NUEVO GOBERNADOR A LA FUERZA
El pasado 1º de febrero se conmemoró el bicentenario del nacimiento del General
Ezequiel Zamora, caudillo de la Guerra Federal escenificada en nuestro país
entre 1859 y 1863, y el gobierno nacional se aprestó a celebrar ese
acontecimiento con gran pompa, incluyendo un desfile militar y la declaratoria
de día no laborable.
El vencedor del ejército constitucionalista, representante de la
oligarquía centralista, en la batalla de Santa Inés (Barinas), el 10 de
diciembre de 1859, tuvo todas las cualidades, buenas y malas, de un caudillo
popular: bravura, fanatismo partidista, constancia indomable, odio (hablaba
desde 1846 de “horror a la oligarquía”); lo que no le impidió, sin embargo,
convivir durante 10 años con el régimen oligárquico de los Monagas. Nació para
la acción, antes que para las disquisiciones teóricas; luchó por derrocar el
predominio de una clase social que juzgaba usurpadora, pero desapareció en la
primavera de sus ilusiones (10 de enero de 1860 en el sitio de San Carlos),
antes de que pudiera desengañarse viendo a las banderas liberales de la
Federación agujereadas y desteñidas, como consecuencia del engendramiento de la
autocracia centralizadora, iniciada por el caudillo federal Antonio Guzmán
Blanco.
Los historiadores Federico Brito Figueroa y Jacinto Pérez Arcay, con
evidente sesgo político, lo han elevado a la cúspide de la gloria impoluta,
pero Manuel Caballero, Guillermo Morón y el Dr. Adolfo Rodríguez, ex
Vicerrector de la Universidad Rómulo Gallegos, han hecho un análisis mas
objetivo de su periplo vital, señalándole, de manera documentada, algunas
máculas.
Sucre, nuestro héroe inmarcesible, quien se destacó no solo por sus
acciones militares decisivas para la independencia de la América del Sur, sino
por sus virtudes cívicas, porque, en verdad, las acciones mas resplandecientes
de su corta vida no las conquistó apunta de sables o de bayonetas, sino a golpe
de gestos civiles y humanitarios, como el Tratado de Regularización de la
Guerra (Santa Ana de Trujillo, 26 de noviembre de 1820), Texto Precursor del
Derecho Internacional Humanitario y su gesto en la Presidencia de Bolivia,
donde destinó la mayor parte del presupuesto a la educación pública, además de
su preclara honradez, no mereció este año por parte del gobierno la
declaratoria de día no laborable.
Se comenta en nuestro estado que esa omisión fue para facilitar la
movilización obligada de los empleados públicos, al acto con el nuevo
gobernador que sustituyó por decisión del Vicepresidente Ejecutivo de la
República, en un golpe palaciego, al defenestrado gobernador Luis Acuña.
Eduardo Morales Gil
EduardoMoralesGil@gmail.com
@emoralesgil
Sucre-Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario