Iniciemos con una premisa: En Venezuela, el aumento
salarial impulsado por disposiciones gubernamentales y financiado con dinero
inorgánico (no emana de la estructura productiva) estimula el deseo por
adquirir bienes (demanda) que ¡no existen!, conformando por tanto una inflación
de demanda—la capacidad de producir se mueve a una velocidad muy inferior a la
demanda—que induce una continua pérdida del valor del bolívar que va “inflando”
una burbuja caracterizada por la presencia de más dinero en el “bolsillo” y
menos bienestar; que irremediablemente es rota (la burbuja) por las garras de
la malvada inflación produciendo una onda expansiva que altera el costo y
calidad de vida de los ciudadanos, al tiempo de profundizar cambios importantes
en la institucionalidad motivados por una crisis política y una crisis
económica en un escenario de pérdida de legitimidad de desempeño del Gobierno
(ausencia de gobernabilidad) en mucho condicionada, aparte de sus malas maneras
de gobernar, por el comportamiento y la dirección que toma la economía. A tenor
de ello, una mayoría poblacional del país tiene, y con sobradas razones, la
percepción (como “vemos” una situación por medio de nuestros mapas mentales,
dando por válido que esa es la realidad) que nos encontramos en un “agujero
económico” ante la falta de funcionalidad de las instituciones para dar
solución a los problemas (fuente de crisis), habida cuenta de una negligente
burocracia (condicionada por dogmas ideológicos) y de una perturbadora
corrupción que tienen al país al borde de un colapso económico (paralización
del aparato productivo y sin divisas para importaciones) que obviamente
acrecentará la escasez, el desabastecimiento y la inflación.
La crisis política (política: arte de negociación para
conciliar intereses), ha de entenderse como un rompimiento del normal
funcionamiento del sistema político (forma de gobierno que engloba las
instituciones políticas para conducir una Nación) que altera las relaciones con
los actores sociales quienes, en consecuencia, impulsan una crisis de
legitimidad al desaprobar los representantes políticos (incluido el propio
Presidente de la República) haciendo detonar los conflictos con el combustible
de las tensiones y desesperanzas acumuladas, cuya resonancia se intensifica (en
la Venezuela actual) por una indeseable situación de enfrentamiento entre
poderes originarios (Ejecutivo y Legislativo) que menosprecia la voluntad y
soberanía del pueblo.
La crisis económica, hace referencia a un empeoramiento
sustancial de las variables económicas a la luz de una disminución general en
la actividad del aparato productivo (volumen de producción y empleo) causado
por una inestable política macroeconómica (grandes agregados) que afecta al
unísono la oferta y la demanda en un contexto de paralización de las
inversiones (recurrentes y nuevas) ante la presencia de una creciente
incertidumbre y de una elevación del riesgo (conflicto de poderes), agravado
por una mayor penetración del Estado (aumento de su tamaño) bajo la presunción
de intentar resolver los hechos de forma autoritaria, lo cual repercute en más
inestabilidad sociopolítica (falta de acuerdos) al deteriorar el ejercicio de
las libertades individuales y los derechos políticos de la ciudadanía, fruto de
un Gobierno que no tiene la capacidad para tomar decisiones (ingobernabilidad)
ajustadas a las expectativas de los actores sociales. Es de acotar, que los
trastornos que afectan la producción y por ende al consumo (desequilibrio entre
la oferta y la demanda de productos) se extienden a todo el entorno económico
siendo que su intensidad y duración depende de la causa que lo origina, que
para el caso venezolano se identifica con hechos vinculados con una ausencia de
economía política, aplicación de equivocadas políticas económicas, ineficiente
gasto público, despilfarro de las reservas internacionales, monetización del
déficit fiscal, crecimiento de la liquidez monetaria y otros, aunado a un
desperdicio de cuantiosos ingresos petroleros bajo el ampara de la corrupción;
que en su conjunto están muy por encima de la situación coyuntural de la caída
del precio de nuestro crudo, o acaso cuando el precio promedio suba y se
estabilice ¿habremos superado la crisis? o continuaremos culpando al denominado
rentismo petrolero (¡para no explicar nada!) que cara al futuro pudiera
acompañarse de un rentismo minero con perfil chino.
En tal escenario, surgen improvisaciones gubernamentales
descontextualizadas en procura de “capsular”, por un lado, el descontento de
los estratos sociales menos favorecidos con “políticas públicas” focalizadas
(Misiones) sin atacar las causas de su pobreza (en perversa estrategia
electoral); mientras que a los trabajadores
se les crea una ilusión monetaria mediante aumentos del salario mínimo
en un ambiente de escasez de bienes y de galopante inflación que les perpetua
un “salario de hambre” en retribución a un trabajo, generalmente absorbente,
con el que se gana la vida e intenta mantener a su familia; aspiración que
queda capsulada en una ¡burbuja salarial!.
Venezuela, viene experimentando una prolongada situación
recesiva (cuando el PIB decrece durante más de dos trimestres consecutivos) que
ha superado unos dieciséis trimestres
con manifiesta ruptura del equilibrio oferta demanda a pesar de haberle
ingresado en “revolución” cerca de ¡$ 2billones! y aun así la economía se
encuentre paralizada; con excepción de los nuevos ricos de la “burguesía
revolucionaria” quienes presuntamente han trasladado su influencia hacia lo
interno del “partido único”, hasta convertirse en vitales “conductores del
proceso” haciendo, en conjunto con la cúpula partidista, un pésimo uso del
“marxismo” teniendo como mayor logro el haber refundado un “criollo” enfoque de
lucha de clases: bachaqueros/ hogares “cazadores” de productos/burocracia
comunal; con obvio efecto destructivo sobre la clase media estrato
multiplicador por excelencia de progreso y bienestar.
Reflexión final: Dando por válido, que la crisis política
y económica (ambas de lenta y difícil recuperación) no hacen mella en el
espíritu democrático del venezolano, al tiempo de tener poco efecto sobre “problemas” de confianza en
las instituciones democráticas (salvo notables intereses soterrados de
antipolitica), pero que si alteran la paz ciudadana ante la pérdida de
bienestar; nos induce a preguntar: ¿Hasta cuándo el pueblo seguirá soportando
un desgobierno? ¿Hasta cuándo la sociedad permanecerá anclada? Inferimos que
¡¡la mecha se está acabando!!
Jesús Alexis
González
jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
Economista
Miranda - Venezuela
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