Todo
tiene su precio, y el precio del actual gobierno es que será (ya es) fuente de
inspiración de toda clase de burlas
Para
terminar con un Estado basado en vínculos de sangre y no en el derecho de los
ciudadanos nos están haciendo falta
coincidencias básicas entre muchas cabezas pensantes y activas, para poder
llevar adelante una transformación seria y real.
Para
ello, supongamos que en las próximas elecciones elegimos a un ciudadano con
verdadera vocación pública que convoque por propio prestigio el apoyo del
pueblo.
Supongamos
también que ese argentino de profundo sentimiento cívico puede llevar a la
práctica exitosamente el principio que dice que el Gobierno es la suma de tres
Poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) que operan con independencia pero
que de la acción conjunta surge la conducción del Estado.
Supongamos
que el pueblo ayuda al Ejecutivo a ser prudente, sin exigirle más de lo que
puede darle.
Supongamos
que todos nos propusiéramos olvidar agravios y viejas heridas, esforzándonos
para no confundir rencor con justicia.
Supongamos,
solo por un instante, que nuestros docentes educan a nuestros jóvenes a
respetar las ideas de los otros, mientras generan las propias, y que los padres
de esos jóvenes les enseñan a venerar a sus abuelos que dejaron en el camino lo
que ellos comienzan a buscar...
Supongamos,
solo por un momento, que los gobernadores de las distintas provincias deciden
encarar una drástica reducción en todos sus gastos burocráticos y propusieran
medidas con audacia tales como, por ejemplo, suprimir las cámaras de senadores
provinciales (en aquellas provincias en las que el Poder Legislativo fuera
bicameral), redujeran las dietas y gastos legislativos y terminaran con el
clientelismo político.
Supongamos,
solo por un momento, que los intendentes municipales obrando con la misma
audacia que los gobernadores, redujeran sensiblemente el gasto público y la
corrupción actual.
Supongamos
que el Poder Ejecutivo actual admitiera su error en el hecho de haber dejado
sin efecto los indultos decretados por el entonces presidente Menem y las leyes
de obediencia debida y punto final del Dr. Alfonsín…, Aunque de arranque le parezca una utopía, no
hay que ser un gran economista para advertir que la Argentina produciría un
shock de confianza, capaz de atraer las inversiones que tanto necesitamos para
volver a recrear un ciclo de elevado crecimiento...
Con
liderazgo y opinión pública a favor, aún se puede transformar una crisis en
otra gran oportunidad. De todos depende que lo podamos realizar...
Usted,
¿no piensa así?
En
azul y blanco,
Hugo
Cesar Renes
hcr1942@yahoo.com.ar
@hcr1942
Argentina
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