“No obstante, más
temprano que tarde, y para infortunio de este malandraje dedicado a la
política, toda esa impostura sale a la luz, y la tal superioridad ética, los
grandes ideales, el amor por el necesitado y las rasgaduras de vestiduras
resultan ser un burdo disfraz, un perverso disimulo, para engañar a incautos” Emilio
Nouel V.
Sin lugar a dudas,
Brasil es el país gigante de América del Sur. Lo habita una población de 202
millones de personas que, en su mayoría, están ubicadas en las áreas costeras.
Tierra adentro, una parte importante de su territorio sirve de asiento a una
densidad poblacional muy baja, mientras exhibe un espacio sobresaliente por sus grandes reservas
forestales. Bien merecido, entonces, es que se le identifique como un valioso
pulmón de la Tierra.
Brasil, además, cuenta
con una importante producción de alimentos: vegetal y animal. Y un desarrollo
industrial que le ha permitido ubicarse entre los 20 países con la mayor
economía del mundo, precisamente distinguidos por ese alcance productivo y
competitivo.
Lamentablemente, su
conducción política no ha sido estable, de vida institucional prolongada. Ha
servido de asiento para cruentas dictaduras y gobiernos populistas que, como en
el resto del Continente, han podido conducir a las mayorías alrededor de sueños
y esperanzas, a la vez que convierten el poder económico en respuesta útil para
minorías de “favoritos”. Todos han medrado astutamente de la fórmula de mucha
pobreza y unas minorías privilegiadas con enormes riquezas.
En los últimos 20
años, a los países vecinos y al resto del mundo se les hizo creer que la visión interna brasileña estaba
cambiando. Porque se multiplicaron los esfuerzos políticos y sociales dirigidos
a reducir los índices de pobreza, a la vez que se crearon condiciones para
darle paso a la progresiva expansión de una emergente clase media. Es decir, a
ese segmento socioeconómico excepcional para afianzar los equilibrios y que,
bien atendido y satisfecho, como sucede en los países desarrollados, pasa a ser
siempre el más confiable soporte de la transformación integral de las naciones
de avanzada.
Pero el 27 de Octubre
del 2002 los brasileños apostaron por una novedad transformadora, según los
promotores de la oferta electoral. Y eligieron como nuevo Presidente al destacado dirigente sindical
metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva, después de tres intentos fallidos.
Durante su primer
período, el Gobierno liderado por Lula logró reducir los índices de pobreza y
hasta hubo un desarrollo económico importante, al punto de hacer posible que
Brasil se incorporase al célebre grupo de los Brics, en el que compartía roles
sobresalientes con Rusia, India, China y Sudáfrica.
En su segundo mandato
constitucional, el dirigente sindical, alentado por el explosivo precio
petrolero, se ocupa de darle fuerza y vigor al nuevo emblema económico
brasileño: la explotación comercial de un bien energético con Petrobras a la
cabeza. Es decir, de importador de crudo y audaz país capaz de convertir la
caña de azúcar en una nueva variable generadora de recursos energéticos, da un paso
en firme en la extracción petrolera costa afuera, de manos de la empresa que
garantizaría, además, la posibilidad de entrar en el siempre añorado mundo
ideal de la danza de los millones de dólares. Millones que, adicionalmente,
abren la puerta a otro mundo, al peor de los mundos en esta parte de globo
terráqueo: el de la corrupción.
La abundancia de
recursos potencia el estímulo del consumo. Y, con la ilusión del ingreso
abundante, entre otros lastres morales colectivos, aparece la descomposición
social, en el medio de otro no menos pernicioso componente destructor de la
familia brasileña: el tráfico y el consumo de drogas prohibidas. En fin, se
combinan la corrupción de todas las estructuras sociales del país gigante, se
multiplican las ansias incontenibles por obtener riquezas súbitas y, por
supuesto, el Estado y el ejercicio del poder, en bandeja de plata, ofrecen la
alternativa de meter la mano en las arcas públicas. El populismo y su variable
pragmática de la visión salvadora del pueblo, sencillamente, se ocupan de
multiplicar vicios y de trabajar en la
pérdida y/o reemplazo de valores que hacen crisis, cuando la
excombatiente Dilma Rousseff recibe el visto bueno de la población para que
siga “profundizando la transformación económica y social” iniciada por su
mentor político Luiz Inácio Lula da Silva.
Con Dilma al frente
de la conducción del Estado, en rol de depositaria del legado de su antecesor
del Partido de Los Trabajadores, emerge la verdad de lo que ya se sabía que
estaba destruyendo las entrañas del actor de reparto de los Brics: caída de la
economía, retroceso social, regreso de la inflación, cierre de empresas,
desempleo, desórdenes sociales y altos índices de criminalidad.
Lula y su "Foro de Sao Paulo" son los
que realmente entraron en crisis, se estima fuera del territorio de dicha
nación. Y lo asocian, desde luego, con lo que está sucediendo en Venezuela;
otro país alineado políticamente con un pensamiento y visión ideológica sobre
cómo atacar las causas de los desequilibrios sociales de la región, pero que,
sin embargo, no ha pasado de ser una farsa propagandística y un efectivo método
para hacer nacer una nueva poderosa e inescrupulosa élite económica
continental, con voz y peso propio en la economía global.
Lo cierto es que Petrobras
y PDVSA son, sin duda alguna, las mayores productoras de petróleo de América
del Sur. Y eso, que las convierte en dos innegables figuras en el devenir
actual que registra la actividad petrolera mundial, también les presenta
hermanadas al haber pasado a ser motivo serio de observación en los mercados.
En primer lugar, por sus aparentemente nada éticos movimientos de dólares;
también por su posible desempeño en el blanqueo de dinero mal habido. Y todo
eso acontece a la vez que,
paralelamente, surgen otras empresas y consorcios en ambos países con esas
mismas características.
En lo político,
también hay coincidencias que pasan a ser sazones para el mismo plato. En el 2011, termina su mandato el Presidente
Lula da Silva. Y le entrega el control del mando a su pupila, exministra y
electa popularmente Dilma Rousseff . En Venezuela, 4 años después fallece el
reelecto -otra vez- Presidente Hugo Chávez, y le sucede el políticamente ungido
-y luego electo para ejercer dicho cargo- Nicolás Maduro. Y se produce la
continuidad de la cofradía en ambos países.
En el 2014, comienza
a producirse el desplome del precio del
petróleo. Y ambos países entran en una crisis económica profunda, si bien
Venezuela pasa a llevar la peor parte, al quedar sin reservas internacionales y
enormemente endeudada. Desde entonces, no han dejado de destaparse grandes
inconformidades sociales y comienzan a multiplicarse acusaciones, dentro y
fuera de los territorios de los dos países, mientras afloran señalamientos
sobre múltiples casos de corrupción por parte de funcionarios de los
respectivos gobiernos.
El resultado es que
actualmente, mientras que en Brasil están siendo cuestionados y pudieran ser
enjuiciados, entre otros, el ex Presidente Lula da Silva como la propia Presidenta Dilma Rousseff, en Venezuela, su
población que se debate entre la inflación más alta del mundo, un
desabastecimiento cruel de bienes básicos
y una inseguridad galopante, comienza a detallar sobre posibles casos de
corrupción, a la vez que se entera de demandas judiciales nacionales e
internacionales, y habla acerca de la presunción de que alrededor de la
administración del control de cambio, se ha producido un gran desfalco a la
nación.
En los dos países,
hay grandes y continuas protestas. La popularidad de ambos gobiernos y
gobernantes, se ha desplomado a niveles alarmantes. Y sus respectivas
ciudadanías -o sus pueblos, como les gusta llamarlos a los miembros del “Foro
de Sao Paulo”- están pidiendo las renuncias a sus Jefes de Gobierno.
Por supuesto, es el
reclamo de millones de personas cansadas de engaños y asfixiadas por las
decepciones, y cuya exigencia le corresponderá concluir a las instituciones
públicas de cada nación, si es que los responsables de su conducción
administrativa se ajustan a lo que establecen sus respectivas normas
constitucionales y legales, y no la necesaria utilidad del ocultamiento de los
hechos que conforman la causa de las acusaciones sobre supuestos delitos.
Con procesos en
curso, en Venezuela la valoración individual de lo que se plantea gira
alrededor del cuento de Blanca Nieves y los Siete Enanos, cuando la bruja increpa al espejo en los siguientes términos:
“Espejito mágico, ¿quién es la mujer más bella de esta tierra?” . 0tros, en
cambio, se van a lo rítmico, recordando al gran Billo Frómeta dirigiendo a su
orquesta de baile, mientras sus cantantes voceaban: "CUIDADITO COMPAE GALLO, CUIDADITO
".Aunque la mayoría, la verdad sea dicha, prefiere apelar a la Semana
Santa como motivo para rogarle a Dios que provea de luz a los venezolanos,
mientras que, adicionalmente, suplican que los Bolichicos no hayan intervenido
en la compra de plantas termoeléctricas para el Cielo
.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga
Miranda - Venezuela
Eviado por
ebritoe@gmail.com
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