Dos
personalidades muy diferentes, el papa Francisco y el presidente Hollande dicen
que estamos en el medio de una guerra.
No voy a ser yo quien los contradiga.
Según el pontífice, los atentados ocurridos en París son "una parte"
de una Tercera Guerra mundial. No es la
primera vez que lo dice; anteriormente, nos había alertado de que el mundo ya
está en medio de ella pero que esta es diferente a las dos anteriores: no más
frentes de combate definidos y llevada a cabo por ejércitos regulares; esta se
desarrolla de manera fragmentada, con masacres y destrucción causados por
hordas irregulares y fanáticas. Por su
parte, el presidente francés explicó que los
atentados en París constituyen "un acto de guerra cometido por un ejército
terrorista" que ha sido "preparado" desde el exterior y contando
con "complicidad" desde el interior.
Y fue más allá que Francisco: imputó al Estado Islámico por ellos y se
comprometió a actuar "en todos los terrenos, tanto dentro como fuera de
Francia". A la luz de los hechos,
nadie puede llevarles la contraria a estos dos mandatarios, asesorados por
mentes muy preclaras.
Hace unos veinte
años, Samuel Huntington, en “The Clash of Civilizations”, opinaba que los
conflictos de estos tiempos ocurrirían, no entre los estados nacionales, ni por
ideologías, sino entre civilizaciones y por razones religiosas. Dividía al globo en áreas delimitadas por
líneas de fractura entre civilizaciones, las cuales también implicaban
diferencias religiosas. Entre otras,
mencionaba a la Civilización Occidental —formada por Norteamérica, Europa y
Oceanía, con los añadidos de Rusia y América Latina—, y la Civilización
Musulmana, compuesta por el Oriente Medio, el Magreb, Indonesía y varios de los
países cuyos nombres terminan en “istán” y que forman parte del Asia
suroccidental. El libro fue muy
criticado desde el primer día de su publicación bajo el argumento de que era
una incitación a la guerra. Pero, a la
luz de los hechos actuales, lo que resultó ser fue premonitorio.
Occidente, preñado de pensamiento volteriano, fue
dejando de lado los temas religiosos y secularizándose a partir de la formación
de los estados nacionales. Era clara la
delimitación de lo que corresponde al Estado y lo que es ámbito de la
religión. Hasta hoy, esas ideas son las que obstaculizan a la
civilización judeo-cristiana para percibir la forma islamita de pensar: que no
puede existir separación entre lo estatal y lo religioso. Por eso es que —en una mezcla de ingenuidad y
prejuicios estereotipados—, entre otras cosas, favorece la existencia de un
estado palestino al tiempo que mantiene a la distancia a Israel. Por unos vestigios de pensamiento medieval,
no admiten que este Estado es el único democrático en el Oriente Próximo; que
todos los demás son dictaduras atrasadas. Occidente da prevalencia a unas
naciones que son teocracias —que asesinan en nombre de Dios y relegan a la
mujer a la condición de semoviente— por encima de un país con parlamento,
instituciones occidentales y gobiernos alternativos.
Lo que
nos lleva otra vez a París. Y a Bruselas
y La Haya. En esas ciudades hay focos
islámicos importantes; la mayoría de los que viven en ellos son pacíficos y
actúan como occidentales. El problema
está en que los gobiernos, en una exacerbada interpretación de las ideas
liberales, han declinado la Ley por la Sharia en esos lugares; hay barrios en
los cuales no penetra la policía. No han
entendido que los inmigrantes deben adaptarse al país donde habitan, no al
revés. De esos barrios, según lo que informa
la TV es que salieron los terroristas de la noche más larga parisina. Todos eran ciudadanos franceses o belgas…
El
comunicado en el cual ISIS reconoce la autoría de las matanzas de esa noche,
demuestra que llevan a cabo eso tan esencial al terrorismo: golpear por
sorpresa buscando obtener victorias
propagandísticas con mínimo esfuerzo. Un
concepto que traté de inculcar a mis alumnos es que hay que diferenciar
claramente las víctimas y el blanco: las víctimas son las que salieron a ver un
partido de fútbol o a escuchar un concierto de rock y terminaron muertos. Ellos no son el blanco; este lo constituye la
población, a la que se le quiere hacer creer que los atacantes pueden actuar
impunemente donde deseen. El blanco
fueron los millones de personas que se quedaron sin salir de sus casas esa
noche.
Para vencer en esta guerra,
Occidente debe cambiar su percepción del fenómeno. Lo que implica dejar de lado ciertos
conceptos y restringir ciertas libertades.
Aparece nuevamente el dilema
entre defender las libertades, los derechos individuales, y garantizar la
seguridad de los connacionales. Por lo pronto, parece ya no habrá más
cruce de fronteras sin control de las autoridades. Debe entender que el derecho más importante es el derecho a la vida. Y que, para su defensa, deberán reforzar sus
servicios de inteligencia. Con todo lo que ello implica…
Alguien dirá: ¿Y a nosotros que
nos importa eso? Contesto con otra
pregunta: ¿Quién le dio un pasaporte venezolano a Rahman
Alan Hazil Mohamed, el detenido por la policía en uno de los aeropuertos
londinenses por tener en su poder una granada de mano? Para saberlo, primero tenemos que ganar las
elecciones del 6-D…
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
Carabobo
- Venezuela
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