En política, no
siempre el azar define la continuidad o interrupción de procesos a partir de
los cuales se cimientan u orientan realidades. Aunque a veces, son decisiones
inspiradas en improvisaciones. O elaboradas al amparo de intrigas montadas con
la mayor inquina posible. O incluso, motivadas por resentimientos o revanchas a
manera de cobrar deudas políticas nuevas o acumuladas. De ahí que muchas
determinaciones elaboradas con propósitos políticos laudables, terminan
confundidos y enredando procedimientos a seguir. En medios de este tipo de
circunstancias, se estimulan condiciones oscuras que abren puertas a
divagaciones que, a su vez, permiten la entrada libre a maniobras atentatorias
de principios y valores morales.
Son los momentos
perfectos para comenzar a cultivar pretensiones de corte autocrático que
finalmente tienden a darle cabida a tiranías o a gobiernos despóticos. Pero tal
situación no se alcanza, sino con el apoyo que un poder político conspirador
puede incitar. Un poder político que no siempre se traduce en participaciones
furtivas. Sobre todo, cuando cualquier trampa, fraude o chantaje posible
necesita de la movilidad social que la dinámica económica puede aportarle. Sin
embargo, esa vía no parece garantizar ningún respaldo que asegure alguna
transfiguración política que conduzca a desvirtuar el “Estado de Derecho” que
requiere un proyecto de gobierno de corte antidemocrático.
Tal intención va
mucho más allá. Para lograr dicho cometido, debe acudirse a otros recursos. El
judicial o el militar. El judicial, porque como alguien acertadamente dijera,
“mientras mayor es el número de leyes, más corrupto es el Estado” lo cual no es
un argumento falaz. Es exactamente uno de los problemas que adolece Venezuela
el cual, ha venido acentuándose, primeramente,
con el concurso del poder habilitante mediante el cual el presidente de
la República ha usurpado funciones legislativas. Por esa razón, la esfera de
leyes se ha acrecentado. Pero paradójicamente, en perjuicio no sólo de una
administración de gobierno transparente. Igualmente, de una nación con
derechos, garantías y libertades adquiridas constitucionalmente. En segundo
lugar, con el respaldo de un tribunal supremo de justicia o TSJ el cual, como
refiere Fernando Mires, ”es sólo una sigla para designar al brazo judicial del
gobierno”. Aunque a decir de tan cruda alusión, además de servirle al Poder
Ejecutivo para politizar la justicia, cuestión ésta que le ha permitido judicializar
la política, también le ha facilitado ajusticiarla con el único propósito de
ejercerla según mejor convenga a los intereses del proyecto revolucionario.
Precisamente, de su aplicación devino el infortunado error que arrastró la
politización y partidización de la justicia, vulgarizándola en todos sus sentidos.
El otro recurso es el
militar. En Venezuela se ha intentado. De hecho, el modelo político que ha
intentado seguirse, está apegado al sentido militar. Es profundamente
militarista. La debilidad política que viene asomando el gobierno central,
devela dicha situación. De esa forma, ha buscado adentrarse en el reducto que
le provee las Fuerzas Armadas. Así se empeñó en amurallarse como gobierno,
mediante deferencias y condescendencias servidas al sector militar con la
finalidad de asegurarse algún nivel aceptable de gobernabilidad y estabilidad.
Para ello buscó el respaldo de una hegemonía militarista para así valerse de un
gobierno con entera discrecionalidad pues le resultan incómodas las posturas de
la oposición actuando desde la Asamblea Nacional, tanto como un ordenamiento
jurídico que afecte sus descarnadas apetencias.
Ante esto, Mieres
apunta que el gobierno venezolano “(…) se apoya en las armas, no en la mayoría,
tampoco en la legalidad y mucho menos en la legitimidad”. Pero aunque
obstinadamente pueda el régimen desentenderse de lo que pauta la Constitución
en cuanto a la independencia de los poderes públicos, cualquier barbaridad que
le sirva para alcanzar más poder y dominar con mayor rigurosidad al pueblo, no
pasará de ser circunstancial ya que siempre la soberanía del pueblo será el
mayor y más seguro estamento con que cuenten las libertades y la democracia.
