Ningún pueblo decidirá su destino por lo que a otros les dé por decir u
opinar.
(Alberto De Luca Bartolomeo., PhD).
Está claro que todo pueblo desea la autonomía total para decidir los
aspectos de su vida civil, política y social. Pero es indispensable tomar en
cuenta el contexto en que surgen estas aspiraciones, sobre todo el marco de
violencia maligna y destructividad que ha caracterizado el encuentro de estos
pueblos por varias décadas.
Si se toman en cuenta las sospechas y los choques, los prejuicios y los
atropellos de todo este tiempo, sería imposible pensar en convencer a un pueblo, “en nombre de la paz”, que
facilite la creación de un Estado que potencialmente pueda intentar destruirlo.
Sin duda la fonética es insuficiente cuando numerosas vidas y huérfanos
dan testimonio vivo totalmente diferente.
El tema del Medio Oriente es de interés universal, porque éste es uno de
los focos conflictivos que puede alterar o interrumpir el inicio de una etapa
de “paz” que eventualmente debería librarnos de la amenaza nuclear.
La tarea de mitigar el efecto de la siembra de odio no será fácil, y su
logro requerirá largos y sostenidos esfuerzos.
Los jóvenes a quienes se les enseñó a lanzar piedras y a atacar, a
menospreciar y a insultar, a odiar a otros seres humanos, no aprenderán
rápidamente nuevas lecciones de moralidad y conducta. Aún no está cerca la
“Tierra Prometida”.
La tranquilidad y la paz permanecen en un horizonte todavía lejano.
La tranquilidad y el sosiego, la utopía, se alejan del horizonte, porque
la naturaleza fundamental del hombre no ha variado. Estamos lejos de eliminar
el terrorismo.
Son momentos de reflexión, pero no para la tranquilidad. Son días de
toma de conciencia, pero no para la complacencia. Porque para la persona que
persigue la justicia, la equidad y la hermandad humana no hay sosiego. Debemos
continuar con la esperanza de que a través de la acción y la preocupación por
el prójimo, ayudemos a acercar el horizonte de un mañana mejor.
La historia nos enseña dónde y cuándo nacimos, pero recae sobre nosotros
la responsabilidad de trazar el rumbo del sendero hacia donde nos dirigimos.
Shalom es la palabra hebrea que significa la paz. También quiere decir estar
completo y entero, en un estado de tranquilidad y sosiego. No hay duda de que
el Cercano Oriente anhela y merece el Shalom para todas las partes involucradas
en el conflicto actual.
Alberto De Luca Bartolomeo
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