Mi infancia fue como
esas nobles casas campesinas con despensa bien abastecida para combatir los
primeros rigores del alma.
El mismo día que le
otorgan el premio Filcar 2016 recibo Así que pasen 100 años, volumen recién
publicado por la nueva editorial Madera Fina. Volver pronto estas crónicas
reunidas me permitirá recuperar a la Venezuela desmemoriada, tema medular de
todas ellas.
La importancia de su
dramaturgia tiene análisis del crítico y compilador Leonardo Asparren Jiménez
en su Antología de clásicos del teatro venezolano (2015). Por décadas,
estudiosos y autores han detallado esa calidad de Elisa Lerner Nagler como la
pensadora más profundamente conceptual y de original escritura, en la segunda
mitad del siglo XX venezolano hasta hoy. Este breve trazo emotivo solo pretende
rescatar vivencias que por privilegio existencial me otorgó mi avileña ciudad
natal, sus calles y autobuses de San Bernardino, donde su bella inteligencia
estimuló súbitas tertulias literarias compartidas con pasajeros, luego dentro y
fuera del ámbito comunitario judío que tanto nos marca.
Para comprar el marco
de madera que protegiera una foto de la familia desparecida en el reciente
Holocausto, voy de la mano de mi padre Max al pequeño local del dulce Noah,
cantor en sinagogas caseras. Luego, en una visita de tradición religiosa que le
hace mi madre Rebeca, conozco a la aguda Matilde recién operada en la Clínica
Caracas. Dos instantes para que el centro del diálogo sean sus hijas, avisando
que Ruth será doctora y Elishka una escritora. Para sobrevivir en el país que
los recibió durante el pre-nazismo es necesario trabajar duro y dar la mejor
alimentación y estudios a esas niñas flaquitas y muy avispadas. Años después
Ruth de Almea, profesora de Biología, pionera pedagoga demócrata, directora de
la Escuela Normal Miguel Antonio Caro, forjadora de maestros republicanos
liberales, me da su confianza para que a los 18 años inicie allí la docencia
autodidacta y en eventos culturales también ya democráticos, admiro con envidia
buena, la peligrosa lucha clandestina antipérezjimenista que Elisa define por
su experiencia en el grupo Sardio, como democracia traicionada desde el
anterior golpe a la Presidencia de Rómulo Gallegos, otro tema constante, tácito
y expreso con los más diversos modos y géneros estilísticos, en la columna
básica de su sólida escritura testimonial.
A partir de los años
sesenta la comunidad judía venezolana, con respeto se refiere a esta abogada,
Premio Nacional de Literatura 1999, como La Lerner, talentosa, muy especial,
dedicada por completo y contra toda costumbre grupal y citadina, a ejercer
rigurosamente su vocación intelectual en una extraña fusión de persona
solitaria y solidaria. La chica inquieta que ella misma describe pálida, de
criznejas largas, calzada con botas que preparan los pies para un largo caminar
prosigue internalizada en sus letras y para sus amigos confiables, en delicadas
ironías de frases conversadas al azar. Joyas orales no perdidas del todo. Su
esencia queda fija en un tesoro impreso sin dudas merecedor de promoción para
el Premio Nobel que la Venezuela civilizada clama para resucitar con el arma
reflexiva de aquella primera pluma fuente del modesto regalo familiar hasta la
tecla digital.
Sobre y entre líneas
Elishka convoca la libertad creadora, individual y colectiva en todo tiempo y
lugar.
Alicia Freilich
alifrei@hotmail.com
@aliciafreilich
El Nacional
Caracas - Venezula
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