Es una ironía. Justo
cuando América Latina está comenzando a darle la espalda a los lideres
mesiánicos, Estados Unidos y Europa están empezando a seguirlos.
A juzgar por el
amplio triunfo de Donald Trump en las primarias republicanas de Nuevo
Hampshire, los votantes estadounidenses, que se suponía suelen elegir a líderes
responsables, se están volcando hacia un demagogo narcisista sin experiencia
política que promete que, como dice su lema de campaña, “¡Voy a hacer grande a
Estados Unidos nuevamente!”
Los caudillos
populistas pierden terreno en Latinoamérica, pero ganan en EEUU y Europa
Donald Trump sigue la
estrategia mediática de los autócratas latinoamericanos
Como otros
populistas, Trump arremente contra los extranjeros y contra la prensa
Es una ironía. Justo
cuando América Latina está comenzando a darle la espalda a los lideres
mesiánicos, Estados Unidos y Europa están empezando a seguirlos.
A juzgar por el
amplio triunfo de Donald Trump en las primarias republicanas de Nuevo
Hampshire, los votantes estadounidenses, que se suponía suelen elegir a líderes
responsables, se están volcando hacia un demagogo narcisista sin experiencia
política que promete que, como dice su lema de campaña, “¡Voy a hacer grande a
Estados Unidos nuevamente!”
Y no es un fenómeno
que se limite a Trump en Estados Unidos. Ya sea Vladimir Putin en Rusia, Viktor
Orban en Hungría, Recep Erdogan en Turquía, o la líder opositora francesa
Marine Le Pen, hay una nueva camada de lideres xenofobos en todo el hemisferio
norte.
Puede que se deba a
una creciente brecha entre los más ricos y los no tan ricos, pero mucha gente
en estos países está enojada, y buscan respuestas en dirigentes populistas
xenófobos.
En la mayoría de los
casos, estos líderes arremeten contra los extranjeros, se oponen a los acuerdos
de libre comercio, prometen traer de vuelta épocas de oro reales o imaginarias,
acusan a los medios independientes de estar al servicio de oscuros intereses, y
se presentan a sí mismos como salvadores de la patria.
En América Latina,
por el contrario, la gente se está cansando de los líderes carismáticos, al
menos por ahora.
En Venezuela, el
fallecido presidente Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, no sólo
arremetieron contra las libertades fundamentales, sino que destrozaron la
economía. En Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, otros líderes
carismaticos debilitaron las instituciones democráticas, dando rienda suelta a
la corrupcion gubernamental.
Sin embargo, los
vientos políticos están cambiando en la región. Argentina recientemente eligió
a Mauricio Macri, un ingeniero que dice que él solo no puede resolver los
problemas del país. En Venezuela, la oposición arrasó en las elecciones
legislativas del 6 de diciembre, y se comprometió a acabar con el ciclo
populista autoritario que lleva 17 años en el país.
Cuando llamé a varias
figuras políticas latinoamericanas para preguntarles qué opinan del plan de
Trump de construir un muro en la frontera con México, y de obligar a México a
pagarlo, varios me dijeron que ese tipo de bravuconería es típica de los
demagogos latinoamericanos.
TRUMP ES UN
EGOMANÍACO. NO TIENE PROGRAMAS CONCRETOS, NI UN EQUIPO DE EXPERTOS. TODO ESTÁ
CENTRADO EN ÉL. SU PALABRA FAVORITA ES “YO”. (EN SU DISCURSO DE LANZAMIENTO DE
CAMPAÑA EL AÑO PASADO, DIJO 220 VECES LA PALABRA “YO”)
“Trump tiene el
típico estilo del caudillo latinoamericano”, me dijo el ex presidente
colombiano César Gaviria. “Dice lo que la gente quiere oír, la asusta, y luego
dice: ‘No se preocupen, yo soy la solución a todos sus problemas’ ”.
De hecho, hay muchas
similitudes entre Trump y los demagogos carismáticos de América Latina.
En primer lugar, la
estrategia de campaña de Trump es puramente mediática. Hace declaraciones
escandalosas casi a diario para colocarse en el centro de la agenda de los
medios, y poner a sus rivales políticos a la defensiva.
Cuando al día
siguiente los comentaristas señalan que las declaraciones de Trump son medias
verdades o mentiras –como su afirmación de que la mayoría de los indocumentados
mexicanos son criminales o violadores– arremete contra la prensa y la culpa por
presuntamente tergiversarlo. Es la típica estrategia de los autócratas
populistas.
En segundo lugar,
como la mayoría de los populistas, Trump culpa a los extranjeros de los
problemas internos, como cuando afirma que hay una avalancha de inmigrantes
indocumentados, a pesar del hecho de que todos los estudios serios muestran que
el número de inmigrantes indocumentados ha disminuido en los últimos siete
años. Los líderes populistas necesitan un enemigo externo, para presentarse a
sí mismos como líderes de una causa nacional.
En tercer lugar,
Trump es un egomaníaco. No tiene programas concretos, ni un equipo de expertos.
Todo está centrado en él. Su palabra favorita es “yo”. (En su discurso de
lanzamiento de campaña el año pasado, dijo 220 veces la palabra “yo”). Su
campaña se basa en la discutible premisa de que él es el mejor, y que sus
rivales son supuestamente “estúpidos”, “idiotas”, o vendidos a intereses
especiales.
Mi opinión: Si Trump
se convirtiera en presidente, en vez de conseguir que Estados Unidos vuelva a
ser grande nuevamente, como reza su lema de campaña, haría que Estados Unidos
se vuelva más parecido a los países de América Latina que han sido destruidos
por caudillos populistas.
Andres
Oppenheimer
aoppenheimer@elnuevoherald.com
@oppenheimera
El Nuevo Herald
Estados Unidos
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/andres-oppenheimer-es/article60259921.html#storylink=cpy
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