Ocultar su fracaso, el despotismo y la voraz corrupción detrás de una
supuesta confrontación histórica entre pobres y ricos, ha sido una práctica
constante de la autodenominada “revolución bolivariana”.
En medio de su
pasticho ideológico, muestran una tendencia a reivindicar que la lucha de
clases y el materialismo histórico justifican la violencia política. Desconocen que la siempre manipulada frase de
Karl Marx: “la violencia es la comadrona de la historia”, puede entenderse también desde la perspectiva de
Santo Tomas de Aquino, una de las grandes figuras de la teología y cuyos
aportes filosóficos a la doctrina católica son invaluables. Tomas de Aquino
también autorizó la violencia política en el siglo XIII, al justificar el
levantamiento popular contra gobiernos tiránicos.
Lo medular es que tanto el
católico y el ateo como el revolucionario y el conservador, en sus reflexiones
políticas han condicionado la violencia a lo moral y a los Derechos Humanos,
cualquier otra interpretación es una perversión política inaceptable y forma
parte de la criminalidad. En Venezuela,
el problema radica en la amplia coincidencia entre Nicolás Maduro y su tocayo
Maquiavelo, quien sentara las bases teóricas del Terrorismo de Estado.
Ciertamente, en el siglo XVI Nicolás Maquiavelo hablaba de la “razón de
Estado” para justificar la violencia pues consideraba a la política como una
realidad ajena a toda moral. Hoy Nicolás Maduro reafirma sus carencias morales
al responder con indiferencia, excusas, mentiras o medias verdades a un hecho
insoslayable que constituye un crimen deplorable: el asesinato de un
venezolano.
Suponer que la víctima tenía
nexos con el hampa y que su muerte es un “ajuste de cuentas”, ni siendo cierto
justifica el homicidio, más bien evidencia el fracaso del gobierno en su lucha
contra la delincuencia, si es que alguna vez emprendió tal lucha.
Debemos
destacar que el asesinato se comete en un contexto electoral y eso le da
connotación política al crimen. Algunos
advertían que dar excesiva notoriedad al hecho, jugaba a favor de la estrategia
del gobierno de aterrorizar a la sociedad pero es inaceptable guardar silencio
o moderar posturas, cuando la muerte toca nuestros predios. Al contrario, se
hace indispensable una condena enérgica y que los presuntos autores paguen el
costo político, solo así es posible evitar una escalada de violencia. De hecho, la contundente reacción de la
comunidad nacional e internacional sugiere que al gobierno “le salió el tiro
por la culata” y debe pensarlo muy bien antes de insistir en la ruta del
terrorismo.
Si la cúpula cubano-militar pensó que el asesinato de un dirigente
podría intimidar al liderazgo democrático y amedrentar a la ciudadanía, seguro
recapacitará al ver las imágenes que tomó el SEBIN de la gira de Henrique
Capriles por oriente, las cuales evidencian un marcado contraste con la patética
visita de Maduro a Anzoátegui. El
gobierno descubrirá ahora que en tiempos de cambio, la injusticia es un acicate
para la lucha democrática. Con Capriles,
el entusiasmo desbordó las calles, la gente salía emocionada, nadie estaba ahí
bajo amenaza, no había autobuses, a nadie le pagaron, ni se repartieron bolsas
de comida.
Sin duda, la oscuridad de la
muerte es superada por la luz de la esperanza.
El cambio es indetenible…
Richard Casanova
richcasanova@gmail.com
@richcasanova
Caracas - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario