Estados Unidos es el
escenario de una campaña muy singular en la que se debaten dos propuestas
populistas antagónicas en origen y
objetivos, abanderadas por sendos candidatos con caracteres y proyecciones que
no pueden ser más diferentes.
Otro aspecto de
interés es que aunque los discursos y sus respectivas propuestas son
radicalmente opuestos, ambas parecen contar con suficiente respaldo para que
cada uno de sus líderes aparenten tener posibilidades de éxito, lo que
demuestra que al menos un importante
sector del electorado
estadounidense, está a favor de
cambios radicales con orientaciones disparejas.
En los países
latinoamericanos, predios favoritos de caudillos cargados de promesas con poca
capacidad y menos disposición para cumplirlas, muy pocas veces, si es que ha
ocurrido, se ha presentado más de un hacedor de sueños en una misma elección
como acontece este año en el país más poderoso del mundo.
El populismo no es
precisamente la expresión de una doctrina determinada. En ocasiones es una
mezcla de ideas y propuestas difíciles de encasillar. Por ejemplo Benito
Mussolini trasmutó de líder socialista a dictador fascista y Fidel Castro con
un discurso nacionalista y de justicia social, impuso una autocracia sostenida
sobre normas marxista.
El populismo se
identifica más por las denuncias de sus abanderados, que por la ideología que
promuevan o que hayan encarnado en el
pasado.
Consideran las
instituciones del estado un estorbo a eliminar. El hechizo de sus propuestas
harán posible la construcción de sus promesas. El populista recurre a los
sentimientos y frustraciones ciudadanas, manipula a sus seguidores hasta
transformarlos en una masa de partidarios
irritados sin capacidad para dirimir racionalmente lo negativo o
positivo de lo que apoya o rechaza.
Los populistas más
que ideas elaboradas sostenidas sobre pesquisas serias, trabajan con consignas,
recurren a propuestas milagrosas sin aventurar el mecanismo y sostenimientos de
las soluciones que pregonan. La mayoría de los dirigentes populistas han
irrumpido en la política de forma abrupta, prácticamente sin antecedentes en la
gestión social, con discursos y propuestas contrarias a lo convencional,
presentando soluciones radicales a los problemas, y generando crispación y
rivalidad en la comunidad.
Aunque no hay reglas sin excepción. Hay quienes
después de estar años identificados con una agrupación política, deciden reinventarse y asumir posiciones de
liderazgo a través de la radicalización
de sus propuestas o cambian drásticamente de rumbo por oportunismo o
convicción.
Su bandera es la de
la conveniencia. Atacan el sistema y a
quienes lo representan, se presentan como excluidos sin importar las posiciones
políticas que ocupen o la fortuna que disfruten. Rechazan la política y a sus representantes
con propuestas demagógicas, divisivas, denigran el sistema aunque hayan sido o
sean parte del mismo.
Las diferencias de
carácter, origen y formación entre
Donald Trump y Bernie Sanders son abismales,
sus propuestas radicalmente opuestas y sus objetivos muy
diferentes.
Trump, es un
empresario exitoso, egocéntrico, con un lenguaje fuerte y agresivo, a veces grosero, que recurre con frecuencia a
la ofensa. Presenta una imagen de hombre duro dispuesto a usar medidas extremas
contra quienes le adversen.
Ha coqueteado con
alguna regularidad con la política, pero culpa a los profesionales de la misma
de no haber resuelto los problemas y hasta de agravarlos, por no asumir los
riesgos que puedan derivarse de soluciones drásticas. Sus promesas no exponen, como es habitual, las formulas para resolver los problemas
sociales. Contrario al discurso populista regular, no promete mejoras salariales y afirma que la
economía debe ser conducida por los hombres de negocios.
Bernie Sanders, es un político profesional. Está en el
congreso desde 1991. Se confiesa socialista, y su populismo si transita por lo
políticamente correcto. Sus propuestas de "cambio real" auguran una
especie de refundación nacional. Su discurso enfatiza las diferencias entre
ricos y pobres, lo que se traduce como la promoción de una lucha de clase
capitaneada por un senador que aunque
ataca el sistema, forma parte del mismo y hasta aspira a ser presidente.
Solo se puede
entender el respaldo popular alcanzado por Trump y Sanders en virtud de la
frustración del electorado, ante los malos manejos de la clase política. Ambos
candidatos de tendencias extremistas, de
acceder a la presidencia, afectarían
dramáticamente el presente y futuro de la nación.
Pero lo menos comprensible es que un número notable
de jóvenes, estudiantes en particular,
respalden propuestas de un candidato que defiende ideas que la historia
ha demostrado que solo conducen al fracaso económico y a la pérdida de los
derechos ciudadanos, pero también es devastador, que otro sector del país,
apoye a un individuo capaz de afirmar que sus partidarios son tan leales que
votarían por él aunque le disparase a las personas.
Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
Estados Unidos
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