ELECCIONES REGIONALES
El 3 de diciembre de 1989 es un día de orgullo nacional. Ese domingo
concurrimos a los primeros comicios para elegir en forma nominal y directa a
los gobernadores y alcaldes, vieja aspiración de la provincia siempre cercenada
por los factores de poder enraizados en Caracas, enemigos de la descentralización
territorial, el más probado antídoto contra las autocracias. No fueron
contemplados sino en la Carta Magna de 1961, luego del largo y complejo
recorrido comprendido desde la elección de los miembros del Congreso
Constituyente de 1811, la democratizadora obra de Juan Germán Roscio que
incluyó el tamaño de la población residente para calcular la ansiada
representación proporcional territorial. Esperamos 150 años para concretar su
legalización, más otros 28, para vencer resistencias y revertir la fórmula
presidencialista y centralista de control de la provincia, resumida en la
designación de los mandatarios estadales por el Ejecutivo Nacional y la
selección de los jefes de gobierno municipal, entre los respectivos concejales.
No obstante la rémora, hoy podemos contar casi tres décadas de
maduración de unas instituciones regionales y locales de sociedades
históricamente identificadas con sus territorios, que hacen contrapeso a la
imperante recentralización autocrática y al creciente y generalizado caos, y
que perduran frente a cualquier intento perverso de destrucción. Una buena
muestra de su heredada existencia son los inconstitucionales e infelices entes
paralelos inventados, por ejemplo, para usurpar a los legítimos mandatarios de
Miranda o del Distrito Metropolitano de Caracas.
Esa provincia, ahora vigorizada, con liderazgos genuinos y autónomos
respecto de sus direcciones nacionales, y ansiosa por renovar a sus
gobernantes, se revela ante el desconcierto surgido después de los reveses de 2016.
Según reza en un llamado público que expresa la Mesa de la Unidad Democrática
(MUD) de Trujillo a la Nacional, “…se quiere hacer sentir… una palabra desde la
provincia venezolana, en procura de contribuir a una profunda, honesta y
sincera reflexión sobre el papel desempeñado y sobre los desafíos a
enfrentar…Entre los puntos…está la incorporación de la provincia…para la
redefinición de su estrategia de lucha…El papel…de esperar líneas de la
dirigencia nacional, queremos transformarlo y pasar a formar parte del debate y
las alternativas de solución.”
Me pregunto, ¿no podría servir de punto de partida para la reflexión el
promover las elecciones de gobernadores y de los legisladores a los parlamentos
estadales? ¿No sería un tremendo motor de agitación trabajar por la
cristalización de procesos de primarias que involucren a cualquier número de
aspirantes a las candidaturas de cada uno de los estados? ¿No serviría de
efervescente creativo en la redefinición de la estrategia de lucha el careo de
la diversidad de tendencias que fortalecen a la unidad democrática? ¿No serían
más exitosas unas movilizaciones que, en vez de esperar líneas de Caracas,
descansen en manos de unos dirigentes regionales, orgánicamente reforzados por
el impulso combativo de la sociedad civil organizada (gremios, movimientos
estudiantiles, la iglesia, asociaciones comunitarias, etc.)?
¡Descentralicemos la lucha hacia la provincia para reavivar, de abajo
hacia arriba, el escenario que condujo a la aplastante victoria del 6 de
diciembre del 2015! Y, ¡no perdamos de vista tres puntos medulares! 1) Ningún
triunfo está exento de caídas sabiamente aprovechadas como enseñanzas. 2) Las
parlamentarias fueron también elecciones en las que concurrieron candidatos
representantes de entidades federales. 3) El régimen tendrá que ceder al verse
asediado por un país que, desde múltiples y recónditos lugares, lo desafía para
exigir la fijación de la fecha y la realización de las elecciones regionales.
Rosa M. Estaba
rosaestaba@gmail.com
@rosaestaba
Caracas-Venezuela
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