ÁGORA
DE IDEAS
Las
calles no se vacían, siguen llenas de ciudadanos que protestan. Todos los días
y a diversas horas, gritos claman por un cambio de rumbo. Es una protesta de
miles, de millones de personas que alzan la voz contra un régimen cuyas
virtudes democráticas terminaron de palidecer en la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia.
También
uniformados de cuerpos militares y policiales, hacen su aparición en la calle
para reprimir a quienes tienen sobradas razones para protestar, no para
combatir el hampa, de eso no se encarga nadie. A estos uniformados se unen
otros que, al amparo de los primeros, destruyen bienes públicos y privados,
pero más grave aún, atentan contra la vida de los ciudadanos.
La
protesta ha sido dura, diaria y, hasta ahora, multitudinaria. La magnitud de la
represión ha sido también dura, inusualmente violenta. Muchos detenidos, con o
sin informe policial, pero presos. Los muertos aumentan diariamente. Lágrimas,
dolor y rabia aprisionan a los deudos.
La
protesta seguirá, razones sobran, no hace falta seguir explicándolas. La
represión continuará, seguirá siendo violenta, desmedida y obtendrán nuevos
fallecidos. El gobierno necesita poner en evidencia lo que algunos distraídos
dudan: su fortaleza. El régimen necesita atemorizar al pueblo y recurre a todos
los medios. El gobierno no se está cayendo y necesita hacerlo saber dentro y
fuera del país.
El
gobierno reprime y la oposición toma la calle. Protesta, represión, gases,
disparos, asfixiados, heridos, presos y muertos. Ese es el escenario diario,
nada ha cambiado. En esa ruta, sin mirar hacia los lados, se llenarán los
penales, las salas de emergencia y los cementerios.
Alguien
tiene que atravesarse. Debe aparecer uno o varios individuos con indiscutible
auctoritas para llamar la atención a uno y otro lado. Hay que impedir que se
profundicen odios entre ciudadanos que comparten una misma nacionalidad y un
mismo territorio. No hay razón para que luego de cada protesta el gobierno sume
otros muertos a su cuenta.
El
país necesita una salida que debe ser negociada con los que hoy se enfrentan.
Una negociación política puede abrir los caminos para una solución a la crisis
que lleva al país por derroteros indeseados. Hay que decirlo con claridad: es
una negociación política la que puede devolver la normalidad extraviada desde
inicios de este siglo.
Los
tres expresidentes, que van y vienen, fracasaron en su intento. Los acuerdos
arribados en la Mesa de Diálogo no se cumplieron. Los facilitadores nunca
imaginaron que la palabra del chavismo hay que acompañarla de fiadores.
Una
negociación debe garantizar el pleno ejercicio democrático que pasa por el
reconocimiento del veredicto popular del 6D, que otorgó amplia mayoría a la
oposición en la Asamblea Nacional. Reconocer y aceptar las funciones de la AN
es una aspiración irrenunciable, así mismo, exigir el restablecimiento de los
derechos del estado Amazonas en cuanto a su representación en la AN.
Insistir
en el cumplimiento de la Constitución fijando la fecha de elecciones de
gobernadores, suspendidas en clara violación de la norma constitucional, y la
fecha de las elecciones de alcaldes y concejales cuyo ejercicio vence este año
2017. Y, qué impide, que se fije la fecha de las elecciones presidenciales de
una vez.
Una
negociación que repare los daños infringidos al régimen democrático permitiría
posteriormente actuar en aquellos otros asuntos que han sido colocados en la
mesa de negociación: ayuda humanitaria, liberación de detenidos y de otros
tantos que requieren del concurso del Ejecutivo y del Legislativo.
Leonardo Morales
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
Caracas - Venezuela
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