra mediática y el rentismo petrolero. Ahora todo gira alrededor de una presunta lucha contra el rentismo, mientras se formulan pensamientos, ocurrencias y decisiones dirigidas a hacer posible el incremento de los precios petroleros. ¿Para qué?: para que mejoren los ingresos y la no revolucionaria renta petrolera permita mantener el mismo ritmo de gastos de la época de bonanza.

Lo cierto es que, al sacar cuentas de ingresos y egresos, ellas no cuadran. Es decir, contando con la única fuente de ingresos de divisas, como es la venta de petróleo, lo que ingresa no alcanza, dado el efecto del desorden administrativo de ayer, de las pretensiones populistas de hoy y las ambiciones en función del futuro para continuar financiando el ejercicio del poder. ¿Y qué se hará con la deuda?.

Seguir dependiendo de un milagro petrolero en materia de ingresos es una quimera y un acto de innegable irresponsabilidad. La dura realidad impone una urgente modificación del sistema de egresos en el país, a la par de la implementación de un programa de acciones tendentes a construir estabilidad macroeconómica en una primera etapa, y reactivación de la economía en condiciones sustentables y confiables, en una avanzada hacia los necesarios equilibrios. Para ello, entre otras cosas, en nada ayudan  las “gracias” que está poniendo el Tribunal Supremo de Justicia para complacer caprichos políticos y no para administrar justicia, es una variable promotora de la desconfianza de los mercados en Venezuela, en su Gobierno, en su economía y, por supuesto, hasta en el actual sistema gubernamental del país.

El Gobierno lo sabe: el mercado y el comportamiento de los precios de los commodities están relacionados con el comportamiento global de la economía. Y la salud de esa economía obliga a admitir que  el precio del producto tiende a continuar bajando, o a no subir a la velocidad que se requiere en el país. La producción sigue en alza y el consumo tiende a la baja. Los más importantes productores, es decir,  Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos están colocando en el mercado individualmente sobre los 10 millones de barriles diarios. Ninguno da señales de querer reducir su producción, y Estados Unidos, por su parte, ya forma parte del grupo de los exportadores, después de conquistar su autosuficiencia.

Para Venezuela, además, lo peor no termina allí. Trasciende. Y lo registra una vez que, dentro y fuera del país, se sabe  de cómo en los últimos 17 años su propio Gobierno se ocupó de destruir la posibilidad competitiva en materia petrolera, y de forma inmisericorde. De hecho, hoy se encuentra obligada a incluir compras de crudo a aquel que hasta hace poco fue su principal comprador: Estados Unidos. Le acaba de comprar -mediante una operación vía Citgo-  550.000 barriles. Es decir, ha puesto en práctica lo que el refranero criollo afirma de "venado persiguiendo al tigre", porque, en materia petrolera, el país también decidió, apelando a las peores estrategias y procedimientos, “perder el chivo y el mecate”.

En lo político, el discurso manido y trillado sigue siendo el de "Gringos Go Home". En lo económico, y particularmente en lo petrolero,- ahora en voz baja- es el de “Gringos Welcome”.

El Ministro y Presidente de PDVSA, Eulogio Del Pino, fue enviado en gira por Rusia y otros países para negociar una reducción de la producción, en procura de un aumento del precio. Es decir, tratar de forzar a cambios en la oferta y la demanda en contra de la máxima política criolla de que el mercado no existe, por lo que priva es la utilidad política de imponer  una "Ley de Precios Justos", indistintamente de que se sepa por anticipado en qué se traducirá: la destrucción de la empresa privada, al obligarla a vender a pérdida, en lugar de fortalecerla y de estimular su posibilidad expansiva en materia productiva.

¿El resultado del periplo ministerial?. No funcionó . Eso de que "hagan lo que yo digo y  no lo que yo hago", sencillamente, terminó en lo predecible. De hecho, la consultora Qamar Energy radicada en Dubai, entre otros muchos opinadores especializados en el tema, consideraron en su momento que no hay condiciones para llegar a ningún acuerdo de reducción en la producción. A su juicio,  hay razones geopolíticas y mercadeo de mucho peso que no permiten ir en esa dirección. Internamente, desde luego, tampoco hay condiciones, salvo un ambiente político desquiciado y promovido desde las altas esferas del poder, que ahuyenta a propios y a extraños, especialmente a los que invierten, a la par de una disparada del riesgo país.

¿Y mientras tanto qué?. ¿A qué se deben someter el país y los venezolanos de trabajo?. Formato del Futuro ha dicho que el sometimiento no puede ser a la inacción  actual; a esa ya  sospechosa quietud gubernamental entre discursos destemplados y una ofensiva fraseología en contra de quienes sugieren decisiones de emergencia. El tiempo y la paciencia de los ciudadanos se agotan.

Unificación del valor de la moneda y su libre convertibilidad;  eliminación de la Ley de Precios Justos, dando libertad de oferta y demanda que es lo que el Gobierno aplica en la venta de petróleo; recurrir a los organismos internacionales de financiamiento, en procura de respaldo para ir a un proceso de estabilidad. Sin duda alguna, se trata de pasos iniciales para corregir rumbos; también para darle paso al surgimiento de un proceso de entendimiento. Entenderse hoy, definitivamente, siempre será más positivo que seguir insistiendo mañana en la necesidad de multiplicar pronunciamientos públicos generadores de mayor intranquilidad ciudadana, porque, después de todo, si aquí abunda algo son los diagnósticos de lo que sucede, sugerencias de lo que debería hacerse para revertir errores, y hasta recetarios populares para aplacar locuras.

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga

Miranda - Venezuela

No hay comentarios:

Publicar un comentario