lunes, 6 de febrero de 2017

EDUARDO MORALES GIL, SUCRE Y ZAMORA

NUEVO GOBERNADOR A LA FUERZA

El pasado 1º de febrero se conmemoró el bicentenario del nacimiento del General Ezequiel Zamora, caudillo de la Guerra Federal escenificada en nuestro país entre 1859 y 1863, y el gobierno nacional se aprestó a celebrar ese acontecimiento con gran pompa, incluyendo un desfile militar y la declaratoria de día no laborable.

El vencedor del ejército constitucionalista, representante de la oligarquía centralista, en la batalla de Santa Inés (Barinas), el 10 de diciembre de 1859, tuvo todas las cualidades, buenas y malas, de un caudillo popular: bravura, fanatismo partidista, constancia indomable, odio (hablaba desde 1846 de “horror a la oligarquía”); lo que no le impidió, sin embargo, convivir durante 10 años con el régimen oligárquico de los Monagas. Nació para la acción, antes que para las disquisiciones teóricas; luchó por derrocar el predominio de una clase social que juzgaba usurpadora, pero desapareció en la primavera de sus ilusiones (10 de enero de 1860 en el sitio de San Carlos), antes de que pudiera desengañarse viendo a las banderas liberales de la Federación agujereadas y desteñidas, como consecuencia del engendramiento de la autocracia centralizadora, iniciada por el caudillo federal Antonio Guzmán Blanco.

Los historiadores Federico Brito Figueroa y Jacinto Pérez Arcay, con evidente sesgo político, lo han elevado a la cúspide de la gloria impoluta, pero Manuel Caballero, Guillermo Morón y el Dr. Adolfo Rodríguez, ex Vicerrector de la Universidad Rómulo Gallegos, han hecho un análisis mas objetivo de su periplo vital, señalándole, de manera documentada, algunas máculas.

Sucre, nuestro héroe inmarcesible, quien se destacó no solo por sus acciones militares decisivas para la independencia de la América del Sur, sino por sus virtudes cívicas, porque, en verdad, las acciones mas resplandecientes de su corta vida no las conquistó apunta de sables o de bayonetas, sino a golpe de gestos civiles y humanitarios, como el Tratado de Regularización de la Guerra (Santa Ana de Trujillo, 26 de noviembre de 1820), Texto Precursor del Derecho Internacional Humanitario y su gesto en la Presidencia de Bolivia, donde destinó la mayor parte del presupuesto a la educación pública, además de su preclara honradez, no mereció este año por parte del gobierno la declaratoria de día no laborable.


Se comenta en nuestro estado que esa omisión fue para facilitar la movilización obligada de los empleados públicos, al acto con el nuevo gobernador que sustituyó por decisión del Vicepresidente Ejecutivo de la República, en un golpe palaciego, al defenestrado gobernador Luis Acuña. 

Eduardo Morales Gil
EduardoMoralesGil@gmail.com
@emoralesgil
Sucre-Venezuela

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