A partir de la
celebérrima fecha del 6 de diciembre pasado donde las fuerzas democráticas
obtuvieron un aplastante triunfo electoral de unas dimensiones tales que
llevaban implícitas un cambio de Gobierno, del sistema, y asimismo la forma como se ha venido administrando el
país hasta ahora.
Sí, bajo unas circunstancias
desfavorables en recursos y poderes asimétricos, con el síndrome del desaliento
repicando en todos los oídos, con tentadores obsequios y atemorizantes
amenazas, con todo y eso el pueblo a lo largo y ancho de nuestro mapa salió
resuelto a los centros de votación a buscar su futuro.
Igualmente a
encontrarse con la civilidad, a sacudirse de los pranes del oficialismo que les
hurtó el agua, la electricidad, los alimentos, las medicinas, que los rufianes
lo transformaron en fortunas particulares para junto con su descendencia llevar
una vida libertina, propio de nauseabundas sanguijuelas.
Gracias a este pueblo
y a su dirigencia política, en ese orden de importancia, tenemos la mayoría de
diputados en la Asamblea Nacional que ayer Cabello transformó en un cuartel de
forajidos obedientes. Hoy por el contrario otros están allí para cumplir con
los encargos de los venezolanos y las responsabilidades que les concede la
Constitución Nacional. Así lo han hecho y no podrán las artimañas, ni los
pavores desquiciantes de los pícaros impedir la orden que les dio el soberano.
Todos sabemos que
esta situación de ruindad, de miseria vejatoria, no tendrá preaviso, que el
cambio del régimen se debe producir lo antes posible.
Sin dilación tendrán
que apurar el paso y tomar la decisión sobre si el mecanismo será a través del
revocatorio, de una enmienda o la constituyente, pero todo sobre la marcha.
Obstáculos, enfrentamientos, dificultades, tramoyas, van a darse sea cual sea
la providencia que finalmente se elija.
Es de suprema
importancia echar hacia adelante la propuesta de la salida de Maduro del
Gobierno. En la actualidad tenemos el apoyo popular que ayer no teníamos. Si el
CNE, que por cierto este año se le vence el plazo a dos de sus cincos rectores,
o el TSJ, por ejemplo, trata de entrabar el avance del proceso electoral, el
pueblo debe dirigirse a sus puertas para impedir la arbitrariedad, es decir, la
presencia pacífica pero firme en las calles será fundamental, decisiva para la
victoria.
Para concluir, el escritor,
Gustavo Tovar Arroyo, asentaba que: “a pesar de lo que considere el imaginario
colectivo, la calle no es la calle a secas, la calle es la movilización social
y política organizada y bien dirigida. Eso es el verdadero quehacer de un buen
político, organizar y dirigir al pueblo hacia su bienestar”
Rafael García Marvez
garciamarvez@gmail.com
@RGarciaMarvez
Carabobo - Venezuela
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