El resultado ya se sabía. Todas las encuestas
pronosticaron que el partido xenófobo de la ultraderecha alemana, Alternative
für Deutschland (AfD), obtendría una alta votación en las elecciones regionales
que tuvieron lugar en Baden Württemberg, Renania-Palatinado y Sajonia-Anhalt. Y
así ocurrió. Fue sin duda el hecho sobredeterminante del gran Domingo electoral
del 13-M.
El éxito más grande -también se sabía- lo obtuvieron los
xenófobos en Sajonia- Anhalt. Nada menos que el 24,2% , convirtiéndose con ello
en la segunda fuerza política de la región, detrás de los socialcristianos
(CDU). Sorprendente es que el gran porcentaje de AfD no fue obtenido tanto a
costo de la CDU (su descenso con respecto a las elecciones de 2011 alcanzó solo
un 2,7%) sino de los dos partidos de izquierda. La Linke, heredera de los
comunistas de la RDA, descendió nada menos que un 7,4% y la SPD ¡un 10,6%!
(debacle sin parangón).
Se repite entonces un fenómeno ya conocido. Los aluviones
de votos que posibilitan el crecimiento de los partidos fascistas y
fascistoides provienen más de ex votantes de izquierda que de conservadores. En
el pasado ocurrió lo mismo con el ascenso de Mussolini, con el de Hitler y más
recientemente con el de los Le Pen.
Sajonia-Anhalt no es representativo, aducen algunos
observadores. En parte tienen razón. El hecho de que la cantidad de refugiados
sea allí ínfimo obliga a suponer que el éxito de AfD tiene que ver con otros
motivos, entre ellos, la ausencia de tradiciones democráticas propias a todos
los países que fueron dominados por dictaduras comunistas. En esas zonas gran
parte de la población no se ha constituido como ciudadanía política, predominan
reacciones emocionales y los electores tienden a buscar protección en partidos
autoritarios. Ayer en la Linke, hoy en la AfD.
Sajonia-Anhalt no es representativo, es cierto; pero
puede llegar a serlo. Si no en las mismas proporciones, la votación obtenida
por AfD en Renania-Palatinado y en Baden Württemberg fue muy grande (12,6 y 15,1% ,
respectivamente). Nunca, en toda la historia alemana de post-guerra, un partido
nuevo ha hecho estreno electoral obteniendo tan grandiosos resultados.
¿Fenómeno pasajero o nueva realidad política?
Justo al día siguiente de las elecciones surgió una
polémica indirecta entre dos de los más prestigiosos diarios de Alemania:
Süddeutsche Zeitung y Frankfurter Rundshau. De acuerdo al primero, AfD es un
fenómeno pasajero: un partido mono-temático y sin programas. Tarde o temprano,
aducen los redactores, el electorado volverá al redil democrático.
Frankfurter Rundschau mantiene una opinión distinta. AfD
es un fenómeno que precede a las grandes migraciones, está formado por un
potencial disidente con respecto a los partidos tradicionales y expresa un
descontento general frente a la política establecida.
Ambos periódicos concuerdan en que las migraciones son un
eje en torno al cual se articulan diferentes descontentos. Afortunadamente, y
eso habla en contra de la opinión de Frankfurter Rundshau, esos descontentos no
tienen razones lógicas. La pregunta inquietante es, por lo tanto, otra: ¿qué
dimensiones alcanzaría AfD si la ecomomía alemana fuera un poco menos estable
de lo que es hoy día?
Los motivos para preocuparse, y en ese punto sí tiene
razón Frankfurter Rundshau, no son mínimos. Por un lado la crisis migratoria no
desaparecerá muy pronto del horizonte político. Por otro, AfD, más que un
partido, es parte de una constelación.
AfD es expresión electoral de un vasto movimiento social
donde actúan los “patriotas contra la islamización de Europa”, PEGIDA, también
surgida en el Este pero con un sostenido crecimiento en el Oeste. AfD, además,
es un partido compatible con la ultraconservadora CSU bávara cuyo
ministro-presidente Horst Seehofer mantiene vínculos estrechos con los
autocratismos de extrema derecha húngaros y polacos. Miembros de esa
constelación son también los grupos autónomos de choque, organizados por los
nazis de la NPD.
En otras palabras, la protesta fascistoide trasciende a
AfD. En la práctica forma un arco que va desde el populacho más desintegrado
hasta llegar a los partidos tradicionales. Vista así las cosas, el triunfo de
AfD no constituyó ninguna gran sorpresa.