Indistintamente que cualquier fraude contra el Estado de Derecho y Justicia busque
resguardarse y preservarse bajo la antipolítica de uniforme.
VENTANA DE PAPEL
LA HIPERTROFIA DEL
ESTADO VENEZOLANO
Lejos de lo que ha
venido caracterizando el desarrollo de países latinoamericanos, cuyos Estados
han sido moderados y hasta precavidos en cuanto a su crecimiento, Venezuela fue
la excepción. Su peculiar condición de encarar al resto del mundo desde la
óptica que le facilitó la “chequera petrolera”, hizo que se desmidiera y
desmandara en términos de las posibilidades y oportunidades que ha tenido. Pero
nunca consideró, con la mesura y la responsabilidad necesarias, lo que los
tiempos determinaron. Muy a pesar de que el finado presidente militar prometió
el mismo día de su toma de posesión, en enero de 1999, que su mandato lo
edificaría sobre un aparato gubernamental cuya administración fuera modesta.
Tanto así que reconoció el exceso burocrático que para entonces hacía lenta la
elaboración y toma de decisiones públicas. Pero aquella promesa no duró mucho.
Se evaporó tan rápido como gota de agua bajo el sol del desierto.
La preeminencia del
populismo por encima de verdaderas necesidades y criterios de elevada monta
política, se impuso. De manera que al poco tiempo, el presidente no sólo
comenzó a ordenar la creación de oficinas públicas y nuevos ministerios. Sino
que además, decidió ampliar los ministerios ya creados. Todo ello con la
finalidad de asegurarle al gobierno una importante cuota de apoyo político. De
esa forma, el régimen comenzó a ganar el espacio político que para entonces necesitaba
el hecho de darle piso firme y seguro a la estabilidad del gobierno.
Sin embargo, no
conforme con tales decisiones, contradictoriamente le asestó un duro golpe al
proceso de transferencia de poderes y desconcentración de competencias que vino
siendo abordado por la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, COPRE.
Proceso éste que motivó entre otras respuestas, la elección de alcaldes y
gobernadores por votación popular. Por otra parte, se sumó el carácter
marcadamente presidencialista de la sancionada Constitución de la República en
1999. Buena parte de su articulado, fue elaborado al margen de lo que sirvió
como principio y fundamento a los criterios seguidos en los debates que
tuvieron lugar en los predios de la COPRE.
Esta situación que en
poco o nada fue advertida, como consecuencia del grosero derroche de dólares
motivado por la cuantiosa renta petrolera, comenzó a derruir al aparato
político sobre el cual se asentaba la pujante concepción democrática del Estado
venezolano. La miopía del gobierno militarista, hizo que muchas leyes se reformaran para que calzaran,
justamente, con el tamaño que el Estado estaba pretendiéndose.
Más aún. Se
formularon nuevas leyes que, sin importar colisión alguna, daban curso legal a
la creación de nuevas corporaciones gubernamentales a desdén que colisionaran
entre sí. O que degeneraran en atropellos contra instancias o procedimientos ya
existentes.
De modo que tan
denodado crecimiento no tuvo forma de repararse. Fue tal el bullicio que las
emergentes realidades incitaron en medio de la cúpula y mandos del gobierno,
que nadie o pocos prestaron atención al deterioro que el Estado venezolano
comenzaba a padecer. Al menos, en medio de la capacidad profesional que
integraba sus filas. Aunque las universidades autónomas, algunos estudiosos y
analistas políticos elevaron sus voces de reclamo y advertencia frente a lo que
venía engendrándose. Pero no fueron escuchados. Menos, atendidos. Y así el país
comenzó a derrumbarse sin que las alarmas fueran percibidas de cara a la
emergencia de una crisis de Estado que ya venía configurándose. Hoy, por esas
razones, el ciudadano común, con sentido de las realidades, se siente
indignando frente a los graves problemas que han surgido a consecuencia de
indolente y aguda situación que vive el país. Es decir, la hipertrofia del
Estado venezolano.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
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