La esperanza está a punto de
completarse. Ha sido y es complicado. No es fácil competir no sólo con el poder
central, sino con Gobernadores, Alcaldes y una estructura comunitaria
implantada clientelarmente en el territorio de los circuitos. La campaña ha
sido admirable. La victoria está comenzando a coronar una resistencia de la
sociedad que la MUD ha sabido sintetizar, pese a las críticas puntuales que
algunos le hacen.
Esta es la única campaña electoral,
podría decirse que de los últimos cincuenta años, en la cual los grandes medios
de comunicación no han tenido influencia determinante en la decisión de voto. Sin embargo, la hegemonía
comunicacional ostentada por el gobierno y su partido único no pudieron
doblegar la urgencia del cambio.
La imposibilidad del acceso de la
oposición a los medios ha fortalecido una campaña que privilegia la
comunicación personal y directa entre candidatos y electores. Este cambio en
los medios y en la naturaleza de la comunicación social ( menos TV y más casa
por casa, menos espectáculo y más compartir ) es una de las fortalezas de la
campaña. Clave que debe sostenerse una vez que se recobren los espacios
televisivos.
A medida que los partidos rehacen
su legitimidad comienzan lentamente a suplir la demanda de un caudillo heroico
y salvador. Mejor dicho, el fracaso rotundo del socialismo del siglo XXI, fase
superior del populismo caudillista, obliga a mirar hacia las definiciones
programáticas y a poner en foco los medios y fines a través de los cuales se
configure la imagen del país que se quiere. Es la primera condición para un
consenso mínimo que nos reunifique en torno a una nueva propuesta de país.
La política misma está dando un
giro. La polarización se estrelló como mecanismo de inducción de enfrentamiento
y división porque ante el polo gubernamental se encuentra ahora el descontento
general de la sociedad. El desafío que los candidatos de la MUD deben asumir en
este trecho cercano a la meta es traducir apropiadamente esa tendencia general
en cada circuito.
Es importante elevar el tono del
sentimiento victorioso de una población que quiere cambios y desoír el mito de
que los aires de triunfo, necesarios para un remate capaz de atraer a los
indecisos, suponen bajar la guardia. Hagamos que sea lo contrario para
moralizar a una fuerza que el 6 debe ser una fortaleza inexpugnable.
La idea de victoria ayuda a
disolver el miedo al cambio. Ella tiene que estar apoyada en la convicción
popular de que lo peor que puede ocurrir es que ganen los candidatos que
actuarán en la Asamblea Nacional para siga el desabastecimiento, la
inseguridad, la corrupción o la destrucción del equilibrio y de la convivencia
que debemos practicar todos los venezolanos cualquiera sea nuestro ideario
político.
La gente ya no tiene nada que
perder. Maduro destruyó buena parte de los logros del proceso. El único medio
de evitar que aumente su fracaso es votar por candidatos que aseguren cambio con
equilibrio institucional y cooperación con autonomía, una Asamblea al servicio
de la gente y no simplemente a las órdenes del Ejecutivo Nacional. Sólo una
mayoría de la MUD puede aprobar una ley de primer empleo para los jóvenes,
ponerle fin a la quiebra económica de las universidades, dar la propiedad de
las casas de la GMV o establecer que los pensionados reciban sus bonos de
alimentación y salud.
El gobierno arreciará sus actos de
arbitrariedad, de agresión y de intimidación, violará la ley electoral y
aplicará con más fuerza su intento de cambiar la voluntad del soberano. Pero
será inútil. Entre otras cosas porque la mayoría de sus seguidores actuales no
acompañan esas tropelías y porque más de la mitad cruzó la línea y entró a ser
parte de la nueva mayoría. La suerte está echada y pasó el tiempo de trucar los
dados.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim
Caracas - Venezuela
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