Si bien Francisco
dijo palabras duras contra el crimen organizado en su visita a México, no menos
cierto es que omitió asumir las históricas responsabilidades eclesiásticas
presentes también en este flagelo.
Jorge Mario Bergoglio
(Francisco) tiene sus cosas, ¿no? Después de mil años de separación entre las
iglesias católica y ortodoxa rusa, se abrazó en La Habana con el patriarca
ortodoxo, Kirill, lo que es positivo. Pero no hace real autocrítica acerca de
que esa división fue por una supuesta discrepancia dogmática: si el Espíritu
Santo procedía del Dios Padres solamente, o si también del Dios Hijo, como lo
impuso un concilio realizado en Toledo, España, al que no asistieron los
obispos ortodoxos. Otras de aquellas diferencias han ido cayendo en desuso o
relegadas a la banalidad: existencia del purgatorio; inmaculada concepción de
la Virgen María (o sea, que su mamá la concibió sin recibir semen, mito que en
el presente Roma formalmente mantiene
asociando la sexualidad con lo negativo); el purgatorio, ya desmitificado por
Joseph Ratzinger, el “pecado original” de Adán y Eva que también fuera
recientemente desvirtuado, etc.
Discrepancias que en
realidad eran por el poder político -Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi iglesia- y la supremacía de Roma o Constantinopla sobre todos los
cristianos de entonces. Y que, por mencionar solamente hechos del siglo XX,
costaron la vida de miles de serbios de la ex Yugoslavia durante la ocupación
nazi. Los católicos ustashis asesinaron a trescientos cincuenta mil serbios y
judíos, según el historiador alemán Karlheins Deschner.
En México Bergolio se
dolió de la exclusión a que la sociedad somete a los indígenas. Pero no acusó
recibo de la primigenia responsabilidad católica de haberlos exterminado física
y espiritualmente condenando sus creencias desde 1495, año en que el papa
Alejandro VI promulgó la bula Inter caetra:”…
Que hay que someter a los pueblos
bárbaros y llevarlos al verdadero credo”,
imponiendo la superioridad hispana mediante el fraude que otorgó a los
reyes católicos la propiedad de tierras y vidas humanas en América: ”Y vos faré
guerra por todas partes y maneras que yo pudiere, y vos sujeraré al yugo de la
Iglesia y de su Majestad y tomare vuestra mujeres e hijos y los haré esclavos”,
decía el texto jurídico-teológico que previo a las masacres aquellos
fijosdalgos de la Conquista leían a los aborígenes.
Lúcida fue la
respuesta dada entonces por un cacique Caribe: “el Papa debía estar borracho,
pues daba lo que no era suyo”, transcribió el bachiller Fernández de Enciso en
su Summa Geográfica.
En México, el segundo
país más católico de Latinoamérica, Bergoglio previno contra el demonio.
¿No era que el
infierno, mansión tradicional del diablo, no existía? ¿Dónde reside el señor de
los cuernos y larga cola? ¿Y no fue que su antecesor, Benedicto XVI, cinco años
atrás dijo el cielo y el purgatorio no eran lugares físicos fuera del planeta
tierra, sino un modo de vivir?
Pero el catolicismo
azteca no impidió que los feligreses participaran a sangre y fuego a favor y en
contra de la Revolución Mexicana primero (1910) y de la Guerra de los Cristeros
(1926), después.
La crueldad
registrada en México durante décadas fue y es mayor y más horrorosa que en
países no tan católicos, en los que Iglesia y Estado fueran separados hace un
siglo.
México es hoy el
paradigma de la crueldad en Latinoamérica. Periodistas y blogueros decapitados.
Defensores de DDHH asesinados y sus cuerpos pendiendo en los puentes; no
obstante Francisco acepta los honores del corrupto presidente Enrique Peña
Nieto. No es acusación mía: la prestigiosa periodista mexicana Carmen Aristegui
documentó en 2015 que la “Casa Blanca” -valuada en siete millones de dólares-
obsequiada a la actual pareja presidencial por un empresario mexicano, fue un
pago de adjudicaciones directas de obra pública que Peña Nieto hizo desde que
era gobernador estadual.
En México el 73,2 %
de sus habitantes considera “inseguro” a su país donde en 2014 se registraron
33,7 millones de delitos, un 1,8% más que el año anterior, según un sondeo del
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Pero como si quisiera
alejarse más aun de los que sufren, Francisco no acepta reunirse con los
familiares de los 43 desaparecidos en Ayotzinapa en setiembre del 2014, un
crimen fruto de la confabulación de la mafia y el estado mexicano.
“Seria discriminar a
las víctimas”, sostuvo el Vaticano.
“No han querido que
las víctimas tengan acceso al Papa, eso es un hecho, es obra de la cúpula
eclesiástica y del gobierno de México”, afirmó el cura Alejandro Solalinde
-defensor de los migrantes latinoamericanos camino a EE.UU.- el martes 16 a CNN, y agregó que tampoco
Francisco mencionó el feminicidio, un flagelo notoriamente conocido en Ciudad
Juárez.
Sin embargo,
Bergoglio -en clara señal negativa hacia el presidente Mauricio Macri -envía un
rosario a la extremista argentina Milagro Salas detenida desde enero en
Argentina por presuntos hechos delictivos.
Sí, Bergoglio tiene
sus cosas. Antes de su visita a México y durante la misma, ha denunciado
fuertemente la corrupción, la mafia y el narcotráfico. La caridad bien
entendida empieza por casa, dice un proverbio cristiano.
Francisco sabe que
sacerdotes, monjas y laicos fanáticos en diversos países continúan disponiendo
con quién se cría o no el hijo de una mujer pobre o madre soltera como lo
demuestran innumerables denuncias en conocimiento del Vaticano. Y que ese mecanismo
tiene un funcionamiento mafioso.
Luigi Ciotti,
fundador de la organización antimafia italiana Libera, ha dicho que hace siglos
que la mafia existe en Italia.
El ex subsecretario
de Economía italiano Isaia Sales en su libro Los curas y la mafia (1) documenta
que “no se conocen mafiosos, camorristas y ´ndranghetistas ateos o
anticlericales. Los peores asesinos que Italia haya tenido en el último siglo y
medio son practicantes. Creen en Dios, en la Iglesia de Roma, van a misa,
comulgan, hacen bautizar a sus hijos, les hacen tomar la comunión, se casan con
el rito religioso (incluso cuando están en la clandestinidad), hacen de
padrinos de confirmación a los muchos que se lo piden, reciben la extremaunción
si mueren en su cama y pretenden un funeral religioso, están entre los máximos
benefactores de muchas parroquias, organizan las fiestas dedicadas a los santos
patronos se los ve en la primer afila en las procesiones”.
Si bien Francisco
dijo palabras duras contra el crimen organizado en su visita a México, no menos
cierto es que, como en los ítems señalados más arriba, omitió asumir las
históricas responsabilidades eclesiásticas presentes también en este flagelo.
El silencio histórico
de los católicos -sostiene Sales- del clero, de las jerarquías nacionales y
locales, tan increíblemente largo y unánime salvo rarísimas excepciones
apagadas en sangre, ha dominado sin oposición acompañando la evolución de estos
fenómenos mafiosos.
El catolicismo cayó
un 13 % en América Latina entre 1995 y 2014 según Latinobarómetro, a un año del
papado de Francisco, lo que representa una tasa de disminución promedio del 0,7
% por año en la región.
Esa es quizás la vera
explicación de las visitas pastorales de Bergoglio a Brasil, Cuba, Bolivia,
Ecuador, Paraguay, México – a las que deben sumarse, fuera de la región, EEUU,
Filipinas, Sri Lanka Kenia, Uganda, República Centroafricana- y las previstas para este año y 2017 a
Colombia, Argentina, Chile, Perú y Uruguay.
(1) Los curas y la mafia, Sales, Isaia,
Ediciones Destino, Imago Mundi, 2011.
Hugo Machin Fagardo
hugomachinfajardo@gmail.com
@CADAL
Uruguay
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