La gran sorpresa sucedió en Baden- Württemberg con el
altísimo porcentaje de votos obtenido por Wienfried Kretschmann (30,3%).
Gracias a Kretschmann los Verdes han logrado por primera vez en su historia
obtener la primera mayoría en una elección
Pero Kretschmann está muy lejos de representar la política
de los Verdes. Kretschmann es por ideas, formación y comportamiento, un
conservador de tomo y lomo. Tal vez por eso mismo su triunfo abre nuevas
perspectivas. Por ejemplo, como los votos socialdemócratas no alcanzan para
reeditar una coalición, Kretschmann intentará formar una coalición con la CDU.
Si así ocurre, un tabú Verde será definitivamente roto, a saber: que los Verdes
solo pueden ser aliados naturales de la SPD. En buena hora. Ya no están los
tiempos para elegir acompañantes. El peligro neo-fascista es demasiado grande.
De ahora en adelante el imperativo deberá ser la unidad
entre los demócratas, sean estos de izquierda o de derecha. Si tenemos en
cuenta, además, el afortunado regreso del FDP (liberales) a la política activa,
podría abrirse un espacio de coaliciones multicolores donde el único partido no
coalicionable sería AfD. Dicho hipotéticamente. AfD hará todo lo posible para
atraer hacia sí a los grupos más conservadores y “anti-merkelistas” de la CDU.
En el hecho muchos de ellos ya están más cerca de la rígida presidenta del AfD,
la ultranacionalista Frauke Petry (¿futura Marine Le Pen de la política
alemana?) que de Ángela Merkel.
La mayoría de los medios de difusión han evaluado la
triple elección como una derrota casi definitiva para Ángela Merkel. Pero eso
tampoco está muy claro. Tanto el Verde Kretschner ("yo rezo por Ángela
Merkel todos los días") como la socialdemócrata Malú Dreyer en
Renania-Palatinado obtuvieron sendas victorias apoyando a la línea Merkel y no
a la de sus partidos. No se puede decir lo mismo de los candidatos
socialcristianos.
Las elecciones tuvieron lugar en el momento menos
apropiado para Merkel y ella, evidentemente, contaba con ese resultado.
Experimentada política sabe que toda elección expresa solo un momento puntual.
También sabe, quizás, que la política alemana ha entrado en una fase defensiva
y que las diversas alianzas que marcarán el futuro inmediato podrían tener
lugar en torno a su nombre. La razón es simple: en todo el espectro conservador
no hay nadie que posea mejor recepción dentro de la socialdemócracia e incluso
entre los Verdes que Ángela Merkel. Merkel podría dejar de ser así líder de la
CDU/ CSU, pero en cambio podría convertirse en líder de todos los demócratas
alemanes. En cierto modo ya lo es.
No obstante, tampoco se puede ocultar una realidad: Si no
los grandes reveses electorales sufridos por la CDU, el auge inusitado de
AfD tiene que ver con la política casi
personal de Ángela Merkel.
Es cierto que cuando lanzó su legendario lema: “Wir schaffen
das” (lo lograremos) al abrir las rejas a los refugiados, Merkel alcanzó un
prestigio moral a nivel planetario. Pero los electores quieren que ella sea,
además, una líder política. En ese sentido Merkel no ha logrado la politización
de la moral con el mismo éxito como los neofascistas han logrado la
politización del miedo. Para que eso hubiera sido posible Merkel tendría que
haber dicho abiertamente que los refugiados no vienen de la nada, sino huyendo
de bombardeos sirios y rusos contra los cuales, tarde o temprano, Alemania
deberá posicionarse. Tendría que haber dicho, además, que Putin no ha sido
hasta ahora un aliado para la paz en el Oriente Medio sino un principal factor
de guerra. Pero Merkel es muy diplomática. Quizás demasiado.
Merkel, fiel a sus principios, espera agotar todas las
vías diplomáticas e incluso financieras para neutralizar a Putin y a sus
aliados europeos. Nadie sabe si lo logrará. La Europa post-moderna es
cosmopolita, liberal, tolerante. Pero hay otra Europa, la de los nacionalismos
tribales, la de los miedos atávicos, la del oportunismo de gobernantes
patrioteros. Frente a esa antigua Europa más que frente a elecciones regionales
puede perder Merkel su poder. Esa sería una gran desgracia histórica.
Fernando Mires
mires.fernando5@gmail.com
@FernandoMiresOl
@FernandoMires1
Alemania
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