Descuento que las
intenciones del nuevo gobierno son buenas y están enfocadas a revertir la
delicada situación del país pero, para cualquier orden de la vida, los balances
parciales o previos a decisiones importantes, deben ser siempre coherentes con
la dirección hacia el objetivo final.
En materia económica,
le toca a los gobernantes actuales menudo desafío, no porque tenga difícil
solución sino porque tiene un alto costo político. Es como una final de fiesta
de adolecentes en la que, el último que se quedó, debe dar a los padres la
noticia de que su casa está hecha añicos. No habrá soluciones mágicas ni forma
de volver atrás. Habrá que ponerse a barrer, limpiar las paredes y volver a
ahorrar para comprar vasos, platos y algunos muebles. Si se pretende no enfrentar
la realidad dándole información falsa o engañosa a los dueños de casa respecto
de los sucesos, no solo no se tomará el camino hacia una solución sino que se
gastarán energías en direcciones contraproducentes.
El gobierno no debe
quedar atrapado en el tiempo abordando el mismo problema con el mismo enfoque
de sus muchos antecesores porque llevaría al mismo fracaso. Desde que tengo uso
de razón, los equipos económicos gobernantes quieren combatir la inflación con
“controles de precios por subas injustificadas”, tal como señalara el gobierno
actual hace pocos días. El preparado equipo económico, no ignora que la
inflación es una distorsión en los precios relativos provocada únicamente por
un aumento en la masa monetaria ajena al mercado. En resumen, la falsificación
legal de moneda a manos del gobierno es la que produce la pérdida en el poder
adquisitivo y distorsiones en las señales del mercado. En ningún sentido ni
grado tienen que ver en ello el productor, el minorista, el consumidor, el
intermediario o cualquier otro chivo expiatorio que facilite, al verdadero
responsable, pasar inadvertido.
Tampoco existe tal
cosa como inflación de costos ya que el precio está determinado por el valor
que el comprador otorgue al bien o al servicio y a nadie le importará los
costos que ha debido asumir el productor para poner el producto en la góndola.
También resulta falaz la llamada inflación de expectativas. Si un eventual
aumento en el precio guiado por expectativas no se plasma en una demanda
concreta, simplemente no tendrá las ventas estimadas. Por último se argumenta
que la velocidad de circulación del dinero es causante de inflación. En este
caso, si aumenta la velocidad del dinero, también aumenta la velocidad de
circulación de los bienes sobre los que se hacen las transacciones. Como queda
dicho, la depreciación monetaria es consecuencia de su expansión. La inflación
se detiene cuando los gobiernos se abstienen de falsificar dinero para
financiar su gasto.
Bertie Benegas Lynch
@NoVictimNoCrime
El autor es Master en Economía y
Administración. ESEADE
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Independent Institute
Gabriel Gasave
ggasave@independent.org
@ElIndependent
Oakland, California, Estados Unidos
